viernes, 30 de agosto de 2013

¿QUÉ OFRECE EL SILENCIO?

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Durante el mes de septiembre, el Papa Francisco tiene como intención general el valor del silencio, y reza para “que los hombres y mujeres de nuestro tiempo, a menudo abrumados por el bullicio, redescubran el valor del silencio y sepan escuchar a Dios y a los hermanos”, informa el Apostolado de la Oración en su web.
 


¿Para qué estar en silencio? ¿Qué aporta? Benedicto XVI ofrecía algunas respuestas en su  mensaje para la Jornada Mundial de las Comunicaciones del año pasado, recogido en el portal catholic.net.
 


El documento destaca que el silencio no es ausencia de sonido sino “parte integrante de la comunicación sin el que no existen palabras con densidad de contenido”.
 


En el silencio también escuchamos, muestra Benedicto XVI, “nos conocemos mejor a nosotros mismos; nace y se profundiza el pensamiento, comprendemos con mayor claridad lo que queremos decir o lo que esperamos del otro; elegimos cómo expresarnos”.
 


Igualmente es necesario el callarse, porque, explica, “se permite hablar a la persona que tenemos delante, expresarse a sí misma; y a nosotros no permanecer aferrados sólo a nuestras palabras o ideas, sin una oportuna ponderación”.
 


Benedicto XVI pone algunos ejemplos de esta necesidad del silencio: en él, explica, “se acogen los momentos más auténticos de la comunicación entre los que se aman: la gestualidad, la expresión del rostro, el cuerpo como signos que manifiestan la persona” y continúa, “hablan la alegría, las preocupaciones, el sufrimiento, que precisamente en él encuentran una forma de expresión particularmente intensa”.
 


El silencio, además no es una comunicación sencilla sino que se vuelve exigente, porque “evoca la sensibilidad y la capacidad de escucha que a menudo desvela la medida y la naturaleza de las relaciones” y permite, “discernir lo que es importante de lo que es inútil y superficial”.
 


El silencio y Dios
 


El silencio “permite a quien se interroga entrar en lo más recóndito de sí mismo y abrirse al camino de respuesta que Dios ha escrito en el corazón humano”, explica en su mensaje Benedicto XVI, y muestra cómo en las distintas tradiciones religiosas la soledad y el silencio son espacios privilegiados para reencontrarse consigo mismas y con la Verdad.
 


En su mensaje, explica cómo Dios habla a través del silencio: “En el silencio de la cruz habla la elocuencia del amor de Dios vivido hasta el don supremo; después de la muerte de Cristo, la tierra permanece en silencio y en el Sábado Santo, cuando "el Rey está durmiendo y el Dios hecho hombre despierta a los que dormían desde hace siglos" resuena la voz de Dios colmada de amor por la humanidad”.
 


Es por ello que defiende la contemplación silenciosa que “nos sumerge en la fuente de Amor, que nos conduce hacia nuestro prójimo, para sentir su dolor y ofrecer la luz de Cristo, su Mensaje de vida, su don de amor total que salva” y de ella emerge, “aquella Palabra eterna por medio de la cual se hizo el mundo”.
 


Benedicto XVI concluye recordando la dualidad de palabra y silencio: “Aprender a comunicar quiere decir aprender a escuchar, a contemplar, además de hablar, y esto es especialmente importante para los agentes de la evangelización”.
 
“Silencio y palabra –destaca- son elementos esenciales e integrantes de la acción comunicativa de la Iglesia”.

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