lunes, 15 de diciembre de 2025

EL VIEJO ESCRITOR

 




Ha sobrepasado los noventa, nació en un día de marzo de 1933. Recuerda que vivía en una casa de campo. Su padre era guardés de una finca, su madre cocinera de la casa principal donde vivián los señores. Don Damián y Doña Florinda. ¡Qué buenas personas eran! Los trataban como si fueran de la familia. Los señores solo tuvieron una hija, Margarita, que tenía más o menos cinco años menos que él. La recordaba jugando en el frondoso jardín o tocando el piano, cada tres día venía Doña Elena que era profesora de solfeo. Siempre decía, y tenía razón, que esa preciosa chiquilla de tirabuzones rubios era una virtuosa.

Pasado los años y gracias a Don Damián y Doña Florinda pudo marchar a estudiar a la capital allí cursó estudios superiores e incluso hizo la carrera para maestro de escuela. Fue destinado a una escuela rural, después fue de un lugar a otro, hasta que llegó al pueblo donde está radicada la finca donde creció y todavía trabajaban sus padres. Lo que nadie sabía es que en secreto y por medio de cartas mantenía una relación con Margarita. Ahora que tenía trabajo fijo y un puesto destacado en el pueblo quería pedirle la mano de su hija a Don Damián. Tenía miedo, no puede decir lo contrario, porque la diferencia de clases sociales era una grieta difícil de rellenar en esos años en este terruño llamado España. Pero el amor todo lo puede o por lo menos eso dicen…

Al final la conversación con el padre de Margarita fue más fácil de lo que se imaginó ya que Doña Florinda lo había puesto en antecedentes mucho antes. Margarita quería con locura a su prometido y eso era lo importante. Además, era un hombre ilustrado que sería quién ayudaría a su hija a llevar la finca una vez que ellos faltaran. La boda se celebró poco antes de la Navidad del año siguiente. Con el tiempo vinieron los hijos, tres en concreto. Él siguió dando clases en la escuela, accedió al puesto de secretario del Ayuntamiento y además llevaba los asuntos económicos de la finca.



La casa no fue igual desde que faltaron sus padres, así como Don Damián y Doña Florinda, aunque la alegría de Damián, María Dolores, en honor a su madre, y Pepito lo mitigaban todo. Siempre había muchas risas y alguna riña, pero cuando llegaba Navidad todo era distinto, tenían que ser buenos porque si no los Reyes Magos podrían traerles carbón.

Pasó el tiempo, los años, los niños crecieron, estudiaron, y menos Pepito, marcharon. Cuando se jubiló del colegio y del Ayuntamiento comenzó a escribir, que no se le daba nada mal, de las cosas del lugar, personajes, vida, costumbres, así como la historia de la finca y la casona que presidía todo. Ganó varios premios literarios y todo.

Dejó de vivir cuando su Margarita, ya mayor, se puso enferma y murió de un día para otro. Con su marcha se le apagó la vida y aunque Pepito, que lleva la finca, creó su familia y le regaló cuatro preciosos nietecillos, aparte de los de Damián y María Dolores que vivían fuera, bien sabía que su tiempo había pasado.

Y ha sobrepasado los noventa, sigue sentado en su escritorio, anotando aquella historia que pasó donde vivió Manuela, la de las flores. Está feliz, aunque echa de menos a su amada Margarita, porque toda la familia está junta para celebrar una nueva Navidad, que es la venida del Niño Jesús al mundo, que nos trae Amor, Caridad, Fe y Esperanza.

Con mi tradicional cuento os deseo una Feliz y Santa Navidad y un próspero 2026.

Nosotros nos volvemos a reencontrar el 12 de enero, pasadas estas entrañables fiestas.


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