Millones de ojos y corazones pendientes de la televisión y del discurrir del partido entre España y Croacia que se está jugando ahora, son las 20:07 horas cuando estoy escribiendo este post, miles de ilusiones y esperanzas en un país con cada día menos de todo. Ver y disfrutar de un buen partido de fútbol en torno a la Selección, que es el único equipo que aúna casi todas las voluntades, se convierte en 90 minutos de disfrute individual o colectivo, y también, individual y colectivo. Un partido de fútbol de estas características son más de los minutos estipulados pues su juego, su resultado, sus anécdotas dan para días enteros. Este partido termina cuando empieza el próximo. ¡Menos mal que tenemos la Eurocopa para mitigar tantos desastres como nos rodean! A mí no me gusta mucho el fútbol, aunque os diré que vería el partido encantado si no fuera porque cada vez que he visto un partido de la Selección ha perdido y cuando no lo he hecho ha conseguido un meritorio resultado. ¡Llevo cuatro años sin ver un partido de España y ha conseguido ser campeona de Europa y del Mundo! ¡Algo tendrá que ver mi patria privación!
Mientras el partido se juega, minuto a minuto, yo traigo a colación un aniversario que no quiero, ni debo, dejar pasar.
Hace, justamente, un año que ingresé en la Real y Benemérita Institución de los Caballeros Hospitalarios de San Juan Bautista. En una tarde como la de hoy, a las cinco y media, se celebraba el Capítulo General en honor de San Juan Bautista y en el que ingresaban en total ocho nuevos Caballeros Hospitalarios.
Desde que me comunicaron que el Consejo Supremo había aprobado mi admisión como nuevo miembro de esta Benémerita Institución el 26 de Mayo del pasado año, justo el mismo día que tenía el honor de presentar el cartel anunciador de la Festividad del Corpus Christi de San Fernando ( la primera presentación que se hacía y organizaba en la reciente historia de la Comisión pro Corpus Christi de San Fernando), por lo cual recordaré esa fecha toda la vida porque fui objeto de dos honores: El de mi admisión como Caballero Hospitalario por acuerdo del Consejo Supremo y de la presentación del cartel del Corpus de la bendita Isla de León. Antes había enviado una voluminosa y prolija documentación en la que se me requería todos los datos que se necesitaba para llevar a cabo dicha aprobación.
Tengo que deciros que siempre me atrajo profundamente la labor realizada en favor de los más necesitados de los Caballeros Hospitalarios y siempre me decía que alguna vez me informaría más sobre esta insigne Institución. Se lo comenté en repetida ocasiones a mi mujer, Hetepheres, pero siempre lo dejaba para más adelante porque estaba muy comprometido con el apostolado que he desarrollado toda mi vida, el cofrade, en mi Hermandad de los Afligidos en la cual he permanecido, hasta 2010, 12 años en su Junta de Gobierno desempeñando el cargo de Secretario General en mi última etapa. Cuando en el año referido puse punto y aparte a esta, interesante e ilusionante, etapa de mi vida me dediqué durante un curso a labores pastorales en la Iglesia del Cristo de San Fernando como catequista de Confirmación y como Responsable de Pastoral Familiar en su Consejo de Pastoral, labor esta que desempeñé junto a mi mujer. Dios te va cerrando y abriendo puertas y al finalizar el curso 2010-2011 finalizó también esta etapa catequética que tan importante fue en mi vida. Siempre estaré agradecido a Dios por haberme permitido el poder ser catequista porque he tenido el enorme privilegio de evangelizar, en mi campo y en mi ámbito de actuación, y también he aprendido mucho, me ha reportado enormes beneficios en lo espiritual el contacto con las jóvenes parejas así como con los chicos y chicas que se preparaban para recibir la Confirmación. En esta última tuve el inmenso honor de compartir catequesis durante muchos años con un hermano y amigo del alma: Diego Rastrollo Gómez.
