viernes, 1 de noviembre de 2013

DESDE VILLALUENGA: ¡¡¡UN DÍA DIEZ..., EN TODOS LOS SENTIDOS!!!

Me preguntaba Hetepheres, mientras recorríamos el sendero que nos habíamos propuesto que ni está marcado, ni es oficial, ni falta que hace porque para andar por el campo solo hay que conocer la zona, ser prudente y olvidarte de tanta señalización con indicaciones del kilometraje y tiempo estimado para la realización del mismo, ¿Qué era para mí un día diez? No supe contestarle porque esta cuestión para responderla hay que pensarla mucho.

Tengo que decir que para mí un día diez no es un día predeterminado sino es un día donde lo disfrutes al máximo y te sientas verdaderamente feliz.

Eso me ha pasado en el día de hoy. Les cuento:

Nos hemos levantado despertado temprano para lo que es un día de fiesta y después de arreglarnos hemos escuchado las campanas que nos avisaban que a la diez se celebraría la Santa Misa a la que hemos asistido.

¡Empezamos muy bien!

Comenzar un día en torno al Señor, comulgando y rezando apaciblemente frente al Sagrario donde Cristo te da el bálsamo necesario para tranquilizar el alma y llenar el espíritu de amor, de entrega y de dicha es un privilegio, gracias a Dios, que está a la manos de muchos aunque no demasiados se dejan conquistar por quien es todo Amor.

Después nos fuimos a desayunar a Ana Mari sus famosas tortas de masa con un café y una rebanada de pan de campo con la manteca con zurrapa artesanal que es un privilegio para nuestros paladares.

La caminata ha sido intensa en todos los sentidos. Aquí en Villaluenga es fácil conseguir que los cinco sentidos se unan en uno solo para conseguir lo que es la plenitud de cuerpo y espíritu.

Cuando llegamos a casa, nos duchamos pues veníamos sudado, nos fuimos a almorzar a la antigua "Pensión Ana Mari" y, os lo puedo asegurar, el almuerzo ha sido para mí más que un almuerzo.

Nos sentamos en una mesa con su mantel de ule tradicional, el comedor estaba lleno a rebosar, y mientras decidíamos que comer, yo lo tenía más que decidido, conversamos animadamente con Diego Franco, que es digno hijo de su padre y patriarca D. Diego Franco, y entre recuerdos y anécdotas pude empezar lo que ha sido una hora y media llena de sentimientos que me han llevado a tiempos que creía que no podían volver, que no volvería a vivir.

En ese pequeño comedor había una despensa igual que una que había en la casa de mi niñez, a la vera de la Iglesia Conventual del Carmen de San Fernando, pintada de la misma forma y hasta lo que contenía se parecía a lo que albergaba aquella. Estaba sentado en tal posición que divisaba muy a las claras la tradicional cocina, sus ollas y demás enseres, y Ana Mari y su madre cocinando con esmero, preparando todo para que los comensales salieran satisfechos. ¡Y vaya si salieron!

¡Las mismas ollas que había en mi casa!

Aparte del vino, no diré la marca para no hacer publicidad, aunque puedo decir que era de los buenos, Hetepheres pidió una ensalada, de primero, unas albondigas de la casa, de segundo, y una natilla casera de postre asimismo yo pedí: Sopa de picadillo, croquetas y flan casero.

Cuando estaba saboreando la sopa, se notaba que era casera cien por cien, mi mente no estaba donde estaba mi cuerpo porque el sabor, el olor, todo me hacía recordar a mi casa del Carmen junto a mi madre, mi padre murió cuando era muy niño y casi no tengo recuerdos, mis hermanos y mis dos tías: Manena y Tata.

¡Qué bien volver a ese pasado donde tu eras un niño, veías, oías, reías, sentías como un niño!

Mantenía una animada conversación con mi mujer, dicen que un matrimonio feliz es una larga conversación que siempre parece demasiado corta, pero mi mente, mis pensamientos estaban en otro sitio, otro lugar, otra fecha.

