El escolta del asesor; por Alfonso Ussía
El asesor de Cristina Fernández, viuda de Kirchner, doña Bótox, mantiene un escolta oficial del Ministerio del Interior del Gobierno de España. El asesor se llama Baltasar Garzón, y ha hecho muy buenas pachas en Buenos Aires con Hebe de Bonafini, gran amiga de nuestros etarras. Asesora a la señora viuda en no se sabe qué, y también lo es de la Comisión de Derechos Humanos del Parlamento argentino. Se ha buscado algunas distracciones en América, si bien empiezan a fallarle los chollos. Los socialistas, estando en el Gobierno, le pidieron al Presidente Santos de Colombia que lo contratara, y éste accedió por motivos que sólo los mercados conocen. Pero ya le han anunciado que su asesoría se halla en trance de liquidación. En Ecuador, el Colegio de Abogados se querelló contra el asesor, con el argumento de que cobraba mucho dinero y no asesoraba nada. Pero el puesto que doña Bótox se inventó para él se mantiene, por ahora, firme y seguro. Que una Presidenta que ha confiscado, robado y se ha apropiado de una sociedad con mayoría de capital español tenga a su lado a un asesor español, no suena bien. Para mí, que el escolta de Baltasar Garzón, que ya no es nadie en España, haría bien en pagárselo el Gobierno de doña Bótox, que es al que sirve. Y que fuera un escolta argentino, no un policía español, tan necesario en los despachos de investigación o en la calle.
Porque un escolta es eso. Una persona que cuida de la seguridad del escoltado, no un maletero. Y ya le ha advertido el Ministerio del Interior al asesor Garzón que si persiste en utilizar a su agente de seguridad en asuntos domésticos o como portador de maletas, puede quedarse sin su escolta en menos que canta un gallo. El gran problema de Garzón no es otro que el de la incoherencia. Es un marxista con aficiones de millonario. Le encantan las entradas de barrera o burladero en los toros, siempre gratis total. Le apasiona el mundo de la caza, más de pelo que de pluma, más de montería buena que de ojeo perdicero. Y le apasiona escribir a don Emilio Botín con un «Querido Emilio» para pedirle dinero, más o menos como si yo fuera, que lo conozco desde que era niño y me puedo permitir ese lujo, no el de pedirle dinero, sino el de dirigirme a él con un «querido Emilio» que no suene a pelota. A Garzón, además, le hace tilín la buenísima mesa de los grandes restaurantes, y disfruta con la comida de altura y los caldos de reserva. Cuando viaja, lo hace en primera clase, costumbre que entiendo a la perfección, porque en primera clase se viaja mejor que en clase turista y los mimos son más acariciadores. Después es un hombre de izquierdas, y ahí está la falta de coordinación entre la consecuencia y la incoherencia, con triunfo absoluto de la segunda opción.
Un escolta oficial, como si es privado, es una persona formada para tal fin con dedicación y estudios. En el caso de los escoltas oficiales, es decir, pertenecientes a la Policía Nacional, precisan del cumplimiento de los cursos correspondientes en la Academia de Ávila, más los años y pruebas que acrediten su especialización. Llevan un arma, y saben que deben usarla si su escoltado o protegido es atacado. Normalmente, los escoltas policías cubren la seguridad de personalidades oficiales o de ciudadanos meridianamente amenazados o sujetos a posibles acciones terroristas contra sus personas. Con Garzón, el asesor de doña Bótox, el Gobierno de Rajoy ha sido generoso, y le mantiene un escolta por la relevancia que tuvo en el pasado. Me parece bien.
Lo que me parece mal es que sea asesor de la presidenta que se ha apropiado de una empresa española que ha invertido miles de millones de euros en Argentina y ha descubierto riquezas que los argentinos ignoraban. Me parece mal que sea asesor de una presidenta que amenaza a las empresas españolas allí establecidas, cuando España fue la única nación que se mantuvo al lado de Argentina durante el doloroso «corralito». Y me parece mal que abuse de los servicios de un escolta usándolo de maletero. Para cubrirle ese servicio, que se dirija a Aena o la Renfe. No al Ministerio del Interior.
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