miércoles, 3 de octubre de 2012

HACIA EL AÑO DE LA FE Y EL SÍNODO.



2012-10-03 L’Osservatore Romano
El Papa visitará el santuario de Loreto jueves 4 de octubre para «encomendar a la Madre de Dios los principales acontecimientos eclesiales que nos preparamos a vivir: el Año de la fe y el Sínodo de los obispos sobre la nueva evangelización». Ha sido el propio Benedicto XVI quien lo confió a los fieles que participaron en la audiencia general 
 Annibale Carracci, «Virgen de Loreto» (1604-1605, Roma, iglesia de San Onofre)
celebrda en la plaza de San Pedro la víspera de la visita al santuario mariano, donde hace cincuenta años viajó Juan XXIII para encomendar a la Virgen los trabajos del concilio Vaticano II a una semana de su apertura. «Que la Virgen santa —deseó— acompañe a la Iglesia en su misión de anunciar el Evangelio a los hombres y a las mujeres de nuestro tiempo».

Momentos antes el Pontífice, prosiguiendo con sus catequesis dedicadas a la oración, volvió al tema de la liturgia cristiana, a través de la cual —recordó— «hacemos nuestra la lengua de la madre Iglesia, aprendemos a hablar en ella y por ella». En la oración litúrgica, en efecto, «no hablamos sólo como personas individuales, sino que entramos en el “nosotros” de la Iglesia que ora. Debemos transformar nuestro “yo” entrando en este “nosotros”».
La liturgia, por lo tanto, «no es una especie de “auto-manifestación” de una comunidad, sino que es, en cambio, salir del simple “ser-uno-mismo”» para entrar en la universalidad de la Iglesia. La liturgia «es el culto del cielo abierto», porque  «no existen “extranjeros” en la comunidad litúrgica»: en cada celebración «participa junta toda la Iglesia, cielo y tierra, Dios y los hombres». Es importante por ello que el cristiano «se sienta y esté realmente insertado en este “nosotros” universal, que proporciona la base y el refugio al “yo” en el Cuerpo de Cristo, que es la Iglesia».
Por lo demás, la liturgia «no es el recuerdo de acontecimientos pasados, sino que es la presencia viva del Misterio pascual de Cristo que trasciende y une los tiempos y los espacios». La liturgia es esencialmente «acción de Dios en nosotros y con nosotros». Por ello «no es la persona sola —sacerdote o fiel— o el grupo quien celebra la liturgia, sino que la liturgia es primariamente acción de Dios a través de la Iglesia, que tiene su historia, su rica tradición y su creatividad». He aquí la razón por la cual «no puede ser ideada o modificada por cada comunidad o por los expertos, sino que deber ser fiel a las formas de la Iglesia universa

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