El director del CNI ha comparecido ante la Comisión de Gastos Reservados del Congreso por los chanchullos de la tal Corinna. Aquí siguen diciéndole «princesa», y no termino de entender esa obsesión, sencillamente porque no lo és. El general Félix Sanz Roldán es de Cuenca, como Raúl del Pozo y el poeta Federico Muelas, aquel rapsoda que principió su pregón de Navidad en el convento de la Encarnación de Madrid a las siete de la tarde y a punto estuvo de impedir la celebración de la Misa del Gallo. Se lo recordó el poeta que le sucedió, al año siguiente, en el empeño: «En el Portal de Belén/ habló Federico Muelas./ Al terminar, las pastoras/ eran ya todas abuelas».
Insisto en la deslealtad y la fría venganza de la mujer despechada. Su protagonismo de hoy es consecuencia de sus declaraciones y manifestaciones en las últimas semanas, siempre adornadas con el cinismo de «nada más lejano a mi intención que dañar al Rey o a la Familia Real». Corinna no aparece en España por el Rey, que muchos años llevaba previamente moviéndose por los altos despachos, los barcos poderosos y las cacerías exclusivas en pos de sugerentes beneficios, requiebros y zalemas. Corinna ha aparecido en los medios de comunicación cuando había pasado a un segundo o tercer plano del interés y pocos se acordaban de ella. Sus palabras, aparentemente frívolas y superficiales, contenían un oculto mensaje de mala leche de difícil superación. Prueba de ello es que toda una Comisión parlamentaria se ha reunido con ella de protagonista. No obstante, si tuvieran que declarar ante esa Comisión, además del director del CNI, todos los millonarios que han tenido algún tipo de contacto, y escribo bien lo del contacto, con esta mujer, a los miembros de esa Comisión les puede dar un patatús.
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