sábado, 12 de octubre de 2013

EVANGELIO DEL DÍA Y MEDITACIÓN.

Lectura del santo evangelio según san Lucas 11,27-28:

En aquel tiempo, mientras Jesús hablaba a la gente, una mujer de entre el gentío levantó la voz, diciendo: «Dichoso el vientre que te llevó y los pechos que te criaron.»
Pero él repuso: «Mejor, dichosos los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen.»

II. Compartimos la Palabra

  • Y trajeron sobre los hombros el Arca de Dios.

Un gran acontecimiento: el rey ha considerado necesario dar un alojamiento más digno al Arca de la Alianza, el lugar donde Dios asienta todo su poder entre los hombres.
Es una tendencia humana que viene de siempre y que seguirá repitiéndose a lo largo de la historia presente o futura: el hombre poderoso quiere levantar templos dónde Dios se encuentre a gusto. Igual que David mejora la primera tienda y Salomón edifica un grandioso templo, los hombres hemos ido levantando grandiosos templos, magníficos edificios donde encerrar a Dios, haciéndolos bellísimos, dotándolos de riquezas innumerables. ¿Jaulas de oro, tal vez?
Pero Dios siempre escapa de estas prisiones. No es en el gran templo donde quiere morar; Él se siente más cómodo sobre los hombros de los hombres. Es entre los hombres donde quiere tener su templo, no un templo de frías piedras, sino de cálidos corazones que laten solidariamente.
  • Dichoso el vientre que te llevó.

Un hermoso piropo dirigido a la Madre de Jesús, que este parece rechazar poniendo delante de la madre a todos los que escuchan la Palabra y la cumplen.
Un aparente rechazo que implica una mayor alabanza. ¿Quién ha escuchado la Palabra de Dios y la ha cumplido tan al pie de la letra que la ha encarnado, que la ha hecho hombre?
Cuando Jesús dice que mejor los que escuchan la Palabra y la cumplen, no puede tener en mente otra cosa que a su madre. Ella es la que ha escuchado y ha cumplido; la que ha entregado su vida total al servicio de Dios. María se ha arriesgado, confiando plenamente que Dios proveería lo necesario. Y esta confianza se mantendrá firma hasta en el terrible momento de la cruz , tal vez sin entender la situación, pero continuó cumpliendo la Palabra de Dios hasta que, cumplidos sus días en la tierra, fue recibida en la presencia de Dios.
Hoy celebramos la fiesta de Nuestra Señora del Pilar. Y puede que estemos aplicando criterios nuestros, humanos, a ras de tierra, para entender a María, la Virgen Madre del Hijo de Dios. Enaltecemos a la mujer, la coronamos de oro y piedras preciosas, la damos títulos, más que sonoros, retumbantes, sin tener presente que el mayor mérito de María no es su virginidad, no es su embarazo y el alumbramiento del Hijo. Estas cosas son grandes, ¿quién lo duda?, pero el verdadero mérito de María está en su humildad, en su absoluta obediencia a la Palabra de Dios y haber puesto su vida y su persona enteras, sin reservas, al servicio de la Palabra. María no necesita que la hagamos reina de nada; ella tiene el mayor de los reinos posibles: el amor de Dios que en ella se complace y la hace bendita entre todas las mujeres.
D. Félix García O.P. 
Fraternidad de Laicos Dominicos de Viveiro (Lugo) 

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