viernes, 1 de junio de 2012

¿QUE DIFERENCIAS HAY ENTRE ESTUDIANTES ESPAÑOLES Y NORTEAMERICANOS?

Sociedad | La Gaceta



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    Estudiantes americanos | Getty Images
    SEIS CLAVES PARA ENTENDERLO

    ¿Qué diferencias hay entre estudiantes españoles y norteamericanos?

    31 MAY 2012 | JOAN TUBAU
  • Cuando se analizan las características en las que difieren losmodelos educativos español y americano, muchas veces se recurre a diferenciar entre los sistemas, y la mentalidad de los jóvenes debe ser un aspecto importante a tener en cuenta.
    Se habla mucho sobre el modelo universitario norteamericano (y los alumnos que produce) pero la mitad de ello son prejuicios y la otra mitad datos inexactos. Existen seis diferencias principales que sacan a la luz la pésima realidad de los estudiantes españoles (unos activos muy sobrevalorados), al mismo tiempo que entendamos las particularidades que hacen del universitario estadounidense el mejor preparado.
    1. Ambición
    Los americanos quieren cambiar el mundo, anhelan las estrellas. No importa el ámbito, todos quieren hacer grandes cosas. La ambición es siempre máxima: triunfar en Goldman Sachs, trabajar en las altas esferas del gobierno o fundar el nuevo facebook. Existe un deseo de cambiar el mundo y son consecuentes con ello. En Barcelona, la aspiración nacional ha sido siempre entrar en laCaixa, comprarse un piso en Gracia y vivir una vida tranquila visitando cada domingo a los suegros. Ahora la oficina bancaria es un bazar chino, no hay dinero para un piso en Badalona y los suegros emigraron a Alemania porque aquí no tenían trabajo. Y lo peor de todo, aceptamos esta situación por nuestra falta natural de ambición.
    2. Predisposición
    No resulta lo mismo que ambición: una cosa es decirlo y otra muy diferente es hacerlo. Willingness, que dicen ellos, la voluntad de hacer algo. ¿Qué sacrificarías para obtener aquello que quieres? ¿How bad do you want it? Allí están dispuestos a pagar el precio del éxito. En Europa siempre amenazamos con hacer grandes cosas pero todo queda siempre en palabras, no ha existido nunca una voluntad de cambio. En buenas intenciones no nos gana nadie, lástima que las cosas sólo cambien mediante acciones (y golpear una cazuela no cuenta). Queremos arreglar el mundo desde el sofá de casa, nuestro farol es fácilmente identificable. La diferencia es abismal, los americanos están dispuestos a sacrificarlo todo con el fin de lograr un objetivo vital: si tienen que trabajar noventa horas semanales en un banco de inversión lo harán sin refunfuñar, luchan por su sueño. Allí nadie garantiza nada (y todos se esfuerzan por conseguir lo que quieren), en España tenemos una jornada laboral regulada de cuarenta horas y no perdonaremos una hora extra. Trabajar allí es un deber, aquí es un derecho. Y así nos va.
    3. Riesgo
    Cuando los jóvenes sólo buscan estabilidad, el país tiene un problema. Existe una aversión injustificada al riesgo entre nuestros estudiantes, desarrollan la mentalidad de un adulto limitando enormemente su carrera profesional. Uno debe arriesgarse cuando no tiene compromisos (hipoteca, hijos, etc.) porque el precio a pagar resulta menor, en América son conocedores de ello y los estudiantes toman sus decisiones sin temer al riesgo inherente a ellas. Un ejemplo: ellos aceptan la movilidad como una oportunidad de crecimiento, para nosotros es la última de las alternativas. La etapa universitaria transcurre allí fuera del hogar preparando la transición a la vida adulta, entienden desde pequeños que no pueden quedarse en casa. Una vez terminan los estudios, si tienen que trabajar en San Francisco, no dudan un segundo en coger las maletas; su mundo no tolera a los cobardes. En España estudiamos una carrera durante siete años sin marcharnos de casa, sobreprotegidos por una familia paternalista. Las distancias son más cortas en Europa pero nadie piensa en coger un avión para buscar trabajo en Londres, incluso fuera de nuestra ciudad; limitamos el mapa migratorio sin comprender que estamos limitando nuestro futuro. La sensación es que a los jóvenes españoles les asusta el mundo exterior, aunque quizá se trate de simple comodidad. Ahora empezamos a cambiar esta mentalidad conservadora (aprendiendo un poco a base de palos) pero el niño sigue sin ver con buenos ojos el riesgo, y el entorno familiar es el principal responsable de ello.
