miércoles, 20 de marzo de 2013

A FRANCISCO PÉREZ BARBUDO.

Mi querido Paco: ¡Un año ya sin ti y que se te echa de menos!


Hace justamente un año tu hijo Miguel, al que quiero con un verdadero hermano, me dio tan triste noticia. Recuerdo que por aquel entonces yo no me encontraba muy bien porque mi enfermedad digestiva me había provocado una severa crisis. Casi no podía con mi alma, pero tenía que estar contigo, con tu familia, con la familia que conformamos los hermanos de nuestra Hermandad de los Afligidos.

Siempre fuiste un hombre vitalista, jovial, entusiasta, carismático, buen esposo, padre, abuelo, amigo, cristiano y cofrade. Tu ejemplo te precedía a gran distancia y eran muchos  los sitios donde te requerían para que participaras ofreciendo ese granito de arena tan necesario.

Ir a tu casa en el populoso Barrio del Parque era como adentrarse en un viejo almacén de una Hermandad porque tu rincón era el sitio y lugar de un cofrade en esencia. Tus recuerdos, vivencias, consejos, apoyo nunca me faltaron y, además, siempre pude contar contigo, con tu familia y eso, en los tiempos que corren, es muy grande.

Tu capilla ardiente estaba impregnada de sabor cofrade y la tristeza de mezclaba con aromas que solo puede traer los recuerdos. Tu feretro estaba cubierto con la bandera de la Hermandad de nuestros amores.

Recuerdo tu funeral en la Iglesia del Santo Cristo que estaba abarrotado. Muchos cofrades, muchos representantes de la sociedad isleña que tan bien representabas en vida, parte de la Corporación. Todavía se me ponen la carne de gallina cuando a hombros de tus hijos fuiste llevado hasta el Altar de Nuestros Amados Titulares.

¡Un año ya, Paco! ¡Cómo corre el tiempo! Aunque no te lo puedas creer, me acuerdo todos los días de ti. Tú, que estás instalado en la Gloria sabes que todos los días rezo por ti y por tu querida familia a la que quiero como mía. Estos sentimientos deben ser lo más normal del mundo, toda vez que los que conformamos y somos hermanos en la fe de Jesús somos familia: Conformamos la Gran Hermandad de  Cristo.

Ya tu alma reposa en aguas tranquilas porque estás junto a Jesús de los Afligidos y Nuestra Madre de la Amargura, la Virgen María. Cuando se tienen estos compañeros se sabe lo que es la plenitud. Tu muerte supuso vivir eternamente junto al Padre y seguro que allí estarás organizando algunas de tus cosas junto a otros buenos hermanos como Juan Macias, Arturo Ortega, Juan Arteaga y tantos buenos cofrades de siempre que dejaron este valle de lágrimas para alcanzar ese palco que tienen reservado en plena carrera oficial del Cielo.

Puedes estar orgulloso, mi querido Paco, porque sembraste bien porque tus hijos son fiel reflejo de todo lo que aprendieron de ti.

Ahora que echo la mirada atrás, los recuerdos brotan de mi mente y añoro esas Cuaresmas que te visitaba en tu casa de la calle General Pujales para postularte.  Esta visita era obligada y querida por mi parte. Recuerdo que me hacías entrar en tu rincón favorito, me dabas el donativo, y nos sentábamos a charlar largo y tendido durante horas en las que rememorabas recuerdos, vivencias y experiencias en torno a nuestra Hermandad de Los Estudiantes.

Siempre tuviste una palabra de ánimo, de apoyo, de cariño. Siempre pude contar con tu sabio consejo, tu paternal amistad. Aún recuerdo cuando fui a tu casa hace tres años cuando abandoné la Junta de Gobierno. Gracias, Paco porque me ofreciste esos brazos  abiertos, esos consejos  que tanto necesitaba. El saber que podía contar contigo siempre ha supuesto mucho para mí.

Sé que tu mujer, tus hijos, nueras, nietos, familia te tienen permanentemente en sus corazones. Eres un ejemplo para sus vidas. Has sido y eres un ejemplo para todos los que te queremos.

Lo siento, cuando hablo de D. Francisco Pérez Barbudo no puedo hacerlo en pasado porque siempre está presente en mi corazón y en mi vida.

Ruego a Nuestro Padre Jesús de los Afligidos y María Santísima de la Amargura para que colmen de consuelo a tu familia, a tus amigos y a todos los que conformamos la Hermandad de tus amores.

El Señor nos premió con tu presencia en este mundo y nos enseñó que otra forma de vida más auténtica, más sana, más leal y más plena se puede conseguir.

A la querida Familia de Paco Pérez Barbudo les hago llegar, con estas palabras que he escrito de parte del corazón, un fuerte abrazo y que Dios les bendiga siempre.

Jesús Rodríguez Arias


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