A las 9:50 AM, por Luis Santamaría
Categorías : General
La crisis económica ha hecho que muchas personas se vean inmersas en la desesperación y se agarren a un clavo ardiendo. Un momento de vulnerabilidad que es el caldo de cultivo perfecto para la actuación de los grupos sectarios. Ya son más de 50 las organizaciones de la provincia de Granada que captan a uno de cada cien granadinos (unos 900) mediante técnicas manipulativas. Lo cuenta Irene Albarral en el diario Granada Hoy.
El Zaidín o el Albaicín son dos de los puntos calientes de la capital, y es que Granada es una ciudad universitaria y de mucha diversidad cultural, por tanto es un lugar propicio para el desarrollo de este tipo de grupos. “Es muy sencillo encontrar publicidad sospechosa en sus calles, no hay más que dar un paseo o fijarse en los carteles que se cuelgan en las facultades”, explicó el psicólogo clínico y social y experto en sectas José Miguel Cuevas, que hace unos días informaba sobre la penetración sectaria en Málaga.
En la provincia operan tanto grupos sectarios de corte tradicional como otros de tipo autóctono, que van desde las veinte personas, hasta grandes organizaciones internacionales. Los más pequeños cuentan con un control por parte del líder mucho más férreo y directo, ya que en la jerarquía hay un único mandatario que controla absolutamente todo, pero tanto unas como otras son igual de peligrosas.
Aunque parezca una cuestión lejana, que nunca se experimentará en primera persona, “hay una secta para cada perfil de población”, apuntó Cuevas. Pueden ser grupos de corte religioso, espiritual, económico o relacionados con temas de salud, pero todos ellos se adaptan a las necesidades de cada persona en un momento determinado.
Los de tipo pragmático son los que más han aumentado en los últimos años. Realización de prácticas, misiones, formación o empleo pueden ser un buen gancho para captar adeptos. Al hacer una búsqueda de trabajo en cualquier portal de internet pueden advertirse multitud de“ofertas fantasma” donde todo el mundo es aceptado, no se pide cualificación profesional y, sin embargo, se prometen ingresos muy atractivos en poco tiempo. “No quiere decir que todas las empresas comerciales sean sectarias pero hay unos perfiles concretos con los que se debe tener cuidado”, subrayó el experto.
Cuidado con las terapias revolucionarias
Este despunte del tipo de grupos coercitivos que se centran en aspectos más pragmáticos no conlleva la desaparición de las clásicas sectas relacionadas con promesas más irracionales. “Para solucionar problemas específicos hay que acudir a los profesionales pertinentes y no a supuestos expertos en terapias revolucionarias”, advirtió Cuevas, a lo que añadió que lo que suele venderse como exclusivo o con el pretexto de que hay intereses farmacéuticos por los que un producto no puede salir al mercado, es muy proclive al pensamiento sectario.
Habitualmente los que piden ayuda e información son los familiares directos de los miembros de un grupo coercitivo. Las personas más cercanas ven cómo se produce un cambio relevante en la conducta de sus seres queridos y cómo se van aislando desde que comenzaron a participar en una organización determinada. Por su parte, las personas que consiguen salir de un conjunto sectario suelen pedir asistencia porque tiempo después continúan teniendo problemas de pesadillas, sensación de inseguridad y, sobre todo, de desadaptación. “El ex-miembro de una secta arrastra en muchas ocasiones secuelas al llegar el momento de integrarse, de manera que se hace más difícil la adaptación de nuevo a la vida que la salida del grupo”, afirmó el psicólogo.
El problema a la hora de luchar contra estos grupos sectarios es que la mayoría tienen una fachada que esconde su verdadera actividad, y esta cara visible tiene unos fines totalmente legales, que además suelen presentar una publicidad y actividades de tipo cultural, explicó Cuevas.
Una cara pública diferente a la realidad interna
“Hay grupos manipulativos que están incluso respaldados por instituciones públicas sin que éstas lo sepan”, afirmó el experto en sectas, y es que cualquier estudiante puede acceder por ejemplo a reservar un aula en la universidad para organizar un seminario de manera que se aprovechan de la confianza que da el aval de una administración para atraer a un mayor número de personas.
La actividad de cara a la galería en que se escuda una secta es lo de menos, puede ser algo tan poco sospechoso como un curso para aprender a crear páginas web, pero todas conllevan un aislamiento del medio, familia, amigos o incluso trabajo, aunque el empleo se permite en ocasiones, en la medida en que supone una fuente de ingresos, pero siempre que se cumplan las responsabilidades también dentro del grupo, que no tienen por qué ser de tipo económicas.
La manipulación conlleva que las prioridades pasan de un orden lógico donde tienen su espacio las relaciones personales, familiares, el trabajo u otras actividades, a una única disposición que es el conjunto sectario. “Los intereses individuales pasan a estar muy por debajo de los colectivos, y existe una fuerte carga de culpabilidad al haber una significativa manipulación en el ámbito emocional”, explicó Cuevas.
A nivel afectivo, estos grupos hacen sentir muy bien a sus miembros a su llegada. Existe un bombardeo de afectividad, de manera que el adepto se siente muy cómodo, ya que se crea un acompañamiento que llega a parecer una amistad. A la persona captada no se le pide absolutamente nada, al contrario, sólo se le ofrece “hasta que se haya enamorado por completo del grupo”, apuntó el experto, por lo que el sectario no es consciente de su situación mientras está dentro.
