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El enunciado está bien formulado pese a la creencia generalizada de que esta imagen no lleva corona. El halo o aro de estrellas es la plasmación del versículo del Apocalipsis que a cuenta de la visión de la Madre del Mesías y el dragón describe como: «Apareció en el Cielo un signo sorprendente: una Mujer vestida de sol, con la luna bajo sus pies y con una corona de doce estrellas».
María Santísima del Rocío, obra de Pío Mollar, responde por deseos de sus cofrades a una imagen más letífica que Dolorosa, con una iconografía que en origen debió estar influenciada por la impronta de la Virgen Milagrosa, devoción muy en boga por aquellos tiempos. Desde su bendición ha ostentado un halo, recurso que también usaron en la posguerra, aunque algunas sin tan siquiera estrellas, efigies como la Paz, las Penas, Gracia, Rosario, Mayor Dolor, Dolores de la Expiración, Traspaso y Soledad, Mena, Gran Poder, Esperanza, y Caridad, aunque todas ellas obligadas por la carestía del momento. Tan solo la Virgen de Servitas, que la ostenta desde 1918, junto con la del Rocío, han asumido en su iconografía este tipo de corona, que al contrario de las otras basadas en modelos cortesanos, tiene auténtico marchamo divino.
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