El pasado fin de semana se llevó a cabo la octava edición de la Conferencia Nacional de la Asociación de Líderes Católicos (CALL, por sus siglas en inglés) en un hotel de la ciudad de Los Ángeles, California.
Con el título de “Construyendo una cultura de fe”, el encuentro tuvo como anfitrión a uno de los fundadores de la CALL, monseñor José Gómez, arzobispo de Los Ángeles.
EE UU se ha alejado de sus ideales fundacionales
Monseñor Gómez y monseñor Charles Chaput, actual arzobispo de Filadelfia y otro de los fundadores de la CALL, habían coincidido en Denver, el primero como obispo auxiliar de esa diócesis y monseñor Chaput como arzobispo metropolitano.
La intención era y sigue siendo crear una organización sólida, profesional, que apoye a los líderes católicos hispanos y pueda volver más fecunda todavía la aportación que hacen al catolicismo de los Estados Unidos; un nación que, en palabras de monseñor Chaput, “se ha vuelto cada vez más confusa, y más y más lejana de sus ideales fundacionales”.
En el encuentro participaron, además de los arzobispos de Los Ángeles y Filadelfia, el cardenal Francis George, de Chicago; monseñor Salvatore J. Cordileone, arzobispo de San Francisco y monseñor José Octavio Ruiz Arenas, secretario del Consejo Pontificio para la Promoción de la Nueva Evangelización, entre otras personalidades, así como numerosos líderes latinos de Estados Unidos.
La conferencia de monseñor Chaput, “Por qué la fe importa”, ha sido una de las más seguidas durante el encuentro, sobre todo porque ha tocado la potencia y la decadencia moral que representan hoy los latinos para la Iglesia estadounidense.
La huella latina en la Unión Americana
Antes, hay que recordar que los hispanos han contribuido con el 71% del crecimiento de la Iglesia católica en Estados Unidos desde 1960 hasta la fecha y que representan poco más del 35% de todos los católicos en ese país.
En la actualidad, casi 5.000 de las 19.000 parroquias en Estados Unidos ofrecen misas en español y la arquidiócesis de Los Ángeles, con sus 4.176.286 fieles, y su 46,7% de latinos, es una de las demarcaciones eclesiásticas más grandes del mundo.
En este contexto, el arzobispo de Filadelfia recordó en su conferencia que el 70% de los hispanos residentes o trabajadores en Estados Unidos nacidos en el extranjero son católicos; pero sólo el 40% de la tercera generación de hispanos lo son en la actualidad.
La tasa de abortos entre los latinos es más alta que el promedio nacional. Igualmente, el apoyo hispano al "matrimonio" del mismo sexo creció del 31% en 2006 al 52 por ciento en 2012.
"Creo que el arzobispo José y yo probablemente subestimamos la capacidad de la cultura americana de digerir y redirigir cualquier nueva influencia que viniese de fuera de nuestras fronteras", dijo en su conferencia monseñor Chaput refiriéndose a la asimilación cultural de los latinos a la cultura de Estados Unidos.
Un perfil que ya no se distingue
La cultura de consumo del país más poderoso del mundo ha logrado capturar a los latinos y, con ello, relativizar las posiciones como las referentes a la vida y a la familia, posiciones arraigadas entre los latinos pero que en Estados Unidos se esfuman o se desvanecen.
"En cierto modo, el perfil social y político de los hispanos es apenas distinguible de las tendencias nacionales estadounidenses. La idea de que los latinos, simplemente por su presencia, pudiesen restaurar la capacidad moral de nuestro discurso público es una ilusión", señaló el arzobispo Chaput, quien durante mucho tiempo ha sido el líder del Foro sobre Libertad Religiosa que sostiene el Gobierno de la Unión Americana.
Sin embargo –para monseñor Chaput-- los hispanos representan una inmensa reserva de bondad en la medida en que no abandonen su fe católica y no se la dejen arrebatar por el universo del consumo.
Finalmente, como parte central de su conferencia, monseñor Chaput subrayó que la fe importa “porque la esperanza y el amor no pueden soportar el peso del sufrimiento en el mundo sin ella; (…) porque nos recuerda que hay bondad en el mundo y significado para cada vida, y que vale la pena luchar por las cosas que nos hacen humanos. La fe importa porque nos impulsa a hacer lo que es correcto".
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