Puedo decir, sin temor a la exageración, que la sopa de picadillo ha sido la mejor que he probado en mi vida porque no hay nada mejor que lo que te recuerde a lo que hacían tus seres más queridos por sus seres más queridos.

Pero lo mejor tenía que venir: ¡Las croquetas!

Las croquetas de Ana Mari eran las mismas croquetas que había comido cuando era niño. ¡¡Las mismas!! En cuanto las probé me retrotraí a mi infancia en la casa del Carmen. Ya había muerto mi padre aunque siempre estuvo presente porque fue un buen y gran hombre que se entregó a su familia y a su vocación: Servir a España por medio de su profesión de Policía. Murió joven aunque había escalado, a base de trabajo y dedicación, hasta la categoría de Comisario ostentado uno de los cargos que más responsabilidad tenía en la época que le tocó vivir.

Os puedo decir, sin temor a llevarme por los sentimientos, que fue una muy buena persona y que ayudó a muchos.

Esas croquetas exquisitas en sabor, en textura, en forma, porque lo casero y natural es lo verdaderamente exquisito y lo que nos llena de excelencia, me hizo recordar una casa llena de niños, éramos cuatro, llena de vida, de alegría, de travesuras y también de fe.

Todos reunidos en la misma mesa en el "cuarto rosa" porque simplemente estaba pintado, con cal coloreada, de rosa, todos en la misma mesa frente a una televisión en blanco y negro, hasta mitad de los ochenta no entraría el color, televisimente hablando, en casa, una mesa rodeada de niños, de diferentes edades, junto a una madre, centro de todo, y unas tías que han dado la vida por nosotros.

Mis recuerdos, mi mente, gracias a las croquetas de Ana Mari, no estaban en Villaluenga del Rosario a la cual amo con locura, sino en mi casa junto a la Iglesia del Carmen cuando San Fernando era un Pueblo siendo Ciudad.

En un momento determinado le dije a Hetepheres que me sentía muy feliz, que esta comida, en este lugar, con esta mi buena gente, me habían trasladado a lo que era mi hogar en la niñez.

El postre fue redundar en sentimientos y recuerdos porque el flan casero era eso: ¡¡¡Casero!!!

Después de darle un beso a Ana Mari y su madre por haberme hecho tan feliz, nos despedimos de Diego padre e hijo.

Quiero y tengo que decir que un día de estos escribiré de la Familia Franco pues son un auténtico ejemplo en todos los sentidos.

Después nos encaminamos al coqueto cementerio pues queríamos rezar por todos los difuntos. Una vecina nos indicó que lo hiciéramos por el alma más olvidada de ese romántico cementerio y así lo hicimos.

La tarde ha sido casera, nos hemos mediodormido un poco para después darnos una vuelta por el Pueblo para darles de comer a nuestros gatitos y perritos que nos esperan cada atardecer. Hoy se nos ha unido Juanjo, al cual no veíamos hace tiempo, y con el que hemos conversado animadamente.

Cuando volvíamos a casa nos hemos encontrado con Juani y María Moreno así como también con Nito.

Mi querido amigo Nito es un hombre hecho así mismo, es decir, un hombre extraordinario. Algún día me detendré en su persona, en su ejemplo porque con el mismo puede ayudar a muchos. ¡Es lo bueno de ser tan bueno!

¡Gracias, Nito por preocuparte, por animarme, por darme tu amistad! ¡Un fuerte abrazo querido amigo!

La tarde la hemos terminado leyendo, recibiendo a Mateo y escribiendo.

Sí, puedo decir sin temor a equivocarme, que hoy es, ¡¡¡UN DÍA DIEZ!!!

Recibid, mis queridos hermanos, un fuerte abrazo y que Dios os bendiga.

Jesús Rodríguez Arias

Exquisita sopa de picadillo casera.

¡¡Las croquetas!!

Albóndigas caseras.

¡¡El flan casero de siempre!!

Estupenda natilla casera.



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