Enrique Chuvieco
Un atronador aplauso secundó el pasado 6 de agosto las palabras de Dale Ahlquist cuando anunció que se empezaba el estudio para el proceso de beatificación de Gilbert Keith Chesterton (Inglaterra 1874-1936). Ocurría en la 32 Conferencia anual sobre el escritor deOrtodoxia, La esfera y la cruz, San Francisco, El hombre que fue jueves y la serie de novelas del sacerdote detective Brown, entre las obras literarias, ensayísticas y de periodismo del polemista irredento, que veía en la razón y la experiencia las mejores armas para encaminarse a la verdad y, en la fe, el lugar natural donde todo se clarifica.
En este sentido dirá sobre la Iglesia en Por qué soy católico: “No hay ningún otro caso de una continua institución inteligente que haya estado pensando sobre pensar durante dos mil años. Su experiencia naturalmente cubre casi todas las experiencias, y especialmente casi todos los errores. El resultado es un mapa en el que todos los callejones ciegos y malos caminos están claramente marcados, todos los caminos que han demostrado no valer la pena por la mejor de las evidencias; la evidencia de aquellos que los han recorrido.”
Un largo recorrido hacia Dios
Bautizado en la Iglesia Anglicana, la búsqueda de Dios siempre estuvo en su punto de mira. Su recorrido no fue lineal, pues su atrevimiento vital le encaminó en sus años juveniles al ocultismo y espiritismo, cuestiones que estaban de moda a finales del siglo XIX. Fue su novia de toda la vida, Frances Blogg, con la que se casaría en 1901, quien le recondujo al cristianismo. En perfecta simbiosis, ella se convertiría también al catolicismo al final de sus días.
En esa época, abandona sus estudios universitarios y se zambulle de lleno en la cuestión de Dios. Pero para el autor de la mejor biografía de Dickens todo -literatura, periodismo, economía, política, relaciones sociales, etc.- tiene como marco que somos hechos y que afirmar un Creador es la cuestión más natural del mundo. Así, preguntado en una ocasión por el periodista Blatchforfd sobre en qué creía le respondió: "Creo que el Sr. Blatchforfd es un hombre honrado. Y también (aunque con menos firmeza) que hay un lugar llamado Japón. Si se refiere a cuáles son mis creencias en materia religiosa, le diré que creo (…) en gran número de dogmas espirituales que van desde el dogma espiritual que estipula que el hombre es la imagen de Dios, hasta el de que todos los hombres somos iguales y que no se debería estrangular a los bebés."
Un realismo pertinaz
Sabedor de que todo estaba imbuido de sentido, incluso el mal, no iba con él la “distancia” inglesa para abordar temas religiosos, es más provocaba polémicas sobre ésta y cualquier cuestión. Fueron sonadas sus trifulcas verbales –siempre respetuosas con la persona- con H.G. Wells, George Bernard Shaw y otros, a los que fuera de ellas trataba afectuosamente, haciendo buena la máxima de ser intransigente con el error y amoroso con el que yerra.
Experimentó esto al verificar el mal propio y ajeno, que dejaron paulatinamente de escandalizarle, en el largo camino de su conversión al catolicismo junto con el padre O´Connor, a quien conoció en 1907. Sus conversaciones cotidianas le llevaron a bautizarse en 1922. El sacerdote, que posteriormente utilizó de modelo para crear al padre Brown, le desveló la inseparable convivencia del Bien y el Mal en cada uno y que sólo la Gracia nos vivifica. Así, la Confesión nos abre a la posibilidad de un perpetuo retorno al inicio, a la ingenuidad infantil, lo que llevaría a apostillar a G.K. que “no hay más cura para la pesadilla de la omnipotencia que el dolor”.
Junto con su amigo sacerdote, Chesterton acoge con realismo las paradojas cristianas que van desde el optimismo total de San Francisco a su opuesto, encarnadas en los existencialistas franceses más pesimistas; las disertaciones sublimes de mansedumbre junto con arengas para entrar en combate; la convivencia del león y el cordero sin que el primero pierda su ferocidad. Se le fue haciendo claro que unir tales dicotomías sólo es posible por la existencia de un puente secreto entre ellas: Cristo, la paradoja viviente, el Dios hombre.
La Justicia y el humor en Chesterton
Firme defensor de la justicia, abogó por ampliar la propiedad privada a los que nunca poseyeron nada, dentro de una tercera vía enraizada en la Doctrina Social de la Iglesia distinta al Capitalismo y Comunismo. A este respecto, expuso en cierta ocasión que “la palabra ‘propiedad’ ha sido contaminada en nuestro tiempo, por la corrupción de los grandes capitalistas. Si escucharan lo que se dice, resultaría que los Rothschild y los Rockefeller son partidarios de la propiedad. Pero es obvio que son sus enemigos, porque son enemigos de sus limitaciones. No desean su propia tierra, sino la ajena”.
Posiblemente, Chesterton sea el autor que más y mejor vinculó la razón y el humor a la hora de argumentar en sus escritos, discursos y conversaciones en las cuestiones cotidianas. Para G.K. el realismo es la única forma de racionalismo ya que "cuanto más utilice el hombre la razón para analizar la realidad, más se dará cuenta de que ésta permanece siempre más o menos igual... Si una chica real tiene un romance real, estará experimentando algo muy antiguo pero no algo rancio. Si toma una flor de un rosal auténtico, sostendrá en su mano un símbolo muy viejo, pero una rosa muy reciente".
El patrón de los detectives
Tal vez estemos por fin en el camino de elevar a los altares al patrón de detectives e investigadores, que sería el colofón a una propuesta ya realizada en 1996, cuando intelectuales y otras personalidades de varios países, entre ellos el cardenal Bergoglio, pidieron al purpurado londinense Hume la apertura del proceso.
G.K. Chesterton sería también uno de los primeros santos con una humanidad exuberante con sus 1,93 metros de altura y sus más de 130 kilos de peso: todo un espectáculo en bronce, con su pelo alocado, sus grandes bigotes y sus antiparras, subido a una hornacina.
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