Se cumplen tres semanas de la trágica noche del 24 de julio, cuando un tren híbrido de Renfe –circulan a alta velocidad– tomó la curva de A Grandeira, a pocos kilómetros de Santiago de Compostela, a 179 kilómetros por hora. Descarriló. La señalización indicaba que debía circular a 80 kilómetros por hora. ¿Fallo técnico?, ¿distracción del conductor? Tanto los técnicos de Adif y Renfe como las autoridades judiciales siguen analizando cada dato para determinar qué paso exactamente, aunque las cajas negras del tren ya han revelado gran parte de lo que ocurrió aquel fatídico miércoles.
Mientras, familiares de los fallecidos y heridos luchan por seguir adelante con sus vidas. Superan su duelo gracias a la ayuda de plataformas como la que ha creado la Fundación Avata. «Hemos lanzado este manifiesto para que la gente se apunte de forma voluntaria y se asocie. Nosotros les ofrecemos la ayuda jurídica que necesitan para montar una asociación», explica Alberto Tranche, portavoz de los voluntarios de la Fundación. Han recibido más de 80 llamadas de interesados en agruparse, aunque algunos, lo que más necesitan es apoyo psicológico. «Nos han solicitado apoyo ocho familiares de un mismo fallecido», comenta Tranche. Una de las dudas con las que más se encuentran la Fundación es «el miedo de muchas familias a aceptar el anticipo que ofrecen las aseguradoras. Creen que al firmar el ''recibí'' puedan renunciar a la cuantía completa», añade el portavoz. Intentan darles confianza porque la organización también sigue de cerca que las empresas cumplan con su obligación de adelantar el dinero prometido: «Por ahora, las aseguradoras están al día con los pagos». En lo que se refiere al inicio de demandas colectivas, Tranche reconoce que «la gente aún está un poco desorientada. No sabe si personarse o no».
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