Si evientemente hay munchos católicos que no se confiesan, esto es un hecho, los católicos nos confesamos menos y menos. ¿Por qué?
Porque muchos han dejado de creer en la importancia de este sacramento, porque el relativismo moral con que se vive hoy nos hace pensar que da igual que no hay pecados, porque en muchos sitios no hay curas disponibles y dispuestos a confesar, porque se ha puesto de “moda” las celebraciones comunitarias de la penitencia…, porque nos hemos creado una fe de “supermercado”, en la que yo cojo lo que me gusta y lo que no me gusta no lo cojo y no pasa nada, "no es pecado"… pero así como hay alimentos que son sabrosos y sin embargo no son sanos también hay otros que aunque no nos gusten son necesarios para vivir con salud.
La confesión es un alimento espiritual necesario. No podemos ni debemos comulgar sin antes haber limpiado nuestra alma de todo aquello que nos aparta de Dios es decir al mneos de los pecados mortales. A mucha gente le da igual y dice “Yo no me confieso, total, nadie sabe si me he confesado o no” y allá van a comulgar como si nada.
Es con Dios con quien hay que estar en paz porque es Dios quien ve el interior de cada uno de nosotros y sabe qué hemos hecho de malo y de bueno, qué hemos dicho o pensado. Cada persona es responsable de sus actos y uno no hace las cosas para quedar bien ante los demás o para engañar o para fingir que somos buenos cristianos, la vida espiritual es cosa seria y no debemos descuidarla.
¿Qué efectos tiene el sacramento de la Confesión? De algún modo se parece a las medicinas, que suelen tener dos funciones: curar y proteger. La confesión consigue esos efectos: perdona los pecados (nos cura) y otorga gracias para vencer más fácilmente las futuras tentaciones (nos protege como un escudo).
¿Cuántas veces es necesario confesarse? Mínimo una vez al año y se recomienda una vez al mes y siempre que uno se sienta en la necesidad de hacerlo. ¿Por qué? Porque si tú estás enfermo, allá vas corriendo a tomarte el jarabe o hacerte las pruebas que haga falta para estar bien ¿No? Pues lo mismo: confesarse es como tomarte una medicina que te fortalece o como limpiar a fondo tu “casa interior” que es tu alma.
Pongamos otro ejemplo, viene un invitado importante a tu casa, el más importante que hayas recibido, pues tú te apresuras en limpiar tu casa, quitar las telas de araña, limpiar de polvo los muebles, ponerlo todo en su sitio, días antes de esa visita haces una limpieza general para recibir a ese invitado. Entonces, en la Misa es igual, vas a recibir en tu alma a Cristo en la Comunión. ¿Cómo vas a ir a comulgar sin antes haber limpiado tu mente y tu corazón?
Hay que confesarse simpre que exista pecado mortal en ti. Pero, si es venial o imperfecciones, al menos una vez al mes es recomendable confesarse, nadie es demasido bueno y perfecto para estar todo un año sin pecar, recuerda que pecar no es solo lo que no hacemos, sino lo que dejamos de hacer. Hay gente que dice “si yo no hago nada malo…”, pero ¿Y todo lo bueno que puedes hacer y no haces? A eso se le llama pecado de omisión: toda esa gente necesitada que tú pudiendo ayudar no ayudas, todos esos actos de amor cotidianos que pudiste haber hecho a lo largo del día y que no has hecho, todas esas palabras de afecto a tu pareja, hijos, amigos y que no has dicho. Nadie es tan perfecto que se pueda estar semanas, meses y hasta años sin ofender a Dios, pero para eso debes examinarte y confesarte.
La Comunión no es un premio. No se precisa ser santo para comulgar. Es una necesidad espiritual, pero tiene unos requerimientos básicos.
Las dos primeras condiciones son de origen divino, surgen de la realidad de la Eucaristía y están consignadas en la Sagrada Escritura: 1) estado de gracia; 2) saber a quien se recibe.
Dice San Pable en I Corintios 11, 27-29:
“Quien coma el pan o beba la copa del Señor indignamente, será reo del
Cuerpo y de la Sangre del Señor. Examínese, pues, cada cual, y coma así
el pan y beba de la copa. Pues quien come y bebe sin discernir el
Cuerpo, come y bebe su propio castigo.”
Debemos prepararnos para este momento tan grande y santo. S. Pablo exhorta a un examen de conciencia: "Quien coma el pan o beba el cáliz del Señor indignamente, será reo del Cuerpo y de la Sangre del Señor. Examínese, pues, cada cual, y coma entonces del pan y beba del cáliz. Pues quien come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propio castigo" ( 1 Cor 11,27-29).
¿Qué se requiere para recibir la sagrada Comunión?
Para recibir la sagrada Comunión se debe estar plenamente incorporado a la Iglesia Católica y hallarse en gracia de Dios, es decir sin conciencia de pecado mortal. Quien es consciente de haber cometido un pecado grave debe recibir el sacramento de la Reconciliación antes de acercarse a comulgar. Son también importantes el espíritu de recogimiento y de oración, la observancia del ayuno prescrito por la Iglesia y la actitud corporal (gestos, vestimenta), en señal de respeto a Cristo.
Confesarse es un deber moral bien preciso del cristiano que quiera participar plenamente en la Eucaristía comulgando el cuerpo y la sangre de Cristo. El mismo Apóstol llama la atención sobre este deber con la advertencia: «Examínese, pues, cada cual, y coma así el pan y beba de la copa» (1 Co 11, 28). San Juan Crisóstomo, con la fuerza de su elocuencia, exhortaba a los fieles: «También yo alzo la voz, suplico, ruego y exhorto encarecidamente a no sentarse a esta sagrada Mesa con una conciencia manchada y corrompida. Hacer esto, en efecto, nunca jamás podrá llamarse comunión, por más que toquemos mil veces el cuerpo del Señor, sino condena, tormento y mayor castigo».
Dice, por ejemplo, San Cesáreo de Arles: «Todas las veces que entramos en la iglesia, reordenamos nuestras almas, así como quisiéramos encontrar el templo de Dios. ¿Quieres encontrar una basílica reluciente? No manches tu alma con la inmundicia del pecado».
No se si te has fijado alguna vez en la cantidad de gente que comulga y los pocos que se confiesan. ¿No es esto una contradicción? ¿Acaso todos los que van a comulgar están limpios de todo pecado?
Espero que de ahora en lo adelante te tomes en serio la confesión y la comunión para que así estés más cerca de Dios.
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