Esta tarde, aquí en Villaluenga del Rosario, se presta a las divagaciones, pensamientos y reflexiones sobre lo inverosímil y también sobre lo más corriente, lo que pasa desapercibido por delante nuestra o ni siquiera eso.
Escribo este post desde la profundidad de mi interior teniendo como escenario la pared del "Caíllo" y como "hilo musical" el sonoro canto de los alborotados pájaros.
Antes estaba delante de la chimenea, ahora apagada y sin vida, leyendo un buen libro o rezando, ya no me acuerdo, aunque creo que he tenido tiempo para las dos cosas. ¡Será por falta de tiempo! En un momento determinado hubo una cosa que me llamó soberanamente la atención y no por extraordinario, han estado en el mismo sitio durante los últimos dos meses y le quedan otros tantos más, sino porque su visión pausada, tranquila me hizo extrapolar esta situación a la vida misma, a nuestro día a día.
¡Sí, me estoy refiriendo a dos troncos! Diréis, sin duda con toda lógica, que qué tienen que ver dos troncos con nuestro día a día. Intentaré explicarlo.
Estos dos troncos fueron cortados para cumplir una misión muy concreta, ser quemados en la chimenea para calentar la casa, aunque llegó el verano y su uso se hizo innecesario de momento. Esperan pausadamente a que inexorablemente pase el tiempo para que cuando llegue el frío cumplir, sacrificándose, con el objetivo prefijado para el que estaban destinados.
Todos tenemos una misión que cumplir en esta vida, hemos nacido para ello, y esta solamente la sabe Dios que con el transitar de tiempo nos van enseñando los objetivos que tenemos que conseguir para llegar a la meta final y que no es otra que la Vida Eterna.
En ocasiones esperamos, como lo están haciendo los troncos, a que el Padre nos ilumine y nos guíe para llevar a cabo el nuevo proyecto que tengamos que acometer para hacer realidad la misión de nuestra vida.
Sucede que en muchas ocasiones llevamos para adelante varias encomiendas, todas ellas válidas y necesarias porque forman parte del objetivo a cumplir, y de repente todas se van terminando hasta quedarte en ese "limbo" en el cual parece que no haces nada o simplemente no te permiten hacerlo. Todos, sin excepción, hemos experimentado esa sensación de estar en el "dique seco". Entonces aparecen las dudas sobre ti mismo. ¿Valdré, serviré a Dios o me he equivocado en coger el camino en el que he empeñado gran parte de la vida? ¡Nada sucede por casualidad! Ya lo dijo Jesús: "Hasta los cabellos tenéis contados por el Padre".
Y en esos momentos donde te encuentras, dentro de la lógica humana, desubicado, sin expectativas, sin ilusión, te van desbastando de tal forma que, por propia naturaleza humana, llega a minarte hasta no creer en ti mismo. Esas son las tentaciones de las cuales el Maligno se aprovecha y nosotros, dentro de nuestra cortedad mental, solemos caer sin remedio.
Haciendo un símil, nos podemos parecer esos dos troncos que esperan sin hora ni tiempo el momento de cumplir su misión.
La espera siempre es necesaria porque nos va curtiendo de nuestras impaciencias, limpiando nuestras almas de las cosas y prisas del mundo así como enseñándonos que para conseguir y lograr los "objetivos" hay que ser mansos y sencillos de corazón. La mansedumbre no se alcanza cuando estamos liados con mil cosas y nos creemos "imprescindibles" en todo y para todos. Tienen que llegar tiempos de hastío para reactivarnos en las cosas de Dios hasta lograr entender que es ser verdaderamente de Dios.
Una vez pasado el necesario tiempo de espera-estancamiento el Padre abre la necesaria ventana que ilumina la inmensa oscuridad en la que estamos instalados después de cerrarse todas las puertas y nos hace ver y vernos. Ese es el momento en el cual nos encomienda la nueva misión que cada vez será más elevada porque hemos logrado vencer los obstáculos, las tentaciones, el desánimo, la apatía, el rencor, la tristeza hasta llegar a purificarnos y hacernos más humildes y mansos. Cuanto más alta y complicada sea la misión, más pruebas hemos tenido que vencer.
Nosotros, como verdaderos hijos de Dios, somos sometidos a diario a miles de pruebas, algunas muy duras, y sólo podremos superarlas por medio de la Fe y de la Oración.
Estos dos troncos al final cumplirán con su misión y serán quemados en la chimenea. Darán el calor para el que fueron cortados y nosotros seguiremos cumpliendo las metas prefijadas por Dios hasta alcanzar la Misión principal para la cual hemos nacido: Conseguir la Vida Eterna y descansar junto al Señor.
Hasta alcanzar el objetivo final habremos de evangelizar, realizar nuestros respectivos apostolados, ser cristianos y católicos coherentes y valientes con nuestra Fe estemos donde estemos.
Muchas veces hace falta mirar a nuestro alrededor para que Dios nos hable desde la sencillez y con las cosas pequeñas e insignificantes como pueden ser estos dos troncos que esperan que pase el verano.
Recibe, mi querido hermano, un fuerte abrazo y que Dios te bendiga.
Jesús Rodríguez Arias
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