Es verdad que el uso de armas químicas en Siria pone en jaque a la Comunidad Internacional, que tiene que actuar con firmeza en pro de una defensa global. Pero no parece que la guerra sea la única vía posible para ese fin. Es más, posiblemente sea la acción más peligrosa de cara provocar el uso de dichas armas químicas.
Camerón ha tenido que guardarse en el bolsillo su ímpetu belicista cuando el Parlamento Británico le ha impedido embarcarse en una ofensiva militar contra Siria. También a Obama el pueblo norteamericano le esta frenando en el mismo empeño, que tanto choca con su discurso, sobre todo en esta misma semana en la que ha celebrado el 50 aniversario de aquel “sueño que un día” de Martin Luther King, que incluía también el sueño por una paz internacional que no este constantemente amenazada por las grandes potencias mundiales.
El Papa Francisco lo dejo bien claro el domingo pasado: “El enfrentamiento no ofrece perspectivas de esperanza para resolver los problemas, sino la capacidad de encuentro y de diálogo (…) que se detenga el rumor de las armas”. Dijo que lo que la comunidad internacional tiene que hacer es poner “todo su empeño para ayudar a la amada nación siria a hallar una solución a una guerra que siembra destrucción y muerte”.
Los líderes cristianos locales se han pronunciado también en contra de la aventura belicista. La clásica doctrina de la “guerra justa” (distinta del derecho de injerencia humanitaria, que nunca contempla una acción bélica a gran escala), quedó muy, pero que muy matizada, por el magisterio de los últimos papas: Juan XXIII, Pablo VI, Juan Pablo II y Benedicto XVI. Y son tales las condiciones que se requieren, según este magisterio, para que pueda darse, que son casi imposibles. En la Pacem in Terris, Juan XXIII llegó a afirmar: “Parece casi imposible pensar que la guerra pueda ser utilizada como instrumento de justicia”.
Esperemos que la diplomacia y el sentido común se den la mano en este momento crítico. Y también que la comunidad católica responda con unánime posición en comunión con el Papa. Que no vuelva a ocurrir como con la intervención en Irak, cuando ante la posición clara de Juan Pablo II no pocos católicos, pastores incluidos, se adhirieron antes a las posiciones de los gobiernos, como el nuestro, partidarios de la intervención militar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario