Para Raúl Romeva –escribo en español y un corrector del periódico me puso «Raül»-, para María Badia, para Ramón Tremosa y para Ana Miranda, aunque esta última vive en Galicia. Los lectores no habrán olvidado su bizarría. Son los que escribieron a la señora Reding por lo de los aviones. Los del susto y el agobio. La señora Reding no les ha contestado, pero aprovechando que el Llobregat pasa por el Prat ha confirmado que la Unión Europea no aceptaría a Cataluña en su seno separada de España. Pero no es eso lo que me preocupa en estos momentos.
No me gusta asustar a mis semejantes. Sufro con el pavor ajeno. De ahí que me disponga a escribir a los tres asustadizos residentes en Cataluña para evitar que, por un malentendido, puedan ingresar en un hospital como consecuencia de un inoportuno episodio vascular. Bueno, allá voy. Soy un enamorado de la naturaleza, que en su tierra es bellísima y generosa. Y me gusta acompañar a mis amigos cazadores, porque creo que la caza deportiva y limpia es un ejercicio recomendable y benéfico. Un viejo amigo de Barcelona me ha invitado a disfrutar con él de dos días de campo abierto. Y he aceptado. Se trata de un viejo montero muy meticuloso que acostumbra a llevar dos armas. De ahí que me haya invitado tan caritativamente. Él lleva un arma y yo cargo con la otra por si considera necesario su uso.
No soy de los que creen que para ir al campo hay que vestirse de verde. Sombrero verde, jersey verde, camisa verde, pantalones verdes y botas verdes. Los animales saben distinguir perfectamente entre un matorral y un tío vestido de verde. Pero en esta ocasión, por motivos que responden a la casualidad, en mi maleta abunda la ropa verde. Y para cubrirme, he elegido la boina que me entregaron en Alcalá de Henares, en compañía de Antonio Mingote y ante el Rey, cuando nos nombraron a Antonio y a mí «caballeros paracaidistas almogávares de honor». Se trata de la típica boina de paracaidista y es de color negro. Comodísima para cubrirse en la soledad de los espacios abiertos.
Voy a ir, por lo tanto, por tierras de Cataluña, vestido bastante de verde, con una boina de paracaidista y con un arma – enfundada, por supuesto–, colgada del hombro. Si los señores Tremosa y Romeva y la señorita Badia, por un casual, coinciden con nosotros en aquellos parajes no tienen que asustarse. No corran. No pidan socorro ni se lancen por los precipicios y barrancos para ponerse a salvo. Y menos aún, por favor, no escriban a la señora Reding informándole de que la Brigada Paracaidista se ha presentado en Cataluña para caer sobre los independentistas pacíficos y amantes del senderismo. Seremos solamente dos personas las invasoras, y una de ellas es catalán por los cuatro costados. Las armas tienen como objeto usar de ellas si se presenta una res. Mi compañero tiene en su poder toda la documentación en regla, y mi presencia se limita a ejercer con sobriedad mi labor de acompañante y cargador de fardos. La mochila que colgará de mi espalda no llevará ni un paracaídas recogido ni bombas de mano. Portará algún embutido para comer y unas botellas de vino para alegrar el día. Como ahora se ha puesto de moda en perjuicio del idioma español el uso del inglés en Cataluña, llevaré un cartel en la zona frontal de mi cansado cuerpo con la leyenda «No se asusten, please», síntesis de un correcto bilingüismo. Y si, por fas o por nefas, como consecuencia del susto, salen corriendo antes de leer el mensaje, no nos hacemos responsables de sus posibles fracturas, magulladuras, esguinces o torceduras de tobillo. Ánimo, serenidad, firmeza y no se asusten, please.
No hay comentarios:
Publicar un comentario