miércoles, 2 de mayo de 2012

¡TAN SOLO QUEDAN UNAS HORAS!


Saber callar, cuando hay que callar, es toda una sabiduría, pero saber hablar, cuando hay que hablar, no es menor sabiduría. 
Hablar cuando es conveniente callar, es condenarse al fracaso; es echar a perder las cosas o quizá empeorarlas. 
Callar cuando es prudente hablar, es signo indudable de cobardía; es no cumplir con el deber. 
El silencio será beneficioso cuando sea más prudente callar; será dañino cuando surja la obligación de hablar. 
La palabra será útil y productiva cuando salga de un generoso deseo de ayudar al hermano; será contraproducente cuando vaya envuelta en sentimientos egoístas o en deseos de humillación para los demás. 
Silencio y palabra, callar y hablar..., habrá que irlos moderando y aplicando con prudencia; con esa prudencia que los convertirá de vicios en virtudes. 

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