El sempiterno calor nos acompaña nuevamente en verano, tradicional fecha del año donde las altas temperaturas es algo considerado de normal. Lo raro, curioso, sería que hiciera este calor en pleno mes de enero por estas latitudes.
Hetepheres, como siempre, me recogió el viernes en la estación. Cuando entré en el coche el aire acondicionado se percibía de otra manera debido a la temperatura tan alta que hacía a esa hora en Jerez. Más de 39 grados de un calor seco, sofocante que irritaba nuestros cuerpos desgastados de tanto sudar.
Almuerzo en marcha mientras cogemos camino hacia nuestro querido y venerado pueblo.
A esas horas son muy pocos los que circulamos por estas carreteras, solo los que no tienen más remedio o lo que estamos locos por llegar a lo que consideramos nuestro hogar.
Sobre las cuatro y cuarto de la tarde abríamos la puerta principal de la casa para vaciar el coche con las cosas que traíamos para estos días o simplemente las que faltaban.
Nos cambiamos de ropa y nos dispusimos a ver un poco la televisión. En plena sobremesa creo que di una cabezada porque no me acuerdo bien de lo que vimos.
Más tarde, mientras Hetepheres veía un clásico en la televisión, actualicé el blog para luego irnos a “La Covacha” porque teníamos que comprar varias cositas.
Llegamos a casa sobre las siete de la tarde, tiempo para regar las macetas y sentarnos un rato en el patio, con el calor desaparecido al igual que el sol que se ocultaba detrás del “Caíllo”. Saludamos a nuestra querida vecina, Elena Olmos, y nos dispusimos a leer un rato con unos frutos secos y una buena copa. Como este verano no está siendo demasiado bueno en lo que se refiere a mi enfermedad digestiva he suprimido el alcohol durante el resto de la semana y solo me salto esta prohibición en el fin de semana cuando estoy en Villaluenga.
Le dije a mi mujer que un poco más tarde nos iríamos a dar una vuelta por “La Glorieta” y después recorreríamos el pueblo en nuestro tradicional paseo nocturno del pueblo. Estaba terminando de actualizar el blog cuando recibimos una visita que nos alegró sobremanera: Juande. Se sentó con nosotros y se tomó una refrescante cervecita en medio de una larga, profunda conversación llena de interés. Juande es de esas personas que está en permanente formación y se le nota porque al conversar se le ve que es conocedor de muchos temas.
Serían las nueve y media cuando se nos unió otra visita inesperada y que nos dio mucha alegría: Israel.
Israel es el hijo mayor de Fernando, del Casino, tendrá unos once o doce años y un corazón de oro puro como sus padres. Estaba muy ilusionado porque Hetepheres le había prometido regalarle un libro de Julio Verne cosa que hizo sobre la marcha.
Así en esta conversación llena de matices en las que se unía la genialidad con la inocencia, las experiencias y las alegrías de todos. Así se hizo la noche y pasó el viernes. Eran más de las once cuando nuestros dos buenos amigos se marcharon. Después de eso cenamos muy ligeramente y nos marchamos a dormir porque estábamos muy cansados del ritmo de la semana que había pasado.
Este fin de semana se preveía normal y tranquilo. Puedo deciros que ¡Así fue!
Me levanté sobre las nueve menos cuarto de la mañana tras haber dormido plácida y tranquilamente durante más de ocho horas y media. Lo hice en silencio porque no quería despertar a mi mujer que todavía descansaba. Me fui al salón y observando las montañas en la lejanía me puse a rezar mis oraciones mañaneras. No había pasado ni quince minutos cuando Hetepheres se levantaba, nos dábamos los buenos días y se duchaba mientras yo hacía la cama.
Poco después de estar los dos preparados, sobre las nueve y media, nos fuimos a desayunar al Casino que a esas horas estaba cerrado con lo que nos dirigimos a “La Posada”. Lo que iba a ser un desayuno ligero en el tiempo se alargó a casi hora y media porque ese día estaba de servicio Berna, que tras atendernos extraordinariamente, como él siempre lo hace nos pusimos a charlar sobre muchas cosas que nos interesaban. También estaba la directora, María Jesús Alberto, con su franca y bella sonrisa que ilumina toda su cara. Entre el aire acondicionado del local y la buena conversación se mitigaron todos los deseos de hacer una buena caminata.
Cuando salimos de desayunar eran más de las once de la mañana y el calor se había hecho presente con toda su potencia. Decidimos cambiar los planes e irnos a dar una pequeña caminata por “La Glorieta”, ida y vuelta, para después acercarnos a la panadería en las que compramos varias cosas entre ellas un delicioso tocino de cielo casero que regalamos posteriormente a Conchi. Proseguimos andando pues queríamos ver algunas cosas que nos interesaban y cuando nos quisimos dar cuentas, entre la caminata y las subidas y bajadas, habíamos caminado más de cuatro kilómetros a pleno sol que hacía que sudáramos a chorro.
Llegar a casa y meterme dentro de la ducha que expulsaba el agua fría tan necesaria para nuestros desvastados cuerpos se convirtió en imprescindible. Después, ante los inicios de una bajada de tensión, unos frutos secos y una copa de oloroso viejo cumplieron su misión.
Lectura y más lecturas salpicado con una breve actualización del blog hizo que pasaran las horas sin darnos cuenta hasta llegar a las tres y media. Almorzamos en casa pues el calor nos suele quitar las ganas de comer y en vista a la climatología hemos cambiado las tornas de visita gastronómica al Casino. Antes lo hacíamos a la hora de almuerzo y ahora en la cena.
