Lo reconozco ya a mis cuarenta y tres años largos me gusta tomarme la vida “a mi manera”.
Admito que ya no tengo grandes pretensiones, ni ambiciono grandes “poderes” ni destacados lugares porque, en definitiva, lo que a mi me gusta es trabajar en los campos que abarco y hacerlo alejado de cualquier protagonismo personal e “intransferible”.
Hace ya muchos años que me instalé en esa “atalaya del olvido voluntario” donde todo se divisa de otra forma, de otro modo. Con eso no quiere decir que haya dejado aparcado mis inquietudes, mi pasión por dedicarme a lo que en realidad vale la pena en mi vida.
Soy de esos que me gustan todas las épocas del años, de todas disfruto como las maravillas del Señor que son, aunque si tengo que elegir prefiero la primavera y el otoño. Los extremos no me van: Ni en frío, ni en calor, ni en nada. Más bien los considero peligrosos porque no admiten réplicas ni modo distintos de ver las cosas.
El final del verano, con el otoño ya en ciernes, es un tiempo para el sosegamiento y paz donde se puede disfrutar de todo lo que Dios nos pone más y mejor. Cuando, sobre las siete de cada mañana, voy sentado en el vagón del tren, que me trae y lleva todos los días, aprovecho para leer, el libro que en ese momento toque porque para cada momento hay una lectura, y lo hago nutriéndome y gozando cada instante. Son minutos extraordinarios que apetecerían que fueran horas.
Se acercan momentos de tertulias porque estas se dan más en el frío que en el calor, de disfrutar de todo y con todo “a mi manera”.
La madurez implica que observes la vida con otros ojos, sabiendo que tú no puedes hacer nada para alterar las cosas preestablecidas porque todo está en manos de Dios Padre, más bien la misma me ha enseñado que lo mejor que puedo hacer es abandonarme en Sus Brazos y haciéndolo así encuentro una felicidad que no da nada, esa felicidad que muchos buscan y pocos encuentran porque no han sabido o no han querido perderse en el Inmenso Amor de Cristo.
Con los años te vas dando cuenta, por que lo has llegado a comprobar en primera persona, es que el hombre propone y Dios dispone. No sé cuantos proyectos he estado inmerso en mi vida en los cuales tenía una percepción, una forma de enfocar las cosas hasta llegar hacer de los mismos parte muy importante de mi propia existencia aparcando otras que lo eran y son mucho más. Al final te das cuenta de que lo que te propusiste, lo que a ciencia cierta te prefijaste, poco o nada tiene que ver con la realidad. Dios ha dispuesto de la forma que le ha parecido mejor y que siempre, a la larga, resulta ser para nuestro bien.
Mi implicación en lo que se refiere al apostolado es total, a ello dedico mi vida, mis días, mis conocimientos y mis ratos de asueto. Siempre digo que Dios me ha bendecido con dos talentos: La palabra y la escritura aunque me he dado cuenta más bien tarde he encaminado mi existencia a evangelizar por medio de estos dones. Que si el blog, artículos de opinión, disertaciones, comunicaciones, exaltaciones..., todo con el fin de ensalzar al Amor de los Amores que es Cristo Jesús así como propagar los principios que fundamentan nuestra fe.
Cuando escribo y hablo tengo muy presente al Señor así cuando camino por la calle, hago senderismo, estoy en mi casa, en mi pueblo, con mis amigos, en una tertulia, en mi trabajo... Todo momento es bueno para acordarse del Padre y darlo a conocer a aquellos que todavía no se han dejado prender por Él.
Con los años y experiencias de vida te vas dando cuenta de que existen pocas fidelidades y muchas lealtades, que tienes que marcar tu camino con un claro código de honor donde la integridad, la coherencia, la sinceridad y la valentía estén siempre encima del tapete. Con el devenir de los días vas asumiendo que los días tienen nada más y nada menos que veinticuatro horas.
Cada vez te molestan menos las críticas y los insultos te hacen menos daño. Vas dándote cuenta de que no todos los que te rodean son amigos tuyos, ni tienen por qué serlos, sino peregrinos en un camino donde cada uno tienen su misión. Me quiero quedar con lo bueno de las personas que ya no están en mi vida y olvidar todo lo malo que un día pudiera haber.
