lunes, 21 de octubre de 2013

ATENDER LAS PERIFERIAS; POR AGUSTÍN DOMINGO MORATALLA.



Estos días en los que miramos los ojos a la sociedad civil, no podemos olvidar las iniciativas de los grupos religiosos. Algunas comunidades religiosas como la judía, musulmana u ortodoxa tienen entre sus fines la promoción social, la integración y la participación. Otras como la católica han desempeñado tal protagonismo que sería imposible reconstruir las propuestas de civismo sin sus iniciativas. 
  
En la mente de todos se encuentran cofradías, institutos y fundaciones sin las cuales no tiene sentido hacer memoria de la sociedad civil. Sin entrar en los cientos de cofradías o cooperativas parroquiales, la historia del Instituto Social Obrero o el Instituto Social Empresarial, incluso sin entrar a describir las obras Vicentinas o el impacto del Real Colegio del Patriarca, hay centros con identidad cívica propia. Heredero de las obras de la Compañía, los Luises y las Congregaciones marianas, contamos hoy con el Centro Arrupe, un espacio social y religioso lleno de actividades sociales, culturales y religiosas. 

Ubicado en lo que fueron las aulas del Colegio San José, el Centro Arrupe ofrece anualmente una programación atractiva para creyentes y no creyentes que quieran trabajar juntos por la justicia, la paz y el diálogo ecuménico sincero. El pasado martes inauguró el curso Sebastián Mora, Secretario General de Cáritas Española. Unas horas antes había presentado en Madrid un preocupante estudio sobre la situación social de España. En su conferencia inaugural no repitió los datos que confirman la dualización creciente de la sociedad española, la preocupante desaparición de la clase media o el paradójico incremento de los recursos de Cáritas. Centró su intervención en uno de los conceptos claves que está marcando el pontificado del Papa Francisco: la periferia existencial. 

Sobre este concepto girará toda la programación del centro este curso y con él no se describe un espacio geográfico, físico o corporal. Sebastián Mora atinó cuando lo planteó como concepto simbólico y hermenéutico que el Papa Francisco utiliza para reclamar la atención de los creyentes. Atender las periferias no sólo significa trabajar por la justicia o la solidaridad, sino reconocer los límites, aprender a vivir en la frontera, entrenarse para el descentramiento y cuidar la fragilidad. Y afrontar tres tareas: el discernimiento en una sociedad de la información que no genera conocimiento, el diálogo social cuando sólo hay gritos de muchedumbres y, sobre todo, la esperanza para no resignarnos ante la impotencia. 


Agustín DOMINGO MORATALLA 

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