Después de almorzar y ver un poco la televisión me encaminé, como pude, hasta la cama para dormir una de mis siesta-sabatina que tanto me recuperan. ¡Dos horas de plácido sueño y de descanso absoluto en un total silencio!
Sobre las siete nos disponíamos a sentarnos un poco en el patio mientras se hacía la hora de ir a Misa, que estaba prevista a las ocho de la tarde, al poco nos visitó Israel que venía hablar un rato sobre lo que le estaba gustando el libro de Julio Verne. Sobre las siete y media, cuando las campanas daban el primer aviso de Misa, se fueron hacia la Iglesia Hetepheres e Israel porque tenían que hablar de unas cuantas cosas.
Sobre las ocho de la tarde hacía mi entrada y nos dispusimos en la Capilla del Sagrario y donde está instalada reinando en majestad la Santísima Virgen del Rosario, Patrona de Villaluenga, porque tengo que decir que desde ese lugar gozo y vivo mejor la celebración de la Eucaristía.
Israel estaba junto a Hetepheres dispuesto a participar de la Misa. Cosa que hizo de todas, todas.
Mi mujer es verdaderamente admirable, hace un apostolado firme y decidido dentro de la sencillez que le caracteriza. Ver a Israel comulgar al lado de Hetepheres es uno de los mejores momentos que he podido disfrutar este fin de semana.
Al terminar la Santa Misa y saludar a mis queridas amigas de la Parroquia y en especial a las voluntariosas componentes del coro me dispuse para irme para casa mientras Israel y Hetepheres se iban calle Real arriba para no sé que cosa.
Al poco aparecieron los dos por casa y se pusieron a ver un poco la tele mientras yo terminaba un escrito que estaba redactando en el ordenador.
Poco a poco la noche se puso totalmente oscura aunque la luna resplandecía en el firmamento. No serían las diez y media cuando nos fuimos hacia el Casino para cenar. Allí estaban muchos y buenos amigos todos sentados en torno a una mesa. Rubi y Carolina, Berna y su novia, Leti así como otras buenas amigas suyas con las que estuve charlando un rato. La Alameda presentaba un buen ambiente, más tranquila y sosegada que en la semana anterior que todo era bullicio con la fiesta del Toro de Cuerda. Así, en esta agradable placidez, estuvimos hasta cerca de las doce de la madrugada, hora esta que nos retiramos para dar un pequeño paseo y alimentar a nuestros gatos y perros de afuera del pueblo.
Un paseo por el pueblo a estas horas, con el frescor ya instalado, saludando a los vecinos que están en la puerta de sus casas o sentados en las terrazas es uno de los verdaderos privilegios de vivir en Villaluenga del Rosario.
Después de terminado el día ya solo faltaba acostarnos para descansar y esperar que nos viniera el sueño leyendo un ratito. Hetepheres se quedó dormida enseguida y yo no lo hice hasta más de la una y cuarto porque me encontraba feliz ante la lectura que tenía en mis manos.
...Y cerré los ojos para no volverlos abrir hasta la mañana siguiente a las nueve de la mañana. Mientras Hetepheres se preparaba yo me hice un buen café de Papúa para tomarlo plácidamente en el patio mientras escribía en el blog. Después de esto me arreglé y nos fuimos a dar un buen paseo por el pueblo, con parada en los perritos incluída, y que fue muy provechosa. Saludamos a Almudena que estaba en su patio preparando una suculenta fuente de croquetas que solo el mirarlas quitaba el "sentío" y seguimos con nuestra ruta hasta que llegamos cerca del Mesón “Los Caños” en el que estaban sentados mis queridos y buenos amigos Alex y Berna. Estaban reponiendo fuerzas después de un duro partido de pádel cuyo resultado no me acuerdo si me lo dijeron. Lo que sí sé es que ocupan un lugar destacado en la clasificación del Campeonato Local y eso dice mucho de ellos.
Charlamos largo rato con estos buenos amigos así como de la boda de la hermana de Alex que tendrá lugar en nuestro querido pueblo este próximo sábado. Alex cumplirá su ilusión de ver casar a su hermana ante la atenta mirada de la Virgen del Rosario, Patrona del Rosario y de nuestras almas, que bendecirá está unión sacramental.
Cuando nos despedimos nos dirigimos al Casino y allí en plena Alameda desayunamos como nos tiene acostumbrados Fernando.
Al poco llegaba Alex y se sentaba con nosotros cosa que hizo también Israel. Y así nos dieron la una, las dos y cerca de las tres.
Hetepheres se marchó para casa y yo permanecí en compañía de Alex en un mano a mano entre cervezas y copas de manzanilla con una jugosa y rica conversación de por medio. Las horas pasaron a una velocidad vertiginosa.
Puedo resumir estos días en Villaluenga como los de la amistad pues de ella, en estado puro, hemos disfrutado ampliamente.
Hoy miércoles, cuando se publique este post quedarán ya muy pocas horas para volver a volver a Villaluenga del Rosario.
Decía Raphael en una maravillosa canción: “Para volver a volver, no te marches ahora de una vez quedate”. ¡Ojalá llegara pronto ese día que de una vez nos quedáramos para no volver a marcharnos de nuestro querido pueblo!
Con un fuerte abrazo para todos mis queridos amigos,
Jesús Rodríguez Arias
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