Sección - Marinero en tierra
El
rito de la Selectividad
Como todos los años, la segunda quincena de Junio y la
primera de Septiembre están marcadas por las pruebas de Selectividad. En la
Comunidad Valenciana se ha producido un incremento del 6%, llegando a superar
los 19.500 alumnos. A diferencia de otros años en los que la selección de
textos de las pruebas, la objetividad de las correcciones, la nota de corte o
las crisis de ansiedad convertían este acontecimiento en noticia, este año la
prima de riesgo, los rescates financieros, la corrupción política, el
euroescepticismo o la Eurocopa han restado protagonismo a nuestros hijos.
Son días de metamorfosis en las costumbres, los hábitos y
las mentalidades porque es un rito iniciático familiar. El tránsito del
bachillerato a la universidad viene marcado por este rito académico cada vez
más absurdo, incomprensible, costoso e injusto. En 1997 tuvo que intervenir el
Senado y parece que desde entonces no hemos aprendido nada.
Es absurdo e incomprensible no sólo porque no cumple la
finalidad para la que se estableció (evaluar la madurez del alumno) sino porque
altera el sentido y valor de la enseñanza media. Si antes de la modificación
del bachillerato a dos años, el famoso COU ya emponzoñaba la organización escolar,
ahora el bachillerato ha perdido todo su sentido porque está organizado única y
exclusivamente para trampear esta prueba. Lo que antes se llamaba la couización del bachillerato se ha
transformado en bachilleratización de
la enseñanza media, de esta forma resulta imposible una formación básica,
unificada y polivante. En lugar de preocuparse por una formación integral
presidida por la madurez humana de los jóvenes, el sistema los pervierte para trampear
pruebas de homologación, certificación y armonización burocrática donde unas
décimas despiadadas condicionarán la lotería de su vida.
Es costoso porque se trata de gastos superfluos para las
familias, los colegios y las universidades. Es injusto porque atribuye a
determinadas áreas de determinadas universidades unos poderes consuetudinarios que
la ley no les atribuye. La crisis también debería servir para revisar estos
ritos administrativos que con el ropaje de la homologación de calificaciónes
ocultan ciertos intereses crematísticos. No es sólo un problema de coordinación
entre algunas universidades que ahora se reparten el pastel y algunos profesores
o centros que participan de la fiesta. Es un problema de fondo en el que, a lo
mejor, tendrán algo que decir quienes financian este ritual: los padres.
Agustín DOMINGO MORATALLA
Para el viernes 15 de Junio de 2012, en LAS PROVINCIAS.
GRUPO VOCENTO
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