domingo, 17 de junio de 2012

YO PONGO LA X EN LA CASILLA DE LA IGLESIA.


Y lo hago porque me parece que es el mejor destino para mi dinero, dado que la Iglesia es en nuestro mundo la más firme y coherente defensora del hombre, su dignidad y sus derechos. La Iglesia cuida de verdad y con gran eficacia a los hombres concretos que necesitan ayuda y de los que nadie se acuerda: pobres, desempleados, hambrientos, enfermos, ancianos, niños abandonados, mujeres solas..; allí donde hay un menesteroso del que nadie se ocupa, está la Iglesia a través de sus manos generosas para acoger, dar cariño y cuidado, prestar servicios materiales y apoyo espiritual. [+]
ABC 12/06/2012

Y lo hago porque me parece que es el mejor destino para mi dinero, dado que la Iglesia es en nuestro mundo la más firme y coherente defensora del hombre, su dignidad y sus derechos. La Iglesia cuida de verdad y con gran eficacia a los hombres concretos que necesitan ayuda y de los que nadie se acuerda: pobres, desempleados, hambrientos, enfermos, ancianos, niños abandonados, mujeres solas..; allí donde hay un menesteroso del que nadie se ocupa, está la Iglesia a través de sus manos generosas para acoger, dar cariño y cuidado, prestar servicios materiales y apoyo espiritual. Y esto tanto en las zonas más pobres del mundo –desde las calles de Calcuta a los desiertos del Africa subsahariana, desde los valles andinos a los lugares de guerra abandonados por el Occidente rico-, como en las calles de las ciudades del mundo rico occidental en las cuales -junto a la opulencia escandalosa de los buenistas- están los comedores para pobres, los hogares para enfermos de SIDA, las residencias para ancianos, los pisos  para chicas desamparadas, los bancos de alimentos, las redes de apoyo a las embarazadas, etc;  centros e iniciativas gestionados e impulsados por monjas, voluntarios católicos laicos, misioneros y curas que saben poner corazón y generosidad donde otros -los que piden que la Iglesia pague el IBI, por ejemplo- solo ponen discursos, palabrería e indiferencia.
Cuando alguien pasa hambre en nuestras ciudades, no acude a la sede de los partidos políticos,  de los sindicatos o de las organizaciones empresariales; busca un comedor de Cáritas. Cuando un funcionario de servicios sociales se encuentra sin presupuesto para atender a dependientes, no los deriva a los que salen todos los días en los telediarios dando lecciones sobre cómo resolver la crisis, sino que los envía a la denostada Iglesia y sus instituciones porque sabe que allí se les atenderá de verdad. Cuando una chica desamparada y sola, abrumada por su embarazo problemático, necesita ayuda, no acude a la sede de las organizaciones feministas que se llenan la boca con los derechos de las mujeres, sino que llama a la buena gente que por amor de Dios se solidariza de verdad con ella y sus problemas. Cuando un inmigrante sin papeles ni empleo necesita un medio de subsistencia para no morirse de hambre, acude a la red parroquial que gestiona eficaces bolsas de trabajo basadas en la generosidad de los fieles y no a los que gritan en las calles a favor de los derechos de los trabajadores.
Yo pongo la X en la casilla de la Iglesia porque ésta no se limita a hacer esa inmensa labor solidaria –aunque bastaría esa razón-, sino que hace una labor aún más importante: difunde una verdad sobre el hombre y el mundo que sustenta y da vida a esa generosa movilización solidaria a que me he referido. La Iglesia es depositaria de una vieja sabiduría sobre la dignidad y valor de todo ser humano, sobre las razones para la esperanza, sobre el sentido de la vida y la muerte, que es la verdadera reserva de humanismo real, sólido y consistente, que queda en nuestra época; y es una depositaria activa: no se limita a conservar en viejos códices este saber sobre lo humano, sino que lo actualiza, lo hace vida en sus hombres y mujeres, lo transmite, lo enseña a las nuevas generaciones; y así fecunda de alegría y esperanza este mundo triste y seco. Gracias a la Iglesia y su labor pedagógica continua, gracias a los cristianos que hacen vida en sus carnes el aprecio a lo humano propio de quienes están convencidos de que todo hombre es portador de una dignidad inviolable, gracias a las familias cristianas que se abren a la vida sin miedo y que educan en el amor y la esperanza, gracias a los clérigos que administran la presencia de Dios entre nosotros con sus sacramentos y su doctrina, gracias a los cristianos que en todos los rincones de la sociedad encarnan un estilo de vida alegre y abierto a los demás,…gracias a la Iglesia en definitiva, hay esperanza de que el futuro no es de los depredadores ni de los mercados ni de los violentos, sino del hombre.
Yo marco la X en la casilla de la Iglesia porque le estoy profundamente agradecido: por lo que ha hecho por mí y por lo que hace por este mundo que es el mío. Yo marco la X en la casilla de la Iglesia, porque deseo aportar mi granito de arena a la institución que más hace para que este mundo nuestro sea habitable y digno del hombre. Yo marco la X en la casilla de la Iglesia porque quiero coadyuvar a que la Iglesia siga sembrando en nuestro mundo caridad, doctrina, esperanza, justicia, humanidad y fe en el hombre (y en Dios, que es condición para todo lo demás, dicho sea para concluir).


Benigno Blanco Rodríguez
Presidente del Foro de la Familia
ABC, 8 de Junio de 2012

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