Sección - Marinero en tierra
El
papa que estima el tango
A las pocas horas de su nombramiento, el kirchnerismo y el
progresismo anticatólico han empezado la cruzada contra el nuevo Papa Francisco
I. En lugar de preguntarles a los jóvenes de las villas miseria de Buenos Aires
o los llamados curas villeros con los que trabajó codo con codo para evitar la
criminalización de jóvenes, una parte de la opinión pública se ha dedicado a
reconstruir las relaciones de Bergoglio con los gobiernos argentinos.
En las últimas décadas siempre ha sucedido lo mismo, la
simplificación y el reduccionismo de algunos medios ante los nuevos papas. No
sólo hay que tener memoria para reconstruir las relaciones de la iglesia con los
gobiernos, sino para reconstruir las relaciones de las empresas periodísticas
con la libertad de información y la verdad. Este es el punto decisivo que hace
fuerte a la persona que, hasta anteayer, era Cardenal Bergoglio. No sólo porque
aquí se encuentra la fuente de su autoridad moral sino porque estamos ante una
persona austera, humilde, sencilla y luchadora por la causa de la justicia.
Pertenece a una generación de jesuitas marcados por el sello
de Pedro Arrupe, quien se atrevió a liderar una Iglesia que capitaneara las
causas de la justicia, la paz y los derechos humanos en todo el mundo. Una
generación curtida en los barrios más pobres de las grandes ciudades que ha
empujado las paquidérmicas estructuras eclesiales para que estuvieran al
servicio de los más necesitados. Una generación compleja donde las paradojas y
contradicciones eclesiales no han podido con el carácter de estos líderes
postconciliares. Hombres de barrio y no curia, personalidades curtidas por la
lectura de los maestros de la sospecha (Marx, Nietzsche y Freud), sin vocación
de príncipes que también han descubierto el valor de la fiesta y la alegría.
Mientras el mundo mira con lupa las decisiones de los
primeros días y los medios reconstruyen apresuradamente su trayectoria, es
importante la precaución y la prudencia en las valoraciones. Hace unos años
cuando arrecieron las críticas gubernamentales a su persona recordó una frase
que había meditado recientemente en una sinagoga: Señor, que en la burla sepa mantener el silencio. Al igual que el anterior papa tocaba el piano
y disfrutaba con Mozart, este hijo de un ferroviario inmigrante italiano admira
el baile de su tierra, sabemos que será el primer papa que estima el tango.
Agustín DOMINGO MORATALLA
Para el viernes 15 de Marzo de 2013, en LAS PROVINCIAS. GR UPO
VOCENTO
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