

22.10.13, En Actualidad, Beatos, Juan Pablo II, Personajes, Santidad, Santos, Testimonios, por ACIPrensa
Al recordar la fiesta del Beato Juan Pablo II tengo que señalar que mi fe se construyó durante los casi 27 años de su pontificado. Durante esos años de juventud en que lo bueno y lo malo se impregna profundamente en el corazón, la presencia de Juan Pablo II fue determinante para que mi fe creciera y se hiciera sólida bajo el amparo de sus mensajes y gestos generosos.
Lo primero que impresionó al ser elegido Papa fue su certeza de confiar en el Señor “No tengan miedo” y su Totus Tuus (Todo Tuyo), consagrando su pontificado a las manos de nuestra Madre María.
Desde ese primer momento se supo que su pontificado sería diferente tendría algo totalmente único. Sus viajes apostólicos, su necesidad de tocar a la gente con sus mensajes fue algo tan impresionante como su fuerza para proclamar el Evangelio sin temor, diciendo la verdad cara a cara. Nunca antes un Papa se había acercado de esta manera tan personal, visitando los lugares más alejados, compartiendo con jóvenes, ancianos, pobres, enfermos, líderes mundiales.
Un polaco que tenía una historia impresionante desde su niñez, que enfrentó grandes sufrimientos, que tuvo que tomar decisiones radicales, una persona con la que la gente común y corriente se sentía identificada. Pero sobre todo su carisma y llegada a los jóvenes.
Eso fue algo impresionante. La Iglesia se volvió una Iglesia de jóvenes ansiosos por encontrarse con el mensaje que traía este pastor de almas.
Los jóvenes se encontraron frente a una Iglesia viva, que jamás habían conocido. Cuando converso con las personas que vivieron esa época de gran florecimiento de la Iglesia, no hay uno solo que no recuerde con cariño, admiración y agradecimiento la oportunidad que nos dio el Papa Wojtyla de poder ser parte de esta Iglesia, de ver la fe como parte de nuestra vida, de mostrar al mundo que la salvación es posible.
El mensaje de la Iglesia siempre es uno, cambian las formas, y Juan Pablo II enseñó a confiar fuertemente en esta fe de la Iglesia. Fue tanta su deseo de estar cerca a los jóvenes que además de inaugurar las Jornadas Mundiales de la Juventud, nunca dejaba de tener un encuentro con los jóvenes durante sus visitas pastorales. Juan Pablo II sabía que la Iglesia necesitaba esa fuerza juvenil, que necesitaba ese empuje, esa decisión, ese compromiso, y gracias a eso la Iglesia se fortaleció y floreció.
Su próxima canonización es como un regalo del cielo que sólo confirma que este hombre que vivió en todas las etapas de su vida su confianza plena en el Señor, estará en el cielo siguiendo intercediendo por todos nosotros. En la adultez de la vida, agradezco a Dios haber crecido en el pontificado de Juan Pablo II.

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