Una reflexión
El mismo día (18 de agosto) y en el mismo diario se publicó un artículo de opinión firmado porMagda Trillo, titulado “Sectas y sectarios”, y que reproducimos a continuación.
No se imagine a grupos de exaltados vociferando aleluyas con los brazos alzados y los ojos traspuestos. No crea que quienes caen en sus redes son analfabetos desesperados incapaces de ver cómo son manipulados, apartados de sus familias y amigos y despojados de su identidad. Más de cincuenta sectas operan en estos momentos en Granada; una para cada perfil de población. Religiosas y espirituales pero también de corte económico, humanitario, sanitario… El auge es escalofriante. Ya no son necesarios ganchos tan pretenciosos como el paraíso o la felicidad eterna; empezamos rompiendo la soledad con sencillas clases de catequesis, unas prácticas o unas misiones y hablamos de promesas tan mundanas como un curso gratuito de formación para lograr un empleo y unos ingresos que nunca llegan.
Dicen los expertos que Granada es uno de los puntos más calientes de Andalucía por su perfil universitario y su atractivo como enclave multicultural. El Albaicín y el Zaidín son los barrios que concentran una mayor actividad de estos grupos y las facultades, donde es fácil encontrar carteles de propaganda, funcionan como verdaderas plataformas de captación. Publicamos hoy un amplio informe en el que, más allá del estremecedor testimonio que nos revelan varias víctimas que han logrado “escapar” de sus zarpas, lo que se refleja es la normalidad con la que actúan y la facilidad con que se infiltran. Puede que a algunos la crisis les haya hecho más solidarios y puede que salgamos fortalecidos, pero somos en general mucho más dependientes y vulnerables. A quién no le gustaría sentirse élite hoy; dejarse enamorar por unos triunfadores; permitir que nos rescaten del fracaso.
En las Jornadas de la Juventud de Brasil, un país donde las sectas están ganando terreno al Catolicismo con potentes organizaciones como Pare de Sufrir, fue el propio Papa quien animó a los obispos a “buscar con valentía las causas” por las que los fieles se están refugiando en este tipo organizaciones. El Pontífice se cuestionó si no tendría que ver con esta Iglesia que a lo largo de los años se ha mostrado “demasiado lejana de las necesidades de los hombres, demasiado pobre para responder a sus inquietudes, demasiado fría y prisionera de su propio lenguaje rígido”. Una reliquia del pasado que “quizás tenía respuestas para la infancia del hombre pero no para su edad adulta”.
Pero la desorientación no es sólo de la Iglesia. Esta reflexión, esta necesidad de autocrítica, la tendríamos que extender a la sociedad misma. La distopía del Mundo feliz que Aldous Huxleyvislumbró en 1932, su dictatorial Estado Mundial, tenía ya mucho de colmena sectaria y de infantil globalización. Un mundo joven y superficial sin tragedias, pasión ni libertad pero tremendamente estable, previsible y controlable. Nadie desea más de lo que tiene; nadie desea más de lo que puede tener. ¡Zum, zum! Tomas medio gramo de soma y es como si disfrutaras de medio día de descanso; un gramo de soma, un fin de semana; dos, una escapada a Oriente… Nadie piensa -a nadie le está permitido pensar- y la colmena sigue zumbando. Alegres jóvenes manipulando tubos de ensayo mientras los predestinadores silban y los embriones escuchan lecciones hipnopédicas de sociabilidad y conciencia de clase a la vez que aprenden sus primeras pautas de vida erótica.
¡Oh, Ford!, podríamos invocar… Cuántos parecen seguir soñando con un mundo de sectas y castas manipuladoras que diera legitimidad para explotar abiertamente e los desposeídos de la Tierra. Escribió Huxley que la población óptima, como practicaban los Alfas con el consentimiento de Betas, Gammas y Epsilones, es como un iceberg: ocho novenos bajo el agua y uno encima.Elysium acaba de llegar a la cartelera con las mismas inquietudes. Neill Blomkamp, lo recordarán por su aterrador apartheid de Distrito 9, nos propone viajar a la Tierra baldía de 2154 en la que el 1% de la especie escapa del apocalipsis y vive en una gigantesca estación espacial mientras el 99% restante se hacina en condiciones infrahumanas en un planeta contaminado. El Malpaís de Huxley extendido a toda la Tierra aunque con un héroe de verdad, Matt Damon en el papel de superhombre, y una misión salvadora; el decadente mundo que estamos construyendo ya pero revestido de ciencia ficción y con la oportunidad de un final feliz que cada vez se reduce más a la grandiosidad del cine.
Elysium, Guerra Mundial Z, Oblivion… No es casualidad la fiebre de películas distópicas que beben del pesimismo de la crisis y de la impotencia de una sociedad alarmantemente sectaria y fanática. Varían las escalas pero no las estrategias ni los fines: unos pocos aprovechándose de la debilidad de muchos, manipulando sentimientos, usurpando esperanzas, comprando influencias y poder. Si no somos capaces de protegernos de la secta que opera en el barrio, mucho menos lo seremos de los lobbys que respiran fuera del agua. ¿Tan increíble nos parece un planeta de ricos explotando a millones de pobres?
No hay comentarios:
Publicar un comentario