¡Claro! Con esta forma de encarar la vida no es de extrañar que cada vez asuma menos cargos de representación y prefiera ser de esos que están los últimos en la fila, me crea menos las alabanzas, ¡Dios me libre del día de las mismas!, y los panegíricos que te pueden hacer en un momento dado y no es porque dude de la buenas intenciones del otro sino que me conozco bien y no soy merecedor para nada de las mismas. Un reloj es una máquina precisa y extraordinaria que si falla una minúscula pieza se para y se vuelve inservible. El reloj, su diseño, sus características es la imagen aunque lo que en realidad es imprescindible es el diminuto engranaje que lo hace funcionar.
Estoy en esa etapa de la vida en la cual no eres ni mayor ni joven. Abarcas una horquilla muy amplia donde se divisa todo en perspectiva. Para los más jóvenes eres de confianza porque representa la siguiente etapa de la vida y para los mayores también porque ya te ven dentro de la madurez en la cual ellos llevan tiempo instalados. Con lo cual, con todos te relacionas y de todos aprendes.
Ahora me hallo inmerso en varios proyectos que me motivan y me ilusionan, otros que me preocupan aunque son esperanzadores y otros, que por lógica, deben terminar porque uno debe saber cuando ya no es necesario.
...Y así pasan los días, entre lecturas y disquisiciones, escribiendo cuanto pasa por mi alma, observando lo bello que nos ofrece el mundo: Que si una puesta de sol en el mar o perdiendo la mirada allá en el firmamento donde las montañas forman siluetas de extraordinaria majestuosidad, conversando sin guión establecido o defendiendo una ponencia dentro del marco donde haya sido convocado. Continuamente al lado de mi mujer, con la familia, en algunas ocasiones con los amigos y siempre con Dios.
Así siguen pasando los días que desde mi particular atalaya los seguiré viviendo, pese a quien pese, “a mi manera”.
Recibe un fuerte abrazo y que Dios te bendiga.
Jesús Rodríguez Arias
Admito que ya no tengo grandes pretensiones, ni ambiciono grandes “poderes” ni destacados lugares porque, en definitiva, lo que a mi me gusta es trabajar en los campos que abarco y hacerlo alejado de cualquier protagonismo personal e “intransferible”.
Hace ya muchos años que me instalé en esa “atalaya del olvido voluntario” donde todo se divisa de otra forma, de otro modo. Con eso no quiere decir que haya dejado aparcado mis inquietudes, mi pasión por dedicarme a lo que en realidad vale la pena en mi vida.
Soy de esos que me gustan todas las épocas del años, de todas disfruto como las maravillas del Señor que son, aunque si tengo que elegir prefiero la primavera y el otoño. Los extremos no me van: Ni en frío, ni en calor, ni en nada. Más bien los considero peligrosos porque no admiten réplicas ni modo distintos de ver las cosas.
El final del verano, con el otoño ya en ciernes, es un tiempo para el sosegamiento y paz donde se puede disfrutar de todo lo que Dios nos pone más y mejor. Cuando, sobre las siete de cada mañana, voy sentado en el vagón del tren, que me trae y lleva todos los días, aprovecho para leer, el libro que en ese momento toque porque para cada momento hay una lectura, y lo hago nutriéndome y gozando cada instante. Son minutos extraordinarios que apetecerían que fueran horas.
Se acercan momentos de tertulias porque estas se dan más en el frío que en el calor, de disfrutar de todo y con todo “a mi manera”.
La madurez implica que observes la vida con otros ojos, sabiendo que tú no puedes hacer nada para alterar las cosas preestablecidas porque todo está en manos de Dios Padre, más bien la misma me ha enseñado que lo mejor que puedo hacer es abandonarme en Sus Brazos y haciéndolo así encuentro una felicidad que no da nada, esa felicidad que muchos buscan y pocos encuentran porque no han sabido o no han querido perderse en el Inmenso Amor de Cristo.
