martes, 20 de agosto de 2013

EVANGELIO DEL DÍA Y MEDITACIÓN.

Lectura del santo evangelio según san Mateo 19, 23-30.

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Os aseguro que difícilmente entrará un rico en el reino de los cielos. Lo repito: Más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja que a un rico entrar en el reino de Dios.»
Al oírlo, los discípulos dijeron espantados: «Entonces, ¿quién puede salvarse?»
Jesús se les quedó mirando y les dijo: «Para los hombres es imposible; pero Dios lo puede todo.»
Entonces le dijo Pedro: «Pues nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido; ¿qué nos va a tocar?»
Jesús les dijo: «Os aseguro: cuando llegue la renovación, y el Hijo del hombre se siente en el trono de su gloria, también vosotros, los que me habéis seguido, os sentaréis en doce tronos para regir a las doce tribus de Israel. El que por mí deja casa, hermanos o hermanas, padre o madre, mujer, hijos o tierras, recibirá cien veces más, y heredará la vida eterna. Muchos primeros serán últimos y muchos últimos serán primeros.»

II. Compartimos la Palabra

San Bernardo, el doctor melifluo, se ganó el título en vida, por las expresiones que le hicieron tan famoso. Pío XII lo consagró, de alguna forma, cuando el 24 de mayo de 1953, al cumplirse el VIII centenario de su muerte, publicó la encíclica “Doctor mellifluus”, justificándolo y comentándolo.
Todo comenzó con una entrega íntegra y contagiosa al Señor, al sentir la llamada a la vida religiosa. Sin demora alguna, fue al monasterio del Císter y pidió ser admitido. Con gran alegría suya y no menos de la comunidad, el Prior, San Esteban, lo admitió inmediatamente. Al poco tiempo, 5 hermanos suyos, un tío y 31 compañeros hicieron lo mismo.
Este detalle basta para introducir su vida santa, durante la cual llegó a fundar más de 300 conventos y consiguió que, en sus manos, más de 900 monjes hicieran su profesión religiosa. Veamos brevemente una de las notas evangélicas, que proclamamos hoy como Palabra de Dios, en la que apoyó su vida y su santidad.
  •  El dinero y la riqueza

Por honradez, hay que empezar pidiendo disculpas por hablar del dinero en un momento y en medio de una sociedad donde cada vez escasea más; por permitirnos el lujo de disertar sobre su bondad o malicia, cuando para tantos el problema es anterior, de si es o no es; y, en caso de que sea, dónde y en qué bolsillos. Jesús no quiso ofender a nadie con sus palabras. Nosotros, tampoco. Nos gustaría, por honradez y por delicadeza, colocarnos en el terreno en el que se coloca Jesús, Así, su enseñanza nos será provechosa en la tesitura en la que nos encontremos.
Hay que empezar diciendo que el dinero no es malo, es bueno y necesario. Lo necesitamos todos para vivir, y, cuando nos falta o escasea, malvivimos y sufrimos para sobrevivir. El problema está, como siempre, en nosotros, en nuestro corazón. De forma que, dicho con todo respeto, hay ricos con un corazón pobre, y pobres con un corazón de ricos. El problema está en la acumulación de dinero, en la riqueza y/o en el deseo de tenerla. Uno de los frutos de esa acumulación es el poder, y con él, la explotación. Allí donde ésta se dé, no puede haber fraternidad, Dios no puede ejercer su paternidad de la misma forma sobre unos –pobres- y otros, -ricos. 
  • “Entonces, ¿quién puede salvarse?”

“Imposible para los hombres. No para Dios”. Pero, la salvación, don de Dios, viene preparada por actitudes anteriores que son posibles para nosotros, como personas humanas. Dejemos a Dios que haga lo suyo, y centrémonos en quitar obstáculos y en preparar el terreno para que más fácilmente pueda actuar.
En este sentido, la Palabra de Dios nos interpela hoy sobre el sentido de la vida, la vocación humana en general y en particular, el valor y sentido de los bienes de este mundo. Con estas premisas, se verá cómo hartura y riqueza son distintas de vida digna; ejercer poder, a veces explotación, no tiene nada que ver con la fraternidad del Reino; el egoísmo es lo contrario de la solidaridad; transparencia en la gestión no se lleva bien con las marrullerías, astucias y trampas a todos los niveles. En definitiva, el hombre no puede salvarse, pero sí puede limpiar el corazón, sí puede ser honrado, sincero, solidario y fraterno. Y, en un terreno abonado con estas actitudes evangélicas es donde el Señor puede, quiere y ha prometido salvarnos.
Fray Hermelindo Fernández Rodríguez 
La Virgen del Camino 

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