martes, 25 de abril de 2017

CUANDO DIOS LLAMA: LA PALABRA DEL ANIMADOR VOCACIONAL

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Entre una partida y otra de sus viajes por el mundo, el tiempo del padre Aquilino Castillo Álvarez es precioso pero cuando habla de su trabajo como animador vocacional de la Custodia parece que ya no tiene ninguna prisa. Desde 2013 desarrolla esta tarea con pasión y entrega, viendo nacer en los jóvenes de todo el mundo la primera semilla de la vocación a ser frailes. Su objetivo es ayudar a los aspirantes al seminario a entender cuál es su camino y hacerles conocer lo que significa ser frailes de la Custodia. «Entre mis tareas cotidianas está mantenerme siempre en contacto con los jóvenes que tienen vocación y a veces organizarme para encontrar el modo de pasar una jornada juntos», cuenta fray Aquilino.

SER FRAILES DE LA CUSTODIA. ¿Qué implica realmente convertirse en fraile en Tierra Santa? «La Custodia supone la renuncia a la propia familia, al propio país, al propio ambiente cultural – explica el padre Aquilino-. Lo que la vida franciscana en Tierra Santa permite, sin embargo, es seguir a Jesús y “echar las redes”, dejar las propias seguridades, fiarse completamente de Jesús y cambiar de vida. Y se encuentran también nuevos hermanos que no se escogen, sino que Dios te los pone delante». Los jóvenes que entran en contacto con el animador vocacional generalmente son de diferentes culturas y buscan cosas distintas, pero fray Aquilino sabe lo que les mueve: «La principal motivación es la sed de misión, de la vida en misiones. La sed de radicalidad, de vivir un cristianismo más puro, que en algunos lugares incluso puede ser bajo persecución».

El itinerario para convertirse en fraile de la Custodia pasa por el contacto con el animador vocacional, la permanencia durante un año en una casa de acogida (en Belén o en Harissa, en Líbano), para poder viajar luego a Italia para el postulantado en Montefalco y el noviciado en el santuario francés de la Verna. Las etapas siguientes son en Tierra Santa: los seminaristas estudian filosofía durante dos años en Ein Karem y después una de las tres lenguas que se utilizan para la pastoral (griego, árabe y hebreo). Por último, está previsto el cuadrienio teológico en el seminario de San Salvador en Jerusalén. 

EL MIEDO DE RESPONDER A LA VOCACIÓN. El primer contacto con fray Aquilino se produce a través de la web, por email o en Facebook . Otras veces son los mismos frailes o los comisarios que hablan de Tierra Santa en el mundo los que sirven de cauce. Excelentes sembradores de vocaciones son también los seminaristas del seminario teológico internacional de Jerusalén, que después vuelven a sus países de origen y cuentan sus historias. «Cuando se siente la vocación, el miedo es normal – refiere fray Aquilino -. Si encuentro a alguno que quiere dejar todo de inmediato y venir a Tierra Santa, sin ni siquiera pensar en las dificultades, no creo que esté preparado para enfrentarse a la vida aquí. La vocación no es un impulso, debe descubrirse con consciencia de lo que se siente y de lo que comporta esta elección. Todos nosotros, los frailes, hemos tenido miedo y también la sienten los jóvenes, porque este miedo es un vértigo: se nos lanza a una tierra en conflicto. Pero lo más importante es que entiendan que el Señor les elige precisamente por su debilidad. Somos vasijas de barro, decía San Pablo, que el Señor llena de su Espíritu. La vocación es ante todo aprender cuál es la vida que el Señor nos está mostrando en cada momento».

HISTORIA DE UNA LLAMADA. Fray Aquilino recuerda con alegría los años de su llamada a convertirse en fraile de la Custodia y lo cuenta como la génesis de una historia increíble: «En 1996 estudiaba filología hebrea y aramea en la Universidad de Madrid. Me dieron una beca de estudios para un curso en la universidad hebrea de Jerusalén y así, a través de las hermanas franciscanas misioneras de María donde vivía, tuve el primer contacto con el mundo franciscano. Después descubrí el Santo Sepulcro: al principio me daba horror el alboroto, los peregrinos, los ruidos, pero la segunda vez me sorprendió la paz que se puede sentir a algunas horas del día. Comencé a enamorarme del Santo Sepulcro y cada día, después de las clases, iba a la procesión diaria. Mi vocación nación en Tierra Santa, sin buscarla. Era un joven normal bautizado, confirmado, que de vez en cuando iba a la iglesia, ni siquiera todas las semanas. Al venir aquí, el Santo Sepulcro me impactó profundamente y también me impactó observar la fe de los musulmanes, de los hebreos, de los frailes. Me acerqué a hablar con dos frailes con los que después continué una correspondencia por carta hasta que en 1998 volví a Tierra Santa. Era la confirmación de que quería convertirme en fraile».

Fray Aquilino hace un llamamiento a todos los que sienten su misma vocación: «Qué ninguno tenga miedo, sino que confíen en Cristo. Aunque Dios no les haya destinado a una vida religiosa, si sienten la llamada a vivir una experiencia en Tierra Santa, merece la pena hacerlo por la intimidad con Dios que se puede tener en los santuarios que custodiamos los franciscanos. Pueden volver a su vida cuando quieran, pero vivir la experiencia de Tierra Santa permanecerá siempre en sus corazones».

Beatrice Guarrera

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