Cebu – Las consecuencias del terremoto y del tifón Hayan que azotó la población de Filipinas siguen empeorando también a causa de las malas condiciones de varios hospitales, incluido el Hospital de Cebú declarado inhabitable debido a los daños reportados a algunas de las vigas principales del edificio. La estructura ha sido “trasladada” al cuartel local de los bomberos, que ha podido abrir hace una semana, pero sólo puede acoger las situaciones de emergencia porque tiene capacidad sólo para 100 camas. Otro hospital es el provincial que cubre las provincias periféricas sin centros de salud o que no cuentan con las instalaciones necesarias. Los pobres de la ciudad son atendidos allí, pero es de pago y quien no tiene suficiente dinero para pagarse la comida no puede permitirse el lujo de ir al hospital. “Como sucede a menudo, son los más pobres los que se llevan la peor parte”, dice a la Agencia Fides sr. M. Joachim desde Cebu. “Después de la devastación sufrida en Leyte, la atención se ha desplazado hacia el norte, dejando Cebu en condiciones de precariedad absoluta, con instalaciones inadecuadas para el tratamiento de los pobres, donde son ignorados por completo”. Sr. Joachim continúa: “he estado en el Distrito sanitario con 17 detenidos que tenían que hacerse radiografías. Comparten sus celdas con enfermos de tuberculosis, cuyos diagnósticos están incompletos, por lo que también están expuestos a la TB, pero nunca tendrán la certeza porque han sido abandonados a su suerte, a menos que puedan permitirse exámenes de control privados”. Pero, con la orden del tribunal de ponerlos en libertad bajo custodia de los guardias de la prisión, probablemente tendrán que esperar otro mes más después de los dos que ya llevan sin un diagnóstico y sin tratamiento. En las calles de Cebu los enfermos mentales parecen multiplicarse diariamente ya que son dados de alta del hospital muy rápidamente. Hay quienes mueren sentados en la puerta de la sala de emergencia en espera de ser ayudados porque no tienen el dinero para pagar; mujeres sentadas junto a la carretera con un bebé recién nacido en sus brazos envueltos en trapos sucios, y otros dos o tres delgados y sucios que corren a su alrededor; ancianos sentados en la acera pidiendo limosna. Lo poco que cada uno de nosotros puede hacer - dice sr. Joachim - parece desvanecerse tan pronto como se hace”.
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