Sección - Marinero en tierra
El
paraíso soberanista
Esta semana la agenda política ha estado presidida por
cuestiones relacionadas con independentismo catalán. Los resultados de las
elecciones gallegas y vascas no se están leyendo con la frialdad que requieren
los acontecimientos, sino desde una clave independentista que amenaza como
espada de Damocles toda la vida política nacional.
Las intervenciones de Rajoy en el Senado y de Aznar en la
entrega del premio FAES a Mario Vargas Llosa han tenido como finalidad
responder a lo que los jugadores de mus llamarían: órdago soberanista. El primero denunció la amenaza de Artur Mas en
la entrevista que mantuvo con él y el segundo utilizó el horizonte europeo para
señalar que la ruptura con la Constitución de 1978 supondría la puerta de
salida de Europa. Quizá dentro de poco tengamos que volver a recuperar un
concepto político de la izquierda socialdemócrata alemana que utilizaron María
San Gil y Josep Piqué hace diez años en la ponencia del patriotismo constitucional.
Estas intervenciones no sólo tienen como finalidad recuperar
la iniciativa en un Otoño donde el gobierno parece preocupado únicamente por
las cuestiones numéricas, matemáticas y económicas. Quizá se hayan dado cuenta
de que el liderazgo político no puede reducirse a la gestión económica y
financiera de la crisis porque tiene dimensiones sociales, culturales e incluso
simbólicas que estaban a punto de olvidar. De hecho, el éxito social del órgano
soberanista lanzado por Mas se apoya accidentalmente en la negativa al pacto
fiscal pero sustancialmente en una narrativa cultural y simbólica de carácter
soberanista. No se trata de un órdago social y económico con el que evitar el
despilfarro, la corrupción y la desmoralización; se trata de un órdago simbólico
y cultural para seducir al electorado ante la posibilidad de un imaginado parnaso,
una mala utopía o simplemente un paraíso soberanista.
A diferencia de los partidos nacionalistas y soberanistas
que afrontan los desafíos democráticos con narrativas culturales de gran fuerza
simbólica, los partidos que apelan al simple patriotismo constitucional tienen
graves problemas para generan una narrativa democrática seductora. No se dan
cuenta de que la vida democrática de los pueblos no se reduce a números, matemáticas
y economía. Hay una dimensión cultural, simbólica y emocional que no sólo son
incapaces de gestionar sino de construir, reanimar y reinventar. Tan importante
como la claridad en las cuentas es el potencial imaginativo de los cuentos.
Agustín DOMINGO MORATALLA
Para el viernes 26 de Octubre de 2012, en LAS PROVINCIAS.
GRUPO VOCENTO
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