Noticia digital (19-VI-2012)
Fátima, evidentemente nombre supuesto, se presentó en la parroquia ayer a las cinco de la tarde. Venía con el carrito de la compra en la mano…. «¿Es aquí donde dan comida y ayuda?»
Don Jorge González es párroco de la madrileña parroquia de Beata María Ana Mogas, de Madrid, y autor del blog Jorge. De Profesión cura, muy conocido por algunos artículos sobre financiación o el régimen fiscal de la Iglesia. En este reciente texto, describe el día a día de la labor caritativa de la Iglesia. Y cómo en ese día a día, se asiste a pequeños milagros, al contemplar la misericordia de Dios en acción:
Fátima, evidentemente nombre supuesto, se presentó en la parroquia ayer a las cinco de la tarde. Venía con el carrito de la compra en la mano. «¿Es aquí donde dan comida y ayuda?»
Le expliqué que, efectivamente, se reparte comida, y los requisitos para acceder a la ayuda en alimentos. Es decir, o ser feligresa de la parroquia, o bien llegar aquí enviada por su parroquia de origen, lo que llamamos traer una hoja de derivación.
Fátima vive en el centro de Madrid. Con un niño de tres meses, sin trabajo, abandonada por el padre del niño y recogida temporalmente por un familiar. Acudió a los servicios sociales municipales, y no encontró más ayuda que ser reenviada a Caritas de su parroquia (ahí está la imagen que lo prueba). En su parroquia le dicen que no tienen recursos, que lo único que pueden facilitarle es ropa para el niño…, y que Dios le ampare.
Lo que me resultaba inexplicable es que apareciera por esta parroquia, que está a diez kilómetros de distancia y unas cuantas estaciones de metro. Por eso se lo pregunté: «¿Y cómo se te ha ocurrido venir aquí?» Pues resulta que esta mujer se metió en Internet a ver si encontraba dónde acudir. Y dio con este blog, y leyó que en la parroquia se repartían alimentos, y que había un proyecto de ayuda para embarazadas y madres con niños pequeños… Y aquí que se vino.
¿Y qué haces en ese caso cuando todo esto te lo cuenta sin dejar de llorar? Pues decirle que vale, que contara con nosotros, pero que necesitaríamos una carta de su parroquia, pero que de momento algo iríamos haciendo. Suerte que ayer estaban las voluntarias que atienden a las chicas embarazadas. Les presenté a Fátima y rápido se pusieron en marcha. Lo primero, encontrarle un buen coche de bebé, porque estaba llevando al niño en un carrito de esos de bastón, del todo inadecuado. Y sabanitas para el coche. Y un bono metro para que venga al taller y al menos salga de casa, hable con otras chicas y haga algo. Por supuesto que hubo alimentos para Fátima. Eso sí, la próxima vez vendrá con esa carta de la parroquia.
Fátima estaba muy sensible. Cuando vio el cochecito para su niño, las sabanitas, unos botes de leche para el bebé y algunas cosas para ella, pero sobre todo cuando se sintió acogida y animada… Se abrazó a nosotros, nos dio dos besos y nos decía… lo sabía, yo sabía que aquí no me podían fallar… «Usted es bueno… me di cuenta leyendo el blog, sabía que no me abandonarían…»
Se me hizo un nudo en la garganta y hasta se escaparon unas lágrimas. Fue como un latigazo. No. No soy bueno, ni medio bueno siquiera. Y no lo digo por falsa humildad.
Buenas son esas mujeres que a pesar de los pesares deciden sacar adelante su embarazo y traer sus hijos al mundo a pesar de no tener nada de nada. Buena Fátima, capaz de recorrerse medio Madrid a ver si consigue leche maternizada para su hijo. Buenos esos voluntarios que no saben de horas para estar cerca de la gente. Buena esa persona que acaba de dejar dos cajas de alimentos. Buena Carmen, que pasa horas ante el Santísimo porque según dice «estando la puerta abierta, alguien vendrá».
Yo no. Yo soy tan sólo un afortunado que ayer vio cómo una madre derrotada y llorosa, podía volver a su casa sonriendo. Pero bueno, no. Eso no. Sólo afortunado…, por pura misericordia de Dios.
http://berbellin.wordpress.com/
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