lunes, 21 de octubre de 2013

UN RETO PARA UN NUEVO CURSO COFRADE; POR JOSÉ MARÍA VIEYTES BEIRA.


     Nos encontramos ante  un nuevo curso cofrade. Un curso cofrade que  se inicia en el último tramo del presente año cuando por otra parte, el 22 de este mismo mes ha comenzado el Año Jubilar de Urda, localidad toledana, estando cerca de finalizar otro: -el Año cristiano de la Fe- que así fue declarado por el Papa Emérito Benedicto XVI, conocedor del empuje y la necesidad de los efectos transmisores de esta virtud teologal y también, cómo no, consciente de su aparente carencia. Año, que seguramente clausurará el Papa Francisco el próximo día 24 de Noviembre, festividad de Cristo Rey.    
    Un nuevo Curso Cofrade en los tiempos que corremos, siguiendo con el reto que supone la consigna y la transmisión de esa fe tan necesitada, si se me permite decir, debería abrir nuevos caminos y otros horizontes a la renovación, a la esperanza y a la dinámica ilusionada ante la impronta de conseguir nuevas etapas y otras metas. 
    Otras metas que se adivinan cuales son según la evolución de la sociedad actual,  cada vez más secularizada y ausente de las cosas de Dios y de la Iglesia. Basta observar cuantos son los que caminan sin fe. Y la fe dice la teología,  no se hereda.  Su Eminencia el Cardenal Fray Carlos Amigo Vallejo, hace unos días nos ha dicho algo  parecido: La fe no se impone hay que ofrecerla; se transmite y hay que escucharla. Y acierta plenamente, porque creo fervientemente que la fe, si no se tiene, hay que  buscarla, cultivarla y practicarla.     
     Por eso, las hermandades y cofradías que también son Iglesias junto con el Consejo de Hermandades y Cofradías como órgano en donde se aglutinan las mismas;  igualmente deberían coincidir en perfecta armonía en la tarea de encontrar soluciones para superar los efectos contrarios que por la ausencia de fe, quizás, pueda estar provocando en algunos casos, las indiferencias que se aprecian, especialmente en el segmento más joven y también en un nutrido sector  de adultos  de nuestra sociedad.


     Es cierto que las hermandades y cofradías son maravillosos medios y válidos instrumentos transmisores de la fe, de las catequesis y del apostolado. Pero para desarrollarlos, ha dicho también el citado Cardenal, que se necesita impulso, ilusión, ganas y cofrades capacitados. Por eso, aunque sin decirlo abiertamente, si  insinúa: que la formación y la cultura cofrade cada vez se hace más imprescindible y necesaria.
     Serían muchos además, los aspectos a destacar y a tratar de los que aquejan y de los cuales se recienten en la actualidad nuestras hermandades y cofradías. Pero centraría solamente la atención en dos de ellos, que en mi modesta opinión, son los que considero que pudieran ser los más preocupantes y fundamentales de resolver: la escasez de jóvenes formados e ilusionados y la de adultos igualmente dispuestos a pertenecer a una hermandad determinada. 
     Y desde el Magisterio de la Iglesia se llama frecuentemente a la formación, porque la formación, es un derecho vital que está reconocido en el Derecho Canónico; consciente también de la ausencia de agentes para esta misión que proponemos. Y  manifiestamente así lo es, en tanto en cuanto se refiere a la formación y a la cultura que el  cofrade ha de adquirir para desarrollarla; como pieza esencial que de la Iglesia debe poseer y por ende de su estructura, que sería tanto como conocer las funciones propias del cristiano y del cofrade en el seno de la misma y en el de su propia hermandad.       
     Y en ello, el Consejo por una parte y las Hermandades por otra en perfecta coordinación, tendrían un campo importante de abonar, planteándose cómo y de qué manera sería más conveniente sembrar las inquietudes y adoptar las soluciones si se desea al menos, frenar desde mi punto de vista,  los desencantos y las desasistencias que están a la vista y lo que podría ser más lamentable:   no conocer profundamente a Cristo y  a su Iglesia.


     Con este discurso no se pretende sentar cátedra de nada. Solamente se intenta guiado por el amor y la pasión expresa, que sentimos por nuestras queridas  corporaciones,  advertir, para que se le preste una mínima atención al contenido de este simple y reiterativo mensaje, que se fundamenta exclusivamente en la defensa y en los contenidos de nuestras hermandades y cofradías.
     Y en consecuencia para que el culto, la caridad y el sentido religioso;  tanto el espiritual, cristiano y cofrade como el penitencial y devocional de nuestra Semana Santa, nunca se pierda, aumente su prestigio y  se sostenga como hasta ahora  viene  sucediendo,  que no significa otra cosa que la más amorosa y fervorosa manifestación de protestación pública de fe y de la religiosidad popular; ofrecida a la contemplación de los creyentes y no creyentes. Y especialmente como alimento de la fe del  Pueblo de Dios. 
     Una voz religiosa y cofrade, la de Fray Ricardo de Córdoba, dice que nunca deberíamos perder el fervor ni la piedad en nuestras procesiones; porque si esto ocurriese alguna vez, correríamos el riesgo de perder la fe y el verdadero fundamento de nuestra Semana Santa.  ¡Ojalá que nunca suceda! 
José María Vieytes Beira. San Fernando. Artículo escrito el 09.09.13. Publicado en el semanario local Información el 06.10.13.


                                             

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