miércoles, 31 de mayo de 2017

HORA DE RETRATARSE; POR ENRIQUE GARCÍA-MÁIQUEZ



Diario de Cádiz
El problema de Mariano Rajoy no es que su principal estrategia de acción sea la inacción, sino que es la única. La inacción tiene, desde luego, muchos puntos a favor. Su mejor defensa es de sir Thomas Brewbold, citado por Ambrose Bierce: "Sólo hay una manera de no hacer nada, y muchas maneras de hacer algo y, entre éstas, una sola es la correcta; de ahí que el indeciso que se queda quieto tiene muchas menos probabilidades de equivocarse que quien se lanza a la acción". No sé si Rajoy conoce este argumento, en la teoría, digo, porque en la práctica sí.
Más allá de sir Thomas, confluyen varias causas en su tancredismo. En su afilado discurso de ingreso en la Real Academia Hispanoamericana de Cádiz, José Joly diagnosticó muy certeramente lo que hoy paraliza a los políticos en general: la falta de consenso entre partidos, el hipercriticismo de las redes sociales, la pérdida de la presunción de inocencia y la sospecha general de corrupción. Cualquiera se atreve a mover un pelo.
En el caso de Rajoy, eso viene intensificado por su talante, y por el reforzamiento positivo -que dicen los psicólogos- de que así le ha ido extraordinariamente bien. Y por más motivos aún. Si la economía es lo que importa, dice, y ésta va mucho mejor cuanto menos se intervenga, ¡que tire ella a fuerza de brazos de la mano invisible! (Ya vendrá después la mano izquierda, la visible y metomentodo de Hacienda, que ésa sí.) Por otro lado, Rajoy es un negociador que lo confía todo a la cesión. A lo que hay sumar que, como buen Registrador de la Propiedad, se somete a la ley y deja a los jueces hacer su trabajo. En el doble sentido: el de los jueces y el suyo de Rajoy. Por último, es un político que conoce su oficio. El referéndum sobre la independencia es impracticable con independencia del resultado, pues su simple celebración implica un reconocimiento práctico de la soberanía, bastante mayor que lo que pudiera salir de cualquier resultado. Rajoy lo concibe inconcebible, y se bloquea.
Lo cual nos sirve para comprender al personaje y sus líneas de (no) actuación. Pero el liderazgo exige cambiar los modos para adaptarse a las circunstancias. El nacionalismo catalán está dispuesto a llevar el conflicto a las últimas consecuencias. Ahora la flexibilidad del buen gobernante obliga a Rajoy a ser rígido. En esa paradoja lo quiero ver. Le está llegando la hora de retratarse, y no precisamente de perfil.

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