miércoles, 23 de agosto de 2017

JUSTICIA POÉTICA; POR ENRIQUE GARCÍA-MÁIQUEZ



El programa informativo de la televisión mexicana El Financiero de Bloomberg estaba dando la última hora del atentado de Barcelona. Su presentador, Leonardo Kourchenko, habló entonces de dos detenidos, el primero, un marroquí. La exclusiva mundial venía con el segundo: "Y el otro es…, pues, un catalán por su nombre… Carles Puigdemont: seguramente es un ciudadano catalán, no sé si de Barcelona, de Tarragona o alguna otra zona catalana". Vaya por Dios.
Antes que nada, hay que desmentir la noticia en sí. Puigdemont no está detenido. Y todavía menos por el atentado en Las Ramblas. De eso, es inocente. También quiero apuntar, aunque a mis lectores habituales -que son inteligentes de sobra- no les hace falta, que aquí no nos tomamos a la ligera, en absoluto, nada de lo que ha ocurrido en Barcelona.
Lo que no obsta para ver en el hecho estanco de la exclusiva confusión de Leonardo Kourchenko una desternillante muestra de justicia poética. Por partida doble. Para empezar, la palabra "detenido" rima o debería rimar, mejor dicho, con "Carles Puigdemont", que está haciendo méritos, saltándose las leyes, las sentencias y la constitución a la -con perdón- torera. Suena como un test proyectivo de asociación de palabras: "A ver, 'detenido', ¿qué le sugiere?" y rápidamente, sin pensarlo: "Puigdemont".
Es muy probable que él, cuando oyó a Kourchenko, diese un respingo, propulsado por su subconsciente. Quizá Rajoy también, si fuese capaz de respingar, aunque no propulsado por su subconsciente, sino por su mala conciencia. Yo sí lo di, aunque mi motor de propulsión fue la conciencia poética de la justicia, al menos, verbal.
Y seguro que habrá respingando Carles Puigdemont, por muy cortito que ande de subconsciencia, con las inspiradas palabras del impagable Kourchenko. Porque si hay algo que dejan claro -segunda justicia poética- es que la proyección internacional de procés deja mucho que desear. El nombre "Carles Puigdemont" no le suena ni a político regional ni lo asocia siquiera con Gerona, de donde vino: "o Barcelona o Tarragona o cualquier otra zona catalana". ¡Y estamos en México, un maravilloso país muy interesado en lo que ocurre en España y al que se le puede suponer alguna empatía, precedente por pretensión, con las independencias de la madre patria! Pero nada: "un catalán por nombre". Los éxitos de Raúl Romeva en internacionalizar lo suyo están resultando descriptibles.

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