martes, 19 de marzo de 2013

EL VÍDEO; POR ALFONSO USSÍA.

La Razón



He visto las imágenes denunciadas por «El País» en las que aparecen cuatro presumibles soldados españoles dando una paliza a un presunto prisionero iraquí. Sinceramente, no doy crédito a esas imágenes. Hace bien el Ministerio de Defensa en abrir una investigación, pero dudo mucho de su eficacia. Esa escena ha podido ser grabada en Iraq o en Guadalix de la Sierra. Del prisionero iraqui sólo se aprecia un ropaje negro,y los soldados, en el caso de que lo sean, se me antojan irreconocibles. Además, que la fuente de la noticia es «El País», un periódico que se equivoca mucho últimamente. Y no lo escribo en plan de crítica, pero cuando un medio de comunicación tiene que estar más pendiente de sus deudas que de sus informaciones, este tipo de inconvenientes pueden surgir por la desmoralización o falta de rigor de sus responsables.
El escenario no indica nada. En el caso de que cuatro soldados hubieran decidido comportarse como unos desalmados deshonrando su condición de tales y su uniforme, no habrían permitido que un quinto compañero grabara a un metro de distancia el desarrollo de la fechoría. Las patadas se las habrían dado a él, y no al iraquí que no aparece. Para mí, e insisto en mi capacidad para la comprensión, que se la han metido de nuevo doblada a los responsables del diario madrileño que se independiza de la mañana, según palabras de nuestro inolvidable e inolvidado Santiago Amón.
La actuación de los componentes de nuestras Fuerzas Armadas enviados a misiones en el exterior, ha sido siempre ejemplar e impecable. Por donde han pasado, además de vidas y sangre, han dejado un recuerdo de humanidad, trabajo, sacrificio y justicia difícilmente superables. De ser auténtico el vídeo, todos nos sentiríamos humillados, pero en nada se parece esa grabación a otras protagonizadas por soldados de otras naciones occidentales en las que los agresores y los agredidos son perfectamente reconocibles. Como era de esperar, los antimilitaristas de siempre –siempre que los militares no sean de Cuba, Venezuela o Corea del Norte–, se han rasgado las vestiduras y piden toda suerte de responsabilidades a quienes nada tienen que ver con aquella guerra. Exigen la presencia inmediata en el Congreso del ministro Morenés, que a ciencia cierta, sabe de ese vídeo lo mismo que quien escribe, es decir, nada de nada. No es patriotismo vano ni lugar común ni tópico al uso. Un soldado español no se comporta de esa manera jamás, y menos aún, con un prisionero indefenso. Quebraría los esquemas y la escala de valores que han llevado a nuestras Fuerzas Armadas a ser una de las instituciones más queridas, respetadas y admiradas por la ciudadanía.
¿Qué elemento permite sospechar que ese vídeo ha sido grabado en Iraq? Ninguno. ¿Quién conoce a los cuatro presuntos soldados españoles que dan la paliza a un prisionero que no se ve? Por ahora, nadie. Y me temo, que por ahora y por siempre. ¿Qué rostro y qué identidad tiene el prisionero apaleado? Un misterio. La grabación es malísima, y muy sencilla de llevar a cabo. Los uniformes se venden en el Rastro, y un sótano se encuentra fácilmente. Insisto en que me parece no bien, sino fundamental, que se investigue por parte del Ministerio de Defensa la veracidad de esa grabación. Creo que se quedará en nada, aunque permanezca la mancha gratuita e injusta en la rectitud de nuestros soldados. De ser verdad, firmo con la misma seguridad este artículo. Sería injusto y parcial. Pero lo asumo. Si tantos atacan a nuestros militares sin motivos, yo los defiendo con razón o sin ella.

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