
La Patrona recorre las diferentes calles de Jerez en medio de un gran ambiente y excelente participación
R.D , JEREZ | ACTUALIZADO 25.09.2013 - 06:44
La fiesta de la Patrona jerezana renovó su anual tradición creyente y de reencuentro con la ciudad en una jornada en la que la basílica fue el epicentro devocional de centenares de devotos que participaron en los actos que pusieron el epílogo a los cultos celebrados con anterioridad, una novena que volvió a llenar cada día la basílica en una clara demostración de vigencia de la advocación mercedaria en Jerez, como se comprobó también ayer.
Como cada 24 de septiembre, la Virgen se paseó por las calles en su anual procesión en una tarde calurosa, como corresponde a los primeros balbuceos del otoño recién estrenado, con el levante mandando en el aire y con un buen ambiente en las calles. Parece que pudo más la procesión sobre otras opciones como la playa o hacer 'shopping' en otras ciudades.
Dicen que la crisis impone su ley y es más barato quedarse en la ciudad y disfrutar de lo que hay, que además es gratis y mucho más gratificante en lo espiritual. La Virgen de la Merced pasó por su calle decorada muy especialmente para la ocasión, con alfombras instaladas por los grupos jóvenes de algunas hermandades, feliz iniciativa promovida por la Unión de Hermandades. No faltó el recibimiento en la Peña Tío José de Paula, vecina de la casa mercedaria, desde cuyo balcón se cantó a la patrona, siempre esparciendo aroma a nardos.
El itinerario previsto entró a la Porvera por la Victoria, templo que abrió sus puertas para dejar ver a La Soledad. Dejando atrás la calle Larga, el cortejo entró por calles más angostas que al mismo tiempo recogían más la procesión, especialmente desde San Marcos en adelante. Las filas de acompañantes estuvieron cuajadas de cofrades, como es costumbre, con la presencia corporativa de las hermandades jerezanas que año a año dejan de lado lo que antaño era el trámite de salir en La Merced para hacerlo desde el cariño, devoción hacia la advocación de advocaciones jerezanas y bajo el convencimiento de que su presencia es un apoyo explícito al duro trabajo que desde la casa mercedaria se procura día a día a hacia la expansión de la devoción mercedaria, pese a los no pocos inconvenientes que se deben superar día a día.
No cabe duda alguna que el apego y total entrega que los padres de la orden de La Merced profesan al mundo cofrade, a sus gentes y a sus formas, no pasan de largo para las hermandades. Los nombres de Felipe Ortuno e Ismael Maroto, actual comendador, son cotidianos en el entorno cofrade como referencias claves en la formación y en la predicación. Buena muestra de ese talante cofrade es cómo gracias a ellos, la costalería ha hecho suya las trabajaderas de la Patrona como una de las igualás más esperadas del año para dar lo mejor del oficio bajo el templete de plata.
Al final, antes de que la Virgen entrara, el delegado diocesano de Comunicación y periodista, Gabriel Álvarez, ofreció el fervorín con el que se despidió el día de la Patrona, que pese a que en el aire ya no se percibe el aroma de la uva molturada -cosas de la eterna crisis del Jerez- aún se le pide en una de las oraciones dirigidas a Ella, que "cuide de nuestros campos y viñas". Que así sea.
Como cada 24 de septiembre, la Virgen se paseó por las calles en su anual procesión en una tarde calurosa, como corresponde a los primeros balbuceos del otoño recién estrenado, con el levante mandando en el aire y con un buen ambiente en las calles. Parece que pudo más la procesión sobre otras opciones como la playa o hacer 'shopping' en otras ciudades.
Dicen que la crisis impone su ley y es más barato quedarse en la ciudad y disfrutar de lo que hay, que además es gratis y mucho más gratificante en lo espiritual. La Virgen de la Merced pasó por su calle decorada muy especialmente para la ocasión, con alfombras instaladas por los grupos jóvenes de algunas hermandades, feliz iniciativa promovida por la Unión de Hermandades. No faltó el recibimiento en la Peña Tío José de Paula, vecina de la casa mercedaria, desde cuyo balcón se cantó a la patrona, siempre esparciendo aroma a nardos.
El itinerario previsto entró a la Porvera por la Victoria, templo que abrió sus puertas para dejar ver a La Soledad. Dejando atrás la calle Larga, el cortejo entró por calles más angostas que al mismo tiempo recogían más la procesión, especialmente desde San Marcos en adelante. Las filas de acompañantes estuvieron cuajadas de cofrades, como es costumbre, con la presencia corporativa de las hermandades jerezanas que año a año dejan de lado lo que antaño era el trámite de salir en La Merced para hacerlo desde el cariño, devoción hacia la advocación de advocaciones jerezanas y bajo el convencimiento de que su presencia es un apoyo explícito al duro trabajo que desde la casa mercedaria se procura día a día a hacia la expansión de la devoción mercedaria, pese a los no pocos inconvenientes que se deben superar día a día.
No cabe duda alguna que el apego y total entrega que los padres de la orden de La Merced profesan al mundo cofrade, a sus gentes y a sus formas, no pasan de largo para las hermandades. Los nombres de Felipe Ortuno e Ismael Maroto, actual comendador, son cotidianos en el entorno cofrade como referencias claves en la formación y en la predicación. Buena muestra de ese talante cofrade es cómo gracias a ellos, la costalería ha hecho suya las trabajaderas de la Patrona como una de las igualás más esperadas del año para dar lo mejor del oficio bajo el templete de plata.
Al final, antes de que la Virgen entrara, el delegado diocesano de Comunicación y periodista, Gabriel Álvarez, ofreció el fervorín con el que se despidió el día de la Patrona, que pese a que en el aire ya no se percibe el aroma de la uva molturada -cosas de la eterna crisis del Jerez- aún se le pide en una de las oraciones dirigidas a Ella, que "cuide de nuestros campos y viñas". Que así sea.


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