sábado, 29 de abril de 2017

JEREZ: LA CULMINACIÓN DE UNA IDENTIDAD

Jerez Cofrade - Diario digital de la Semana Santa de Jerez

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Alejandro Melero
Desde sus inicios, las cofradías han ido buscando sus señas de identidad, algunas originales y otras propias de inspiración venida de tierras más o menos cercanas. Es práctica habitual la búsqueda de identidades previamente definidas por otras corporaciones, aunque casi siempre con una ‘vuelta de tuerca’ que les ha permitido crear realidades paralelas. Podemos encontrar casos recientes y casos también de hermandades que buscaron la originalidad en sus cofradías (túnicas, pasos, enseres…) con una base fundamental: sus titulares. Hermandades como El Cristo o Jesús Nazareno son claros ejemplos de corporaciones que, si bien son guardianes de la idiosincrasia de las primitivas formas jerezanas, tienen diferencias visuales claramente marcadas. De una parte, un palio con costaleros y un paso de Cristo -con cargadores- que no marca el paso. De otra parte, un paso de palio con cargadores y otro, de misterio, que usa el mismo método de carga y que sí marca el paso al andar. Encontramos también diferencias en la manera de hacer penitencia, pero no es intención de este artículo el comparar y, mucho menos, caer en agravios comparativos.
Somos testigos casi diarios de la búsqueda de la identidad de muchas cofradías, en una Semana Santa en expansión que rastrea sus límites con la incorporación de nuevas hermandades a los días pasionales. Búsqueda que se demuestra en las túnicas, sus pasos y el estilo en el que andan o su acompañamiento musical, entre otros elementos puramente visuales. Debajo de estos fenotipos cofradieros encontramos el gen de lo que realmente son las distintas corporaciones, la forma de ser y vivir la fe. Su identidad.
Es esto precisamente lo que parece estar culminando el encuentro de una cofradía concreta con su ideal predilecto. Una corporación que si bien hace poco celebraba su 75 aniversario, la realidad del barrio en el que se enraíza -acrecentada en las últimas décadas- ha impedido culminar esta identidad que poco a poco se va cerrando con la recuperación de elementos y el deseo de incorporar otras devociones a su título y, posteriormente, a su puesta en escena.
La Hermandad de las Tres Caídas encontró hace mucho su camino. Nada nuevo. Sin embargo, en esta segunda década del siglo XXI se están recogiendo los frutos del trabajo de sus hermanos. Las mentalidades y las opiniones cambian, por más que se empeñen las redes sociales de hoy en recordar errores del pasado y pareceres contradictorios, en su infinita dictadura de la opinión única, inamovible y vitalicia. Estos cambios producen que a día de hoy veamos a la Virgen de los Dolores con música y que el Señor luzca con túnica bordada y faroles, dándole mayor luminosidad y empaque a su paso de misterio. 
Hablábamos al principio de la inspiración en otras cofradías y, en esta hermandad, tienen un claro ejemplo. El Señor de las Tres Caídas está inspirado en el Señor de las Penas de San Vicente (Sevilla), aunque solo en la postura que adopta Cristo en la caída, en la que mira hacia su lado derecho. Esto no es obstáculo para que podamos decir que es una obra original de Chaveli, que creó (1940) la devoción más importante de la ciudad.
De la primitiva Cofradía de Dolores surge la actual Hermandad de las Tres Caídas, cuyo nazareno capitalizó el aspecto devocional de la corporación de San Lucas desde que llegara al ahora Santuario Diocesano. No obstante, la advocación de los Dolores se erigió como primera devoción de esta cofradía, con orígenes en la Cofradía de Belén.
Ahora, la junta que preside José Antonio González Leal busca culminar una idiosincrasia en la que hay dos realidades que confluyen en un mismo punto. De una parte, la Hermandad de las Tres Caídas, bajo la advocación de la Salud y, de otra, la Cofradía de Dolores a la que se sumará el Cristo de la Salud para culminar una identidad original y propia de esta cofradía. Esta última ha comprobado la evolución impecable de su paso de palio, con unas líneas elegantes, clásicas y un acompañamiento musical fúnebre que se amolda a la devoción mariana de San Lucas.
Dos realidades que confluyen en la misma corporación que se pone en la calle el Miércoles Santo y que dará testimonio de fe con mayores alicientes, si cabe. Una dualidad que, afortunadamente, veremos pronto.

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