Cuando estas vías de apostolado, el cofrade y el pastoral, iban tomando su fin y ya Hetepheres y yo lo veíamos venir, le volví a comentar mi deseo de ingresar en la Benemérita Institución de los Caballeros Hospitalarios, que era la gran ilusión de mi vida por la actividad tan noble que desempeñaban a diario, yo me enfrasqué en los cientos de cosas que suelo atender y realizar, pero a mi mujer no se le olvidó mi deseo e hizo lo posible e imposible para hacerme un regalo de Reyes que nunca olvidaré y que le agradeceré toda la vida. Contactó con quien debía hacerlo y el 6 de enero, aparte de otros obsequios, me regaló un legajo con muchos folios que era la documentación requerida para presentarla en la Sede de la Real y Benemérita Institución de los Caballeros Hospitalarios. Entre la documentación: Reseña histórica así como todo a los que nos comprometíamos si ingresábamos en ella. La rellené con mucha ilusión y cuando la leí entera se me erizaron los pelos porque veía que esto, que los Caballeros Hospitalarios, eran otra cosa bien distinta a todo cuanto había hecho o donde había estado.
El 18 de Junio me levanté, mi mujer, su madre y su tía estaban en la peluquería porque querían estar rebosantes de hermosura ante este acontecimiento especial que iba a vivir en primera persona, después nos fuimos a Cádiz, recuerdo que ese día nos quedamos en un hotel para así vestirnos con más comodidad y cambiarme una vez concluyera el Capítulo y cenar más cómodo, llegamos al hotel "Las Cortes" en plena calle de San Francisco, almorzamos y nos dirigimos, de nuevo, a la habitación para vestirnos para la Ceremonia. Yo iba de chaqué. Mientras me vestía y nos encaminábamos a la cercana Iglesia de Santiago, en la plaza de la Catedral, sentía un intensa emoción y tensión nerviosa. Cuando llegamos nos acogieron con saludos y abrazos como si nos conocieran de toda la vida aunque algunos llevábamos meses hablando por teléfono.
Al empezar el Capítulo, los recipiendarios nos sentamos en el lugar preestablecido para nosotros y en orden nos iban nombrando y se nos acercaban los correspondientes padrinos para llevarnos del brazo ante el altar, en el que de rodillas y con una mano en el Evangelio hacíamos el juramento mientras nuestro padrino nos imponía el manto hábito y la venera con el escudo de la Institución. Después un abrazo y nos sentábamos en nuestro sitio como nuevos capitulares. Quiero agradecer desde aquí a mi padrino el Iltmo. Sr. D. Francisco Fernández-Portillo. ¡Es un orgullo que tú hayas sido mi padrino en esta ceremonia que hoy recuerdo cuando ha pasado un año ya!
Posteriormente se celebró una solemnísima Eucaristía en latín para una vez terminada esta encaminarnos a la Sede para conocerla y tomar posesión de la misma como Caballeros Hospitalarios.
Cuando terminó me fui al hotel para quitarme el chaqué, que estaba empapado en sudor, y ponerme el traje de chaqueta para asistir con la familia a una cena, de verdadera, HERMANDAD en "El Balandro". Al finalizar esta nos entregó el Presidente los títulos y el carné que nos acreditaba como Caballeros Hospitalarios de San Juan Bautista.
Durante este año he podido conocer a personas entregadas en cuerpo y alma a los necesitados, las cuales nos dan ejemplo diario de lo que es servir a todos a favor de los más desfavorecidos. Una relación que se ha afianzado hasta límites insospechados. Paco Súnico, José Luis Sancho, Rafael Melgar y tantos otros Hermanos en la Caridad que me enseñan a ser mejor persona y mejor cristiano.
¡Lo que son las cosas! He encontrado el verdadero sentido de HERMANDAD, de FRATERNIDAD, de SERVICIO A LOS DEMÁS, precisamente en los Caballeros Hospitalarios. Puedo decir, con orgullo, que desde hace un año los Caballeros Hospitalarios me han acompañado en todos los momentos de mi vida y han estado muy presente en la misma. Le digo en muchas ocasiones a un amigo que su ingreso en nuestra Institución está muy próximo que uno no se entera de lo que significa ser Caballero Hospitalario hasta el día después de la Ceremonia de Ingreso.
El próximo sábado asistiré, un año después, al Capítulo General en honor de nuestro Patrón San Juan Bautista y esta vez ya lo haré como Caballero Hospitalario y cuando los nuevos recipiendarios estén realizando el juramento y tomando posesión volveré a sentir todo lo que sentí hace justamente un año.
Le doy gracias a Dios todos los días por permitirme trabajar por Él, por su Santa Madre Iglesia a favor de los demás por medio de la Real y Benemérita Institución de los Caballeros Hospitalarios de San Juan Bautista.
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