jueves, 21 de marzo de 2013

IMAGEN Y SOCIEDAD; POR RAFAEL SÁNCHEZ SAUS.

Diario de Cádiz





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Imagen y sociedad

RAFAEL / SÁNCHEZ SAUS | ACTUALIZADO 21.03.2013 - 01:00
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NO es preciso remontarse a la Biblia o a los poemas homéricos para probar que la edad ha sido la más estricta y diamantina barrera interna de las sociedades, mucho más que el sexo o la posición social. Estas circunstancias de la persona afectan al rol que cada uno asume en el seno del grupo, pero la edad simplemente crea mundos distintos, cuyas recíprocas influencias dependen mucho de la eficacia de los intermediarios. La deriva de los treintañeros, absorbidos por el universo juvenil en la medida en que se aplaza su inserción en las responsabilidades de los adultos, ha deteriorado uno de los puentes más seguros de los que se podía disponer. 

Asistía hace unos días a una de las sesiones de las jornadas sobre Imagen y Sociedad que la asociación cultural M2 organiza cada año en la Facultad de Comunicación de la Universidad de Sevilla. Un encuentro multitudinario que en esta edición ha congregado a más de seiscientos jóvenes en torno a un conjunto de temas y ponentes que hace solamente diez años nos hubieran parecido inimaginables en un contexto académico, más allá del hecho de que buena parte de esos asuntos, relacionados con la eclosión de las redes sociales, ni siquiera existían. Quienes sabemos por propia y escaldada experiencia lo que cuesta interesar a los jóvenes en una sesión científica de no importa qué disciplina -se ha dado el caso de conferencias impartidas por premios Nobel con asistencia de unas pocas decenas de personas-, aún podemos asombrarnos más del atractivo de estas experiencias en las que unos cuantos jóvenes profesionales, con medios escasos y al margen de las pesadas estructuras burocráticas de la universidad actual, consiguen el impacto que ni se atreven a soñar departamentos y grupos de investigación con presupuestos millonarios. 

En la sesión a la que me fue dado asistir probablemente no había nadie mayor de cuarenta años entre el público. La llamativa ausencia de la generación madura, incluso de los profesores de los que allí se agolpaban, es un alarmante síntoma digno de reflexión. Grandes cambios destinados a transformar las relaciones sociales, el trabajo y los negocios están sucediendo fuera de la mirada y la comprensión de la generación que hoy está, todavía, al frente. Y sin embargo, ese mundo casi críptico que a muchos puede parecer banal e inconsistente, tiene muchas posibilidades de convertirse en el futuro de todos.

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