sábado, 3 de agosto de 2013

EN MI PUEBLO...




En mi casa ya no luce el sol porque se oculta pronto entre la pared de la sierra que nos protege cual si un muro fuese. Ese sol que todavía irradia vivos rayos de sol y que hace que no se vaya del todo hasta bien pasada la diez de la noche. Ver y gozar la anochecida es uno de los muchos privilegios que tiene el vivir en mi querido Pueblo.

Mi Pueblo es pequeño, no creo que superen los trescientos habitantes, aunque no falta de nada careciendo de algunas bastante importantes. La superación de las dificultades hace de sus habitantes gente extraordinaria.

Pero en él que no tiene ni las tiendas que tiene un pueblo de mayor densidad de habitantes y el cine es cosa de otros mundos, la televisión llega y se va porque el repetidor no es que sea lo mejor del mundo, y que los servicios mínimos prioritarios son protagonistas por su ausencia, hacen de que mi pueblo sea un lugar especial. 

Muchos se preguntarán, tienen todo el derecho para hacerlo, el por qué me gusta vivir aquí, el por qué me he empadronado y he trasladado hasta lo más alto de la montaña mi residencia teniendo de todo en una ciudad grande, como Jerez, que es la quinta en población  de Andalucía o como San Fernando, mi querida Isla de León, que también es una gran ciudad. Pues simplemente porque me ha enamorado esta bella localidad enclavado en lo más alto de la Provincia de Cádiz, porque he encontrado la paz, la tranquilidad, la salud y la felicidad que creía que ya no existía en ningún lugar del mundo.

Aquí soy y me siento feliz. Gracias a mi pueblo puedo decir que he conseguido lo que es la felicidad completa. Mi mujer y mi pueblo así como todo lo que ello conlleva hace de mí un hombre distinto en todos los sentidos.

Para dos personas que huyen de los bullicios, que nos sobra las prisas, los compromisos "sociales", las amistades interesadas, las responsabilidades y cargos, que los hemos ostentados, que no solo traen obligaciones  sino deslealtades y serias persecuciones.

Nos sobra lo efímero porque damos importancia a lo verdaderamente importante. Gozar de la vida en pareja, sin trampas ni cartón, de compartir una buena y profunda conversación, mejor lectura, una buena caminata en medio de este agreste paisaje natural que nos rodea, la lectura de un buen libro o el disfrutar de una suculenta comida hecha con ingredientes naturales, las adulteraciones no se conocen en mi querido pueblo, o embriagarte con una buena copa. 

Es recuperar lo tradicional, lo más puro, lo que ya se creía perdido. Aquí he podido disfrutar, como hacía mucho tiempo, de una buena tertulia entre amigos. Mi Pueblo tiene un Casino situado en el centro neurálgico del mismo donde es un ágora de la libertad de expresión y pensamiento siempre dentro de las normas más exquisitas del respeto a los demás. ¡Nos enseñan tantos los pueblos!

Aquí podemos hablar de todos los temas porque se hace desde la mesura. Existe la crítica, pero con respeto a lo que piensen los demás. Es un auténtico atrio de conocimiento del saber popular, de la vida vivida a cada instante, con sufrimientos y también con alegrías. 

En mi pueblo los sufrimientos y las alegrías son más puras, llegan más al alma de todo el que tenga un corazón noble.

Pasear por el mismo es ver un paisaje distinto según la hora del día porque los colores cambian según la situación del sol. Las noches son puras como su aire que traspasa nuestros pulmones adormecidos por el adulterado aire que está contaminado por tanto "progreso".

La gente de mi Pueblo son valerosas, pacientes que no conformistas, que quieren y desean siempre mejores condiciones de vida porque se la merecen. Creo que entre todos, ocupemos el lugar que ocupemos, podemos hacer algo para sacar adelante sin perder las ricas e históricas raíces que fundamentan a este mi querido Pueblo.

No he querido nombrarlo, todos sabéis a cual me refiero, y no he querido hacerlo porque todos, al fin y al cabo, tenemos un pueblo en nuestro corazón y en nuestra mente.

Recibid un fuerte abrazo desde mi querido Pueblo.

Jesús Rodríguez Arias

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