lunes, 18 de noviembre de 2013

CARDENAL ROUCO: "NOS PREOCUPA QUE LA UNIDAD FRATERNA DE LOS TERRITORIOS DE ESPAÑA PUDIERA LLEGAR A ROMPERSE".



La XII Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal, en la que se debe buscar un sustituto a monseñor Juan Antonio Martínez Camino, comenzó con un discurso del Presidente, el cardenal Antonio María Rouco, en el que hizo balance del Año de la fe a punto de terminar, en el contexto del «momento actual de nuestra sociedad». A partir de ahí, el arzobispo de Madrid aludió, entre otras cosas, a la preocupación de los obispos por el cuestionamiento de «la unidad de la nación española», por «el presente y futuro del matrimonio y de la familia», por la crisis económica y por las víctimas de la tragedia en Filipinas
Noticia digital (18-XI-2013)
A pocos días de la clausura del Año de la fe, el cardenal Rouco ha invitado a los demás obispos a «hacer un cierto balance de nuestra labor como maestros y testigos cualificados de la fe en nuestras diócesis..., y también en el conjunto de la Iglesia que camina en España», sin «caer en localismos estrechos, sino abiertos, con auténtico espíritu católico, a una mirada universal». «El Año de la fe -añadió- sólo cumplirá sus objetivos si nos ha ayudado a todos a despertar nuestra conciencia acerca de la magnitud del reto planteado por la crisis de la fe en tantas personas; una crisis que nos afecta también a nosotros -pastores, consagrados y laicos- cuando vivimos inmersos en la mundanidad espiritual, según denuncia con frecuencia el Papa Francisco, proponiendo la necesidad de una conversión pastoral».
Pero ese balance no puede hacerse «sin atender a algunas circunstancias del momento actual de nuestra sociedad, e incluso de la sociedad internacional, con claras implicaciones humanas y morales de notoria relevancia para el bien común». En primer lugar, el cardenal Rouco citó «la crisis económica que padece España», que «exige todavía un esfuerzo continuado y generoso. Es necesario reducir sustancialmente el paro, en particular el que sufren tantos jóvenes, que incluso no han podido acceder nunca a un puesto de trabajo. Este esfuerzo demanda una conversión moral de todos los agentes sociales, que ha de manifestarse no solo en unos comportamientos respetuosos de las exigencias fundamentales de la justicia y de la solidaridad, sino, además, en actitudes de generosidad desprendida en favor del prójimo». Además, el Presidente del Episcopado reconoció «la ayuda generosa que los fieles y otras personas prestan a los que más sufren la crisis», a través de Cáritas. «Es justo reconocerlo y agradecerlo. Sin esta ayuda la situación de muchos resultaría insostenible».
«Nos preocupa también -añadió- que la unión fraterna entre todos los ciudadanos de las distintas comunidades y territorios de España, con muchos siglos de historia común, pudiera llegar a romperse. En los últimos once años, la Conferencia Episcopal Española ha aclarado en tres ocasiones los criterios morales y pastorales, de justicia y caridad -criterios que podemos calificar de pre-políticos- según los cuales habrían de orientarse las conciencias de los católicos y que ofrecemos también a todos los que deseen escucharnos. Esos criterios están hoy plenamente vigentes y toman su fuerza de la Doctrina Social de la Iglesia acerca de los principios que deben regir la vida de la comunidad política en orden a la promoción del bien común. La unidad de la nación española es una parte principal del bien común de nuestra sociedad que ha de ser tratada con responsabilidad moral. A esta responsabilidad pertenece necesariamente el respeto de las normas básicas de la convivencia -como es la Constitución Española- por parte de quienes llevan adelante la acción política».
En el siguiente punto, el arzobispo de Madrid habló sobre «la preocupación por el presente y futuro del matrimonio y de la familia. Sus problemas siguen siendo muy graves y de honda repercusión para el conjunto de la sociedad. Es verdad que las leyes no son ni pueden ser la única ni tal vez la principal solución de estos problemas. Pero las leyes injustas contribuyen mucho al agravamiento de los problemas. Reiteramos una vez más la necesidad de leyes reconocedoras y protectoras del matrimonio y de la familia. La actual legislación, que ni siquiera reconoce la realidad humana del matrimonio en su especificidad con una institución o figura jurídica adecuada, debe ser corregida y mejorada porque compromete seriamente el bien común».
«Nos preocupa también -dijo a continuación- que las heridas causadas por el terrorismo a tantas víctimas y a la sociedad entera no se curen por el camino del arrepentimiento, del propósito de la enmienda y de la satisfacción de las víctimas. Es decir, que no se curen en su raíz por el camino del perdón y de la misericordia buscada, aceptada y concedida de corazón».
