DE TODO UN POCO
ENRIQUE / GARCÍA-MÁIQUEZ | ACTUALIZADO 27.11.2013 - 01:00
Balance y balanceo
EL paso del ecuador de la legislatura de Rajoy ha multiplicado los balances, como es lógico. Lo que no ven lógico en el Gobierno es que la mejora económica, tan aplaudida por tantos organismos internacionales y socios europeos, no impulse la intención de voto al PP, que cae estrepitosamente, aunque los problemas del PSOE la enmascaren un poco por ahora.
Se dan dos explicaciones. O que no ha repercutido todavía en la gente la recuperación económica, pero que, cuando lo haga, las encuestas remontarán; o que el PP ha abandonado los principios, concentrándose sólo en los números, que no mueven a los pueblos. Coincidiendo con los dos años, una figura de tanto peso simbólico como Santiago Abascal ha dejado el Partido Popular, desesperado por ese abandono de los valores y achacando a la cúpula del aparato y del ejecutivo que no haga gran cosa por los ideales de su base social. Ésta sería -dice el todavía joven político vasco- la tercera legislatura de Zapatero, pues ninguna de sus leyes de ingeniería social ha sido derogada y se siguen gastando paños calientes con el desafío nacionalista.
Ninguna de esas explicaciones es torpe, aunque ninguna da en el blanco. Tiene razón Rajoy en que atajar el desorden económico era urgente y decisivo, aunque no sé por qué eso ha de resultar incompatible con la acción en otros campos. Pero el problema real del Gobierno es que su mejora es macroeconómica y va a ser complicado que llegue al pueblo soberano, porque son las condiciones laborales, asistenciales y tributarias de ese pueblo las que se están sacrificando para salvar los grandes números. Quizá baje algo el paro -ojalá-, pero las presiones de todo tipo sobre la clase media no parece que vayan a aflojar, y ahí es donde se juega el partido, en realidad. "¡Es la economía, estúpido!", se dice; pero es la micro, caballero, habría que precisar a más de uno.
Es sólo entonces cuando la dejación de un discurso moral, de una reforma administrativa y de una regeneración democrática deviene efectivamente letal para el PP. A las grandes masas apolíticas no las convence, porque su política económica no es capaz de salir del marco de lo macro; a su base electoral, desmoralizada por la presión fiscal, se la ningunea en lo político; y así no se ilusiona ni por un lado ni por otro. Si en los próximos años el Gobierno se dedica a esperar que sus grandes números repercutan, como dice, va listo.
Se dan dos explicaciones. O que no ha repercutido todavía en la gente la recuperación económica, pero que, cuando lo haga, las encuestas remontarán; o que el PP ha abandonado los principios, concentrándose sólo en los números, que no mueven a los pueblos. Coincidiendo con los dos años, una figura de tanto peso simbólico como Santiago Abascal ha dejado el Partido Popular, desesperado por ese abandono de los valores y achacando a la cúpula del aparato y del ejecutivo que no haga gran cosa por los ideales de su base social. Ésta sería -dice el todavía joven político vasco- la tercera legislatura de Zapatero, pues ninguna de sus leyes de ingeniería social ha sido derogada y se siguen gastando paños calientes con el desafío nacionalista.
Ninguna de esas explicaciones es torpe, aunque ninguna da en el blanco. Tiene razón Rajoy en que atajar el desorden económico era urgente y decisivo, aunque no sé por qué eso ha de resultar incompatible con la acción en otros campos. Pero el problema real del Gobierno es que su mejora es macroeconómica y va a ser complicado que llegue al pueblo soberano, porque son las condiciones laborales, asistenciales y tributarias de ese pueblo las que se están sacrificando para salvar los grandes números. Quizá baje algo el paro -ojalá-, pero las presiones de todo tipo sobre la clase media no parece que vayan a aflojar, y ahí es donde se juega el partido, en realidad. "¡Es la economía, estúpido!", se dice; pero es la micro, caballero, habría que precisar a más de uno.
Es sólo entonces cuando la dejación de un discurso moral, de una reforma administrativa y de una regeneración democrática deviene efectivamente letal para el PP. A las grandes masas apolíticas no las convence, porque su política económica no es capaz de salir del marco de lo macro; a su base electoral, desmoralizada por la presión fiscal, se la ningunea en lo político; y así no se ilusiona ni por un lado ni por otro. Si en los próximos años el Gobierno se dedica a esperar que sus grandes números repercutan, como dice, va listo.
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