viernes, 7 de abril de 2017

LLAMAMIENTO PARA LA COLECTA DE LOS CRISTIANOS A FAVOR DE TIERRA SANTA

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Excelencia Reverendísima.

El camino cuaresmal que estamos recorriendo nos invita a levantar la vista hacia la meta: somos llamados a seguir a nuestro Señor Jesucristo hasta el Gólgota y después bajar con Él al sepulcro para, finalmente, experimentar la fuerza siempre nueva y vivificante de su Resurrección. Los Lugares Santos de nuestra fe son el testimonio tangible de este extraordinario acontecimiento que ha cambiado la historia de la humanidad y la ha abierto a una nueva esperanza.

Desde esos lugares, el anuncio de la Pascua se ha extendido a todo el mundo y continúa difundiéndose. En esas regiones, sin interrupción a lo largo de los siglos, incluso a costa de grandes sacrificios y del martirio, ha seguido estando presente una comunidad cristiana con el rostro universal de Pentecostés.

El sentido de comunión en Cristo muerto y resucitado por nosotros nos empuja a promover también este año la importante iniciativa de la colecta pro Tierra Santa (Collecta Pro Terra Sancta), por el vínculo de fraternidad que une la Iglesia universal con la Iglesia madre de Jerusalén. El Santo Padre, con motivo de la asamblea de la Reunión de las Obras de Ayuda a las Iglesias Orientales (Riunione delle Opere di Aiuto per le Chiese Orientali - ROACO) el 16 de junio de 2016, al referirse a las obras de restauración en curso en la basílica de la Natividad de Belén y del Edículo del Santo Sepulcro en Jerusalén, recordó el valor no solo de la presencia de la Iglesia en Tierra Santa sino también del “mantenimiento de los Santos Lugares y de los santuarios, gracias también a la colecta del Viernes Santo que cada año se renueva, a partir de la feliz intuición del beato Pablo VI”. Gracias a la generosa ofrenda de muchos, católicos y no católicos, las obras de restauración de ambos sitios, patrimonio común de la Cristiandad, se están llevando a cabo con notables resultados.





Vivir hoy la fe cristiana en Oriente Medio, lo sabemos, no es fácil en absoluto. No lo es especialmente en Irak, en Siria y en Egipto, donde las comunidades cristianas han experimentado el ecumenismo de la sangre y donde los fieles deben luchar cada día contra la tentación de abandonar la propia tierra o incluso la propia fe. No lo es tampoco en los demás países de la región, donde con frecuencia los cristianos se encuentran expuestos a formas de opresión y de discriminación que minan día tras día sus condiciones de vida.

Mantener viva la esperanza en este contexto es realmente difícil y al mismo tiempo muy importante. Por eso, la pequeña presencia cristiana en Oriente Medio necesita sentir el apoyo y la cercanía de toda la Iglesia. Un apoyo que consiste en la oración constante por ellos. Un apoyo que también se realiza mediante la ayuda económica concreta, teniendo en cuenta lo que ya escribía San Pablo con motivo de la primera colecta por Jerusalén: “Cada uno dé como le dicte su corazón: no a disgusto ni a la fuerza, pues Dios ama al que da con alegría” (2 Cor. 9,7).

Una vez más, gracias a la generosidad de toda la Iglesia, que se concreta y se manifiesta también en la colecta del Viernes Santo, las comunidades católicas de Tierra Santa, tanto la latina de la diócesis patriarcal de Jerusalén, de la Custodia franciscana y de otras circunscripciones como las orientales – greco-melquita, copta, maronita, siria, caldea, armenia – con las familias religiosas y los organismos de toda clase, podrán a su vez ayudar de forma específica a los pobres y los que sufren de cualquier etnia o creencia, sin distinción.

Las parroquias continuarán su servicio pastoral con atención especial a los pobres; las escuelas serán lugar de encuentro entre cristianos y musulmanes para preparar juntos un futuro de respeto y de colaboración; los hospitales y los ambulatorios, las residencias y los centros de reunión seguirán acogiendo a los que sufren y a los necesitados, a los desplazados y a los refugiados, a personas de cualquier edad y religión afectadas por los horrores de la guerra. Nos interpelan cada día y no podemos olvidar los rostros de miles de niños y jóvenes en edad escolar, huidos de la violencia y la persecución en Siria y en Irak, que han sido acogidos en las escuelas cristianas de los países vecinos gracias a nuestra colecta.

Otro elemento importante que constituye la vitalidad de la Iglesia en Tierra Santa es la peregrinación, iniciativa que se debe promover continuamente. A través del viaje por los Santos Lugares y siguiendo las huellas de Cristo es posible no solo un renacer de la fe y el redescubrimiento de los propios orígenes, sino que también supone un medio para la nueva evangelización. Las peregrinaciones son, además, un recurso esencial para las poblaciones cristianas de Tierra Santa. Según estadísticas recientes, de hecho, al menos el 30% de la comunidad local – en Jerusalén y en Belén – vive y trabaja gracias a la presencia de los peregrinos.

En estos días de preparación para la Santa Pascua renovamos nuestro compromiso de ser artífices de la paz, rezando y trabajando para que la paz habite en el corazón de cada persona, especialmente de nuestros hermanos y hermanos de Tierra Santa y de Oriente Medio.

A usted, a los sacerdotes, a los consagrados y a los fieles que trabajan para el éxito de la colecta, tengo la alegría de trasmitir el vivo reconocimiento del Santo Padre Francisco, junto con el agradecimiento de la Congregación para las Iglesias Orientales. Y, al tiempo que invoco sobre su persona, su ministerio pastoral y sobre todos los fieles bajo su jurisdicción abundantes bendiciones divinas, le trasmito mis deseos de una Feliz Pascua de Resurrección y el más fraterno saludo en el Señor Jesús.

Leonardo Card. Sandri
Prefecto


+ Cyril Vasil’, S.I.
Arzobispo Secretario








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