lunes, 29 de octubre de 2012

GANAS DE LLORAR; POR ALFONSO USSÍA.

La razón



   
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Ganas de llorar; por Alfonso Ussía
Diccionario Inteligente
28 Octubre 12 - - Alfonso Ussía
Los Borbón españoles –no entiendo lo de «los Borbones»– son castizos y populistas. No se lo hacen. Alfonso XII, aconsejado por Cánovas y Sagasta, no permitió a su madre, Isabel II, volver a Madrid en los primeros tiempos de la Restauración. «Hijo, me has jodido y bien jodido», le dijo durante una visita del Rey a París. Agonizaba Alfonso XII y dejaba a su mujer, la Reina Cristina de Habsburgo, embarazada, desconsolada y atribulada por lo que se le venía encima. «Cristina, guárdate el coño, y de Cánovas a Sagasta y de Sagasta a Cánovas».El telegrama «Olé tus cojones» de Alfonso XIII al general Silvestre. Le comentó una señora bastante impertinente a Don Juan que le había impresionado su acento madrileño sin dejes anglosajones. «Yo nací en provincias (La Granja de San Ildefonso), pero hasta que ingresé en la Armada y me fui a San Fernando, viví siempre en Bailén 1». La manera más chula de referirse al Palacio Real de Madrid. Y el Rey es también populista. Habla como un teniente que acaba de abandonar la Academia General Militar de Zaragoza. Tiene el «ao» madrileño pegado a la lengua. «En casa, nadie tiene derecho a decir que está «cansao». A veces se le han criticado con el hígado muchas de sus palabras. En otras ocasiones, sus intervenciones han dado la vuelta al mundo. El «¿Por qué no te callas?» a Chávez, levantó pasiones encontradas. En España, los comunistas se enfadaron bastante, pero el saldo general fue muy positivo y favorable. Ahora en la India, se ha desahogado. «Desde fuera, España se ve mejor. Desde dentro, dan ganas de llorar, pero las penas hay que sobrellevarlas con un cuchillo en la boca y una sonrisa». Lo del cuchillo en la boca es probable que haya asustado a los cuatro firmantes de la carta que mancharon sus gayumbos y bragüelas con el sobrevuelo de los aviones del Ejército del Aire por la comarca de Ripollés. No descarto otra carta a la vicepresidenta de la Comunidad Europea: «Señora, el Rey nos quiere atacar a los catalanes con un cuchillo en la boca». Son así de simplones y asustadizos.
Pero en España, quitando a los de siempre, «i soliti» les llaman los italianos, por no decirles «i tostoni» o «i cognazi», las palabras del Rey han caído bien. Todavía cojo y sin recuperarse totalmente, el Rey está recorriendo el mundo abriendo puertas a las empresas españolas, como el mejor embajador de la «Marca España». Y ha dicho lo que todos pensamos. Que estamos al borde del abismo, que las agencias de calificación «quieren darnos en la cabeza», y no ha calificado de «bruja» a la señora Merkel porque es el Rey y la prudencia diplomática manda. Complace y gusta que al Rey se le entienda, por eso sus palabras son mucho más edificantes cuando salen espontáneamente de su boca que leyendo discursos que otros le escriben tras pasar previamente por la censura del Gobierno de turno. Es cierto que las palabras del Rey siempre son del Rey, pero no es mentira afirmar que en muchas ocasiones el Rey hubiera preferido utilizar un lenguaje más llano y coloquial que el acartonado y políticamente correcto que usan algunos de sus escribidores.
Lo que está claro, y hasta sus más enconados enemigos tienen que reconocerlo, es que nadie ha representado a España en el exterior mejor que el Rey. Por mucho y bien que le preparen los encuentros y los contactos, el que saca adelante los proyectos es su persona y su manera de ser. Fuera de España el Rey es una figura prestigiosa y respetada. Aquí no somos tan generosos. Bien por el Rey.
 

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