¿Qué preferimos para nuestro día a día ser o parecer?
Muchos nos enfrascamos en adquirir un imagen que nos prestigie y nos diferencie de los demás. Cuanto más separados estemos del resto será mejor y si nos podemos posicionar en un pequeño pedestal que realce todo cuanto somos o creemos ser el objetivo se habrá cumplido.
Una vez conseguido esto, que es fácil de hacer porque el “parecer” no implica grandes sacrificios personales pues no tienes que actuar desde la coherencia personal, ofreciendo tus puntos de vistas, defediendo con valentía en todo cuanto crees sino que en una pose, una imagen superflua sin gran contenido, entonces y solo entonces te convertirás en un referente para “este” mundo.
Nos entregamos en todo momento al “parecer” y vamos perdiendo el norte y el tiempo para cultivar y engrandecer el “ser” en toda su grandeza y dimensión.
Podemos ser honrados, coherentes, valientes, caritativos, trabajadores, serviciales. Debemos ser buenos cristianos, unos verdaderos discípulos de Cristo, y hacer nuestro el Mensaje que Él nos dejó, vivirlo desde la intimidad hasta extrapolarlo en todos nuestros ambientes, cercanos y lejanos, en los que estemos. Estamos obligados a ser unos eficaces evangelizadores de la Buena Nueva del Reino de Dios y todo lo que ello implica. Ser de Cristo es ser y vivir desde la coherencia tu fe y los valores que la fundamentan.
Esto nos puede afectar, tanto en cuanto, que no seamos muy cómodos para algunos porque nuestro Reino no es la Tierra sino el Cielo y no le damos la importancia tan trascendental, que muchos creen que tienen, al dinero, la posición social, al “que dirán”, el poder como mecanismo para hacernos nosotros los fuertes despreciando y pisoteando a los que nos rodean o nos quieren rodear. Para los que nos consideramos hijos de un mismo Dios “los otros” son nuestros hermanos, los padecimientos los compartimos como nuestros, el amor se entrega a todos sin condición, sin buscar dádivas ni agradecimientos, no somos primeros sino últimos, no queremos primeros puestos ni estar en la cima de la montaña porque preferimos subir por la misma ladera que lo hacen los demás y si llegamos los últimos por ayudar a los que les cuesta subir podemos considerarnos dichosos.
Ser de esta forma y condición no nos dará crédito, fama, prestigio, popularidad en un mundo tan alejado de lo divino y tan subyugado a lo humano aunque seremos inmensamente ricos porque gozaremos de abundacia espiritual que es el verdadero depósito y secreto de la eterna y verdadera felicidad.
Ahora, lo más congruente será el ser y el parecer la misma cosa. Si somos buenos, entregados, serviciales, trabajadores, buenas personas también debemos parecerlo porque el caramelo tiene su envoltorio y todo es un conjunto del mismo.
A todos los que estáis instalados en esa pobreza del parecer sin ser absolutamente nada que pueda favorecer y hacer la vida más fácil y agradable a los demás, a todos los que os olvidáis, por descuido o a propósito, de que más vale un trozo de pan junto al Señor que el mayor de los manjares obviando al mismo y lo que Él significa, os diré que estáis en el camino errado, el que no vale la pena transitarlo porque al final de la vida, por muy alto que estemos situados en nuestros respectivos pedestales, tenemos que mirar hacia arriba y entonces comprenderemos que hemos desperdiciado todo cuanto se nos dio. Piensa que ya será tarde para cualquier mínima reacción.
Aprovechemos lo que nos queda de vida, solo Dios sabe el día y hora de nuestra marcha, para ser auténticos y buenos hijos que se glorían en el Padre y por Él entregan todo su ser.
Recibe mi querido hermano un fuerte abrazo y que Dios te bendiga.
Jesús Rodríguez Arias
Muchos nos enfrascamos en adquirir un imagen que nos prestigie y nos diferencie de los demás. Cuanto más separados estemos del resto será mejor y si nos podemos posicionar en un pequeño pedestal que realce todo cuanto somos o creemos ser el objetivo se habrá cumplido.
Una vez conseguido esto, que es fácil de hacer porque el “parecer” no implica grandes sacrificios personales pues no tienes que actuar desde la coherencia personal, ofreciendo tus puntos de vistas, defediendo con valentía en todo cuanto crees sino que en una pose, una imagen superflua sin gran contenido, entonces y solo entonces te convertirás en un referente para “este” mundo.
Nos entregamos en todo momento al “parecer” y vamos perdiendo el norte y el tiempo para cultivar y engrandecer el “ser” en toda su grandeza y dimensión.
Podemos ser honrados, coherentes, valientes, caritativos, trabajadores, serviciales. Debemos ser buenos cristianos, unos verdaderos discípulos de Cristo, y hacer nuestro el Mensaje que Él nos dejó, vivirlo desde la intimidad hasta extrapolarlo en todos nuestros ambientes, cercanos y lejanos, en los que estemos. Estamos obligados a ser unos eficaces evangelizadores de la Buena Nueva del Reino de Dios y todo lo que ello implica. Ser de Cristo es ser y vivir desde la coherencia tu fe y los valores que la fundamentan.
Esto nos puede afectar, tanto en cuanto, que no seamos muy cómodos para algunos porque nuestro Reino no es la Tierra sino el Cielo y no le damos la importancia tan trascendental, que muchos creen que tienen, al dinero, la posición social, al “que dirán”, el poder como mecanismo para hacernos nosotros los fuertes despreciando y pisoteando a los que nos rodean o nos quieren rodear. Para los que nos consideramos hijos de un mismo Dios “los otros” son nuestros hermanos, los padecimientos los compartimos como nuestros, el amor se entrega a todos sin condición, sin buscar dádivas ni agradecimientos, no somos primeros sino últimos, no queremos primeros puestos ni estar en la cima de la montaña porque preferimos subir por la misma ladera que lo hacen los demás y si llegamos los últimos por ayudar a los que les cuesta subir podemos considerarnos dichosos.
Ser de esta forma y condición no nos dará crédito, fama, prestigio, popularidad en un mundo tan alejado de lo divino y tan subyugado a lo humano aunque seremos inmensamente ricos porque gozaremos de abundacia espiritual que es el verdadero depósito y secreto de la eterna y verdadera felicidad.
Ahora, lo más congruente será el ser y el parecer la misma cosa. Si somos buenos, entregados, serviciales, trabajadores, buenas personas también debemos parecerlo porque el caramelo tiene su envoltorio y todo es un conjunto del mismo.
A todos los que estáis instalados en esa pobreza del parecer sin ser absolutamente nada que pueda favorecer y hacer la vida más fácil y agradable a los demás, a todos los que os olvidáis, por descuido o a propósito, de que más vale un trozo de pan junto al Señor que el mayor de los manjares obviando al mismo y lo que Él significa, os diré que estáis en el camino errado, el que no vale la pena transitarlo porque al final de la vida, por muy alto que estemos situados en nuestros respectivos pedestales, tenemos que mirar hacia arriba y entonces comprenderemos que hemos desperdiciado todo cuanto se nos dio. Piensa que ya será tarde para cualquier mínima reacción.
Aprovechemos lo que nos queda de vida, solo Dios sabe el día y hora de nuestra marcha, para ser auténticos y buenos hijos que se glorían en el Padre y por Él entregan todo su ser.
Recibe mi querido hermano un fuerte abrazo y que Dios te bendiga.
Jesús Rodríguez Arias
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