    4. Tiempo
    Los estudiantes americanos viven el momento: entendieron que la vida son cuatro días e intentan disfrutar cada minuto porque saben que todo pasa más rápido de lo que parece. Time is money, que dicen ellos. Tienen muchos proyectos y no hay tiempo que perder. Llegar cinco minutos tarde está considerado una falta grave, hacer perder el tiempo a alguien es casi peor que robarle la cartera. No es que vivan con prisas, es que el día se les hace corto. Un carpe diem a nivel estatal. Consiguen canalizar su hiperactividad presentando siempre notables resultados. Aquí tenemos una percepción diferente del tiempo: no tenemos prisas, nos tomamos la vida con más calma. Almuerzo, vinito, siesta, el día avanza más lento. El tiempo es para ellos un recurso escaso, en España (con un 25% de paro) el tiempo pasa a ser un recurso ilimitado.
    5. Status quo
    El profesor español predica la verdad, el profesor estadounidense estimula criticarla. Las normas están para ser quebrantadas, son descendientes de revolucionarios. Algunos alumnos no siguen el programa del curso, asisten sólo a las clases importantes, leen lecturas recomendadas y presentan a final de curso un trabajo voluntario, aprueban la asignatura centrándose en aquello que les interesa. Uno de los problemas que tenemos en nuestro país son unas estructuras demasiado rígidas y, por supuesto, unos jóvenes dispuestos a respetarlas. Un americano es un producto único en el mundo, tiene unas cualidades inalienables que sólo él ha desarrollado (en las diferencias crece el capitalismo). Los estudiantes nacionales son el producto de una cadena de montaje industrial, resultado de un sistema que no quiere diferencias entre esclavos. La universidad española es la versión moderna de la factoría comunista: todos pensamos igual, todos decimos lo mismo. No hay lugar para disidentes en la facultad. Los americanos no pasan más horas en la biblioteca (incluso diría que menos) pero aprenden mucho más; no son más inteligentes, simplemente se benefician de un sistema mejor. Cuestionan al profesor, el profesor les cuestiona a ellos y termina creándose un clima irrespetuoso con la verdad que favorece la innovación. Tienen emprendedores porque no siguen el camino marcado, sólo aquellos que no aceptan una verdad establecida consiguen generar algo nuevo. Ésta es la razón por la que Estados Unidos seguirá siendo la primera potencia mundial. España no innova porque la innovación está delimitada por un burócrata del gobierno, y ya saben que los científicos rusos no concibieron la existencia del iPod.
    6. Libertad 
    Aunque las becas (públicas y privadas) cubren parte del coste, pocos estadounidenses creen que el gobierno deba pagarles la universidad. La mayoría termina la carrera con una deuda importante con el banco pero nunca escuché a nadie quejarse por ello. Es otra mentalidad: convencidos de sus capacidades, aceptan que tocará trabajar una vez terminen la licenciatura. Y no parecían preocupados por ello, se sentían capaces de devolver el crédito. Aquí estudiamos carreras inservibles financiadas por el contribuyente. No somos una generación sin alternativas, el problema es que hemos escogido mal. Los padres españoles sobreprotegen a los hijos haciéndoles creer que valen más de lo que piensan. Y uno termina diciendo payasadas al estilo de que es indigno que un universitario tenga un salario de mileurista. Perdone pero cobrará por lo que genere, y deje de quejarse. Contrasta la tragicomedia española con el rol de los padres americanos: subvencionan a los hijos hasta que terminan la universidad pero una vez finaliza la carrera entienden que deben seguir su propio camino. Responsabilidad, no ha gustado nunca esta palabra. La libertad tiene un precio y muchos españoles no están dispuestos a pagarlo. Ser responsable de tus propias decisiones resulta un escenario mucho más exigente. Pronto termina la farsa de muchos.

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