Con los años te vas dando cuenta, por que lo has llegado a comprobar en primera persona, es que el hombre propone y Dios dispone. No sé cuantos proyectos he estado inmerso en mi vida en los cuales tenía una percepción, una forma de enfocar las cosas hasta llegar hacer de los mismos parte muy importante de mi propia existencia aparcando otras que lo eran y son mucho más. Al final te das cuenta de que lo que te propusiste, lo que a ciencia cierta te prefijaste, poco o nada tiene que ver con la realidad. Dios ha dispuesto de la forma que le ha parecido mejor y que siempre, a la larga, resulta ser para nuestro bien.
Mi implicación en lo que se refiere al apostolado es total, a ello dedico mi vida, mis días, mis conocimientos y mis ratos de asueto. Siempre digo que Dios me ha bendecido con dos talentos: La palabra y la escritura aunque me he dado cuenta más bien tarde he encaminado mi existencia a evangelizar por medio de estos dones. Que si el blog, artículos de opinión, disertaciones, comunicaciones, exaltaciones..., todo con el fin de ensalzar al Amor de los Amores que es Cristo Jesús así como propagar los principios que fundamentan nuestra fe.
Cuando escribo y hablo tengo muy presente al Señor así cuando camino por la calle, hago senderismo, estoy en mi casa, en mi pueblo, con mis amigos, en una tertulia, en mi trabajo... Todo momento es bueno para acordarse del Padre y darlo a conocer a aquellos que todavía no se han dejado prender por Él.
Con los años y experiencias de vida te vas dando cuenta de que existen pocas fidelidades y muchas lealtades, que tienes que marcar tu camino con un claro código de honor donde la integridad, la coherencia, la sinceridad y la valentía estén siempre encima del tapete. Con el devenir de los días vas asumiendo que los días tienen nada más y nada menos que veinticuatro horas.
Cada vez te molestan menos las críticas y los insultos te hacen menos daño. Vas dándote cuenta de que no todos los que te rodean son amigos tuyos, ni tienen por qué serlos, sino peregrinos en un camino donde cada uno tienen su misión. Me quiero quedar con lo bueno de las personas que ya no están en mi vida y olvidar todo lo malo que un día pudiera haber.
¡Claro! Con esta forma de encarar la vida no es de extrañar que cada vez asuma menos cargos de representación y prefiera ser de esos que están los últimos en la fila, me crea menos las alabanzas, ¡Dios me libre del día de las mismas!, y los panegíricos que te pueden hacer en un momento dado y no es porque dude de la buenas intenciones del otro sino que me conozco bien y no soy merecedor para nada de las mismas. Un reloj es una máquina precisa y extraordinaria que si falla una minúscula pieza se para y se vuelve inservible. El reloj, su diseño, sus características es la imagen aunque lo que en realidad es imprescindible es el diminuto engranaje que lo hace funcionar.
Estoy en esa etapa de la vida en la cual no eres ni mayor ni joven. Abarcas una horquilla muy amplia donde se divisa todo en perspectiva. Para los más jóvenes eres de confianza porque representa la siguiente etapa de la vida y para los mayores también porque ya te ven dentro de la madurez en la cual ellos llevan tiempo instalados. Con lo cual, con todos te relacionas y de todos aprendes.
Ahora me hallo inmerso en varios proyectos que me motivan y me ilusionan, otros que me preocupan aunque son esperanzadores y otros, que por lógica, deben terminar porque uno debe saber cuando ya no es necesario.
...Y así pasan los días, entre lecturas y disquisiciones, escribiendo cuanto pasa por mi alma, observando lo bello que nos ofrece el mundo: Que si una puesta de sol en el mar o perdiendo la mirada allá en el firmamento donde las montañas forman siluetas de extraordinaria majestuosidad, conversando sin guión establecido o defendiendo una ponencia dentro del marco donde haya sido convocado. Continuamente al lado de mi mujer, con la familia, en algunas ocasiones con los amigos y siempre con Dios.
Así siguen pasando los días que desde mi particular atalaya los seguiré viviendo, pese a quien pese, “a mi manera”.
Recibe un fuerte abrazo y que Dios te bendiga.
Jesús Rodríguez Arias
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