Además, el cardenal Rouco recordó «al pueblo filipino, al que, como católicos y como españoles, nos sentimos particularmente unidos por lazos históricos, religiosos y de familia. La tragedia que está sufriendo en estos días, a causa del desastre meteorológico padecido, nos apena hondamente y nos mueve a la oración por las víctimas y por tantas personas que lo han perdido todo. Invitamos a todos a prestar también la ayuda material que sea posible a través de Cáritas».
Por último, mencionó «los dramas que padecen tantos cristianos, de distintas confesiones, sometidos a presiones y persecuciones de diverso tipo en varias partes del mundo. Algunos han sufrido ataques sangrientos en los mismos lugares en los que se reunían para el culto divino. Otros se ven acosados en su vida ordinaria y en su trabajo. Muchos se han visto obligados a abandonar sus casas y su patria para poner a salvo la vida o la tranquilidad de sus familias. Pensamos, en particular, en los cristianos sirios, que malviven en los países vecinos, hacinados en campos de refugiados». Al respecto, el cardenal Rouco pidió que la persecución a los cristianos esté presente en las relaciones diplomáticas y que estas personas «puedan sentir al menos que no son abandonados a su suerte».
Vigencia de los Acuerdos Iglesia-Estado
Otro destacado punto del discurso del Presidente fue sobre las implicaciones sociales de la fe, al que dedica su último capítulo la encíclica Lumen Fidei, en el que se afirma que «la fe ilumina las relaciones humanas» y «construye para los hombres una ciudad fiable». Esto le dio ocasión al cardenal para reafirmar la vigencia de los Acuerdos de 1979. «En España -dijo-, las relaciones entre la Iglesia y el Estado están suficientemente bien reguladas por los Acuerdos entre la Santa Sede y el Estado Español firmados en 1979. Los Acuerdos reflejan fielmente tanto los principios enseñados por el Concilio Vaticano II a este respecto, como los que emanan de la Constitución Española de 1978, especialmente de lo que ésta establece en los artículos 16 y 27, máxime si son interpretados a la luz de lo que prescribe el artículo 10,2».
Mártires para la nueva evangelización
Con respecto al Plan Pastoral de la CEE, el cardenal Rouco destacó, sobre todo, la reciente beatificación de mártires en Tarragona. «Fue aquel un domingo luminoso que hará historia», dijo, y aludiendo al mensaje del Papa Francisco, recordó la exhortación del Santo Padre «no solo a imitarlos, sino a pedirles ayuda. Podemos confiar en que ellos comprenden muy bien nuestras dificultadas en el camino de la fe. Ellos se vieron dramáticamente inmersos en la noche del ateísmo del siglo XX. Pero permitieron que la luz de la fe brillara en las tinieblas de esa noche. Son nuestros intercesores privilegiados». Y prosiguió: «Sí, los santos y beatos mártires del siglo XX son los grandes testigos de la fe en nuestro tiempo: los veneramos de modo especial al concluir el Año de la fe. Confiamos en que su memoria y su culto vayan convirtiéndose poco a poco en una referencia normal y habitual en la obra de la evangelización del tercer milenio, en la que nuestras Iglesias particulares, y toda la Iglesia que peregrina en España, se encuentran empeñadas, bajo la guía de los Papas. La cultura de la muerte, que ensombrece los grandes logros del mundo moderno, ha de ser iluminada por la luz de la fe. Ha de ser alumbrada una esperanza más fuerte que la muerte. Las ideologías inmanentistas del siglo XX sofocaron esa esperanza y sembraron Europa y el mundo entero de millones de víctimas y de mártires. Son ideologías que no han cedido todavía el paso a un verdadero humanismo. Será muy valiosa la intercesión de los mártires. En comunión con ellos, avanzará la nueva evangelización».
El cardenal Rouco anunció también que el nuevo catecismo, Testigos del Señor, continuación del catecismo Jesús es el Señor, y destinado principalmente a la segunda infancia y primera adolescencia, ha obtenido ya la aprobación del Pontificio Consejo para la Nueva Evangelización y será publicado en los próximos meses. «Nos alegramos mucho de poder hacer este anuncio al concluir el Año de la fe. Porque los catecismos son instrumentos imprescindibles para una buena catequesis, sin la cual no es posible una buena transmisión de la fe», dijo. «Nuestra Conferencia da así un gran paso adelante en su programa de preparar catecismos que, recogiendo el espíritu y la letra del Catecismo de la Iglesia Católica, acerquen a las diversas etapas de la iniciación cristiana una síntesis armónica y segura de los contenidos de la fe, al tiempo que faciliten a los catecúmenos la maduración progresiva de su encuentro personal con el Señor».
R.B.

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