miércoles, 28 de agosto de 2013

¿CUANDO, POR QUÉ Y PARA QUÉ INTERVENIR EN SIRIA?

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El conflicto de Siria está suscitando muy diversas interpretaciones. Es un tema internacional muy complicado y tiene muchísimos matices. Por su interés, y para ofrecer luz sobre este tema, publicamos dos líneas editoriales de la Cadena COPE, radio de la Conferencia Episcopal Española, que intenta analizar todos los días los temas de actualidad a la luz del rico Magisterio de la Iglesia.

Editorial 27 de agosto:
 
El inicio del conflicto que azota Siria se inició a finales de 2011. Desde entonces las tropas rebeldes combaten contra el Ejército de Bashar El Assad en una guerra que ha provocado el éxodo de millones de sirios, de entre los que más de un millón son niños. La ONU calcula que el número de muertos como consecuencia de esta guerra asciende a 60.000. Y, sin embargo, hasta el pasado día 21 de agosto ningún Gobierno del mundo, Organismo internacional, medio de comunicación o intelectual de prestigio había reclamado en voz alta la intervención, militar o humanitaria en Siria, para defender los derechos de unos ciudadanos a quienes su Gobierno estaba masacrando.

Algo ha cambiado a raíz de las imágenes que daban cuenta de la muerte de ciudadanos sirios asesinados a consecuencia del uso de armas químicas. La prensa internacional reclama la intervención y las cancillerías de Francia, Gran Bretaña y Estados Unidos se están moviendo al más alto nivel para dilucidar, pese a los riesgos y las reticencias, si debe haber, o no, intervención militar. Hasta la Rusia de Putin, defensora del tirano El Assad, ha pedido a Siria que deje trabajar libremente a los inspectores de Naciones Unidas para que determinen si realmente el Ejército sirio ha usado armas química.

A los militares tocará dilucidar cuándo y cómo llevar a cabo la intervención en caso de que así se decida. Pero antes tendrán que ser otros, entre los que están también la Liga Árabe y Naciones Unidas, quienes tomen la decisión sin ignorar su finalidad última. Los ciudadanos sirios tienen derecho a vivir en paz y a gozar de un Gobierno que les defienda. Y esto incluye a los cristianos, víctimas del poder militar del Ejército de El Assad, pero también de la violencia de los rebeldes sirios. De nada servirá liberar Siria del poder de un tirano si el horizonte que aguarda a los sirios es el de caer en manos de un radicalismo yihadista que compromete la libertad de los pueblos y amenaza con extenderse allí donde solo hace tres años parecía brotar la primavera árabe.

Editorial 28 de agosto:

Sin esperar al informe de los enviados de la ONU a Siria que investigan sobre el terreno el uso de armas químicas contra la población civil, Estados Unidos ha llegado a la conclusión de que el autor del ataque que arrojó  más de 1.300 víctimas, ha sido el dictador Bachar el Asad. La consecuencia de esta convicción sin pruebas fehacientes va a ser, salvo sorpresa de última hora, un ataque fulminante contra “puntos sensibles” del régimen, al que se quiere castigar por haber cruzado la “línea roja” trazada por las convenciones internacionales que prohíben el uso de armas químicas en los conflictos armados. Vamos a asistir, por tanto, a una intervención militar occidental en una guerra civil, donde el diálogo se ha hecho prácticamente imposible por la participación de las milicias terroristas reclutadas por la banda “Al Qaída”, que aspira a instaurar una dictadura teocrática en Siria y contra las cuales nada ha hecho Occidente.
 
Esto quiere decir que, en el mejor de los casos, se va a debilitar militarmente al régimen de Asad en un intento de “equilibrar” las fuerzas del régimen con una oposición que, a su vez, está siendo armada por los propios países occidentales y por los emiratos del Golfo. La pregunta obligada es qué pasará el “día después” del ataque occidental: si la guerra civil se intensificará más aún, si el conflicto se extenderá al Líbano donde se encuentran las milicias chiitas de Hezbolá que apoyan a Asad, si “Al Qaída” se alzará con la victoria y, sobre todo, cual será la respuesta de Rusia e Irán, los dos grandes aliados de Siria. Lo lamentable es que no puede decirse que ni la ONU, ni Estados Unidos, han hecho todo lo posible por facilitar un auténtico diálogo entre los contendientes, tal y como pedía de manera apremiante, el pasado fin de semana, el Papa Francisco. Como ya ocurrió en Irak, nos encontramos ante un nuevo fracaso de la humanidad de consecuencias imprevisibles.

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