domingo, 27 de agosto de 2017

MAQUILLAJES MACRON; POR ENRIQUE GARCÍA-MÁIQUEZ



Haría falta una pasta en maquillaje para maquillar la pasta en maquillaje que se ha gastado Macron. 26.000 euros en cien días. Y eso que todavía no hay que disimular las ojeras que produce el ejercicio de poder a poco que la cosa se complica (y se complica). ¡Y en alguien tan jovencito, guapo y resultón, además!, que, si llego a ser yo…
La cosa parece fea a la opinión pública, que preferiría pagar menos impuestos y tener un presidente de la República menos empolvado (hagan ustedes una Revolución Francesa para esto). Florian Philippot ha exclamado: "Mientras que Francia se mata a trabajar, Macron se pone 23 salarios mínimos sobre la cara", que parecerá muy sensato a mis lectores que no sepan que es un líder del Frente Nacional, en cuyo caso ya no, naturalmente. Pero, en fin, ahí están los euros, contantes y sonantes.
En el Eliseo se han puesto colorados (por debajo del maquillaje) y se han lanzado a dar excusas. Los anteriores presidentes también gastaban lo suyo. ¿Cuánto gastaría María Antonieta?, me pregunto, nostálgico, y con mucho mejor resultado. También piden que se reste del montante el salario del maquillador, que son 8.000 euros al mes, como si el maquillador no estuviese allí para lo suyo, sino para ofrecer análisis macroeconómicos. Finalmente, han declarado que tienen la "vocación de reducir significativamente" el costo. Ahora se llama "vocación" a cualquier cosa.
Ya quisiera yo cobrar lo que un maquillador presidencial. Quizá para ir haciendo méritos, voy a echar una manita a los que tratan de justificar a Macron. Porque el hombre, que tendrá sus fallos y responsabilidades personales, ¿qué culpa tiene él del culto de la imagen que se ha apoderado de Occidente? La obsesión por el físico es general. ¿Podría haber llegado Churchill a nada hoy en día o lo habrían tenido al hombre horas en el gimnasio y haciendo un régimen vegano, sin whisky ni jereces? Macron debería salir por la televisión pálido y con un afeitado a parches y espetarle al pueblo francés: "¿Prefieren ustedes que nos ahorremos los dichosos 26.000 euros o no? Pero me tienen que votar igual, eh".
Los franceses saldrían ganando sin tanto maquillaje. Su presidente tendría más tiempo para trabajar, para pensar, para leer. Además, eso crea mono y acaba uno maquillando también los datos económicos y las realidades políticas. Pero me temo que el pueblo soberano prefiere votar sin arrugas ni canas.

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