lunes, 29 de mayo de 2017

MONS. ABOU KHAZEN: "CON LA GENTE QUE SUFRE, SEMBRANDO ESPERANZA"

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“La mayor parte del tiempo la paso en Alepo y quiero estar allí”. Así habla Mons. Georges Abou Khazen de su ministerio como obispo católico de Alepo y vicario apostólico de los latinos en Siria: como un pastor junto a su rebaño sufriente.

¿Con qué ocasión se ha reunido con el Ministro General y el Custodio de Tierra Santa, en su visita a Siria?
Nos hemos visto con motivo de la misa en la parroquia de Alepo y después también hemos almorzado juntos en otro convento. Tras la misa, el padre general nos ha entregado un azulejo de la puerta santa de San Pedro en Roma. Se cerró en el 2000 pero se abrió el año pasado para el Jubileo de la Misericordia. Representa para nosotros un símbolo muy fuerte: la solidaridad con nosotros y el signo de que formamos parte de la gran familia de la Iglesia católica. Traer un azulejo hoy a Alepo, donde hay tanta destrucción, también significa traer simbólicamente la esperanza en la reconstrucción. Y esperamos que llegue la reconstrucción.

¿Qué ha significado para la gente su visita?
Han sido invitados por la parroquia de San Francisco y han visitado a los frailes franciscanos que la dirigen. Han celebrado misa y han hablado con la gente, que estaba impresionada, conmovida y entusiasmada. Recibir la visita de estas personalidades da fuerza, da esperanza. Para la gente significa poder pensar en la vuelta a la normalidad.

Usted que vive desde hace años en Siria, ¿qué querría que se conociese de la situación actual? ¿De qué no se habla lo suficiente?
No se habla lo suficiente de la verdad. Querríamos que la gente entendiese lo qué está pasando y por qué está sucediendo. La forma en que la mayoría de los medios han contado toda la crisis siria no se corresponde con la verdad. Me refiero, por ejemplo, a la intervención extranjera en Siria. ¿Por qué ha sucedido? Como el bombardeo americano. Todos han hablado de ello, pero no han hablado de las víctimas: 400 víctimas entre los civiles y dos pueblos totalmente destruidos. ¿No es un crimen también bombardear las infraestructuras y los puentes? De eso nadie habla. Los americanos han destrozado todo el sistema eléctrico, han bombardeado la presa que ahora amenaza causar graves daños. ¿Y cuántos muertos habrá si eso ocurre? Qué culpa tiene la pobre gente…

¿Qué significa para usted ser obispo, pastor, de un pueblo que está sufriendo, como el sirio?
Para mí siempre es doloroso ver sufrir a la gente, ver que carecen de todo. En Alepo, por ejemplo, hace más de un año que no tenemos electricidad. También hemos pasado varios meses sin agua. No se habla del hecho de que hay sanciones, el embargo contra Siria, a costa de los civiles. No podemos importar medicinas, maquinaria para los hospitales, gasolina, gasóleo. ¿Y quién sufre todo esto? Claramente, no los poderosos. La población. Pero en estos tiempos tan difíciles nos sentimos aún más unidos a los fieles y a la gente cercana. Como pastor espero poder estar siempre cerca de mi rebaño.

Frente a la pobreza y al dolor, ¿cómo animar a las personas a creer que Jesús no les abandona?
Intentamos insistir en la esperanza como una virtud. Los cristianos no siempre han pasado por épocas fáciles. Aquí muchos son hijos y nietos de mártires y eso fortalece la fe, la identidad cristiana. En Damasco en 1880, por ejemplo, fueron masacrados más de ocho mil cristianos. Algunos todavía tienen la foto de su abuelo o bisabuelo pegada a la puerta o en las paredes de su casa. “Murió por la fe”, dicen, y también ellos se apegan más a esta fe.

Muchos cristianos han dejado Siria pero algunos se han quedado. ¿Qué pueden hacer por ellos?
La mitad de la población de Siria son refugiados. Quizá algunos cristianos volverán en el futuro. Hoy, gracias a la ayuda de nuestros benefactores, intentamos en primer lugar que sobreviva la gente que aún permanece.
Estamos ayudando a reparar algunas casas.
También estamos pensando ayudar a crear pequeñas empresas, de manera que los sirios puedan trabajar para sostenerse. Solo se puede pensar en volver si se tiene casa o trabajo.

¿Qué desea a día de hoy para Siria?
Que cese la violencia, que cese este río de sangre, que lleguen la paz y la reconciliación.

¿Puede contarnos una historia ilustrativa de la vida en Siria en estos días?
Tuvimos a una pareja que esperó ocho años antes de tener un hijo. Este niño a los doce años murió a causa de la metralla en un bombardeo sobre Alepo. Era su único hijo. En su inmenso dolor, realizaron un gran acto de fe: decidieron quedarse en Alepo. Rezaron diciendo: “Que el Señor nos dé fuerza para ser testigos de la fe. Que nuestro hijo sea como un sacrificio ofrecido a Dios para evitar la muerte de otros niños de su edad”.

Beatrice Guarrera
para La Terra Santa

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