viernes, 4 de agosto de 2017

LAS HERMANITAS DE LOS POBRES; POR GUILLERMO F. JIMÉNEZ RODRÍGUEZ


Resultado de imagen de hermanitas de los pobres puerto de santa maríaHay noticias que caen como jarro de agua fría. Frialdad que se hace más gélida cuando ni siquiera pasa por tu pensamiento que eso pueda llegar a suceder. Esto es lo que sentí cuando pude leer en este Diario hace algunas semanas, en su primera página: "Las Hermanitas de los Pobres se irán de la Ciudad".
La acuciante escasez de vocaciones y el inexorable avance de la edad de sus integrantes, está originando que muchas órdenes religiosas tenga que abandonar ciudades donde han residido muchos años, incluso siglos, dejando siempre una profunda huella difícil de olvidar. "La mies es mucha y los obreros pocos"
Las Hermanitas de los Pobres es una Orden muy querida y goza de gran cariño por su extremada sencillez, amor y entrega incondicional al servicio de los ancianos, a los que llaman "las señoras y los señores". Derraman afecto, ternura, amor y extremada delicadeza al tiempo que ofrecen ayuda del que llega a la última etapa de su existencia y llama a sus puertas. Su gozo es llenar de ilusión y esperanza al que ya está arribando al extremo de su vida después de haber recorrido, en muchas ocasiones, un camino de vicisitudes y tropiezos que les hace sentir un gran vacío en el alma. A Manuel, que vivía en un cuartito, con techo de uralita, preludio del infierno cuando el mercurio alcanza altas cuotas. A Paco, bastante torpe, que ocupaba un pisito en una casa sin ascensor que lo tenía condenado a estar preso, a no poder pisar la calle. A María inválida, a la que la hija solo podía ayudar a primeras horas de la mañana o a las tantas de la noche. A tantos y tantos Manueles, Paco, Marías...
Traspasar el umbral una casa de Las Hermanitas te envuelve, te embriaga. Te llena ese sosiego; esa paz que ellas se respira. En su patio, la imagen de su fundadora, Santa Juana Jugan y el buen San José, al que la Santa encomendó su advocación . En mi adolescencia, 13.14...18.20 años, cuando iba con los Jesuitas a servir la comida, o cualquier otra celebración, siempre llamaba mi atención que a los pies de la imagen del Santo, nunca faltaban paquetitos de café, garbanzos, alubias, la botellita de aceite... los alimentos de los que más carencia tenían en ese momento. Los años bien han pasado, pero esto permanece indeleble en mi memoria.
Salta a la vista, y es digo de admirar, la limpieza y pulcritud de sus instalaciones. Los residentes, en los que se vuelcan, siempre en perfecto orden de revista. Las Hermanitas, con su esperanza confiada a la Divina providencia y al amparo de San José, van dando cumplimiento a su sagrada misión.
El corazón de cada una de las Hermanitas esta inoculado, con divina aguja hipodérmica, en profundo surco:" el hemos venido a servir y no a ser servidos", a imitación de aquél al que han consagrado su vida, Jesús de Nazaret, que dice en sus Evangelios:" El Hijo del Hombre ha venido a servir y no a ser servido". Servicio, en el que ellas se entregan en cuerpo y alma.
Por razón de mi actividad profesional he estado, casi 25 años, hasta mi jubilación, muy unido a la Comunidad. Ello me ha hecho buen conocedor de labor que realizan y como lidiar las dificultades, que no faltan, del día a día.

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