Allá donde se pierde la mirada, donde quedo ensimismado ante la majestuosidad de la grandeza de lo admirado, donde los pensamientos brotan, vienen y se van a la velocidad de la ligera brisa que me acompaña, donde los recuerdos permanecen inalterables. Allá donde se pierda la mirada está Dios.
Soy de esos que me embeleso con la sencillez de lo natural aunque en un mundo adulterado, viciado hasta la perdición, lo natural ya no es lo sencillo sino lo extraordinario.
Prefiero tratar a las personas por como son no por quienes son. Los puestos en la vida son temporales y hay que ejercerlos desde la honradez y con esa transparencia que cuando lo miras a los ojos ya está viendo como es sea quien sea, esté donde esté.
En la vorágine de vorágines que nos enfrentamos a diario vamos perdiendo la ingenuidad, la inocencia hasta llegar a convertirnos en resabiados que no nos extraña ni sorprende todo lo que pueda suceder. Desgraciadamente vivimos en un mundo donde ya no esperamos nada bueno de nadie, todo tiene valor, se cuantifica, se compra y se vende.
Se está perdiendo el trato directo y cercano por la frialdad de las máquinas y no llegamos a valorar lo que es una sonrisa, la luz de una mirada, una lágrima de emoción o simplemente la tristeza. La calidez de un buen apretón de manos o los sentimientos que se expresan con un fuerte abrazo. Todo eso es imposible si nuestra vida social, nuestro relacionarnos entre sí lo dejamos a la pantalla del ordenador que nos mira sin mirar y nos ofrece nada más que lo que queremos ver.
Me considero de esos que todavía me gusta recibir cartas y escribirlas, a mano si es posible, porque en ella va impresa una forma de estar, de ser, de sentir o de actuar.
Prefiero hablar y escuchar al otro que hacerlo para mi mismo. Parece mentira que estemos perdiendo nuestras señas de identidad como personas, con nuestra formas de relacionarnos, con nuestro quehaceres diario. No hay nada mejor que una buena charla, una tertulia entre amigos donde todos conversamos de distintos temas, tenemos que aprender de todos y de todo, ya sea sentados a una mesa, en un sillón o en la barra de un bar o del Casino de tu pueblo. Las mejores conversaciones no lo serían tanto si no estuvieran acompañado de la necesaria copa. Puedo decir que en una tertulia aprendo más que estudiando un mes entero porque todas las personas son increíbles en vivencias y experiencias.
Y aunque parezca cosa de otro tiempo puedo decir y llevar a orgullo que me siento y soy un romático. Me embeleso mirando el mar como la montaña, al árbol pequeñito que está en la cima de un monte a lo lejos como el eterno horizonte que permanece instalado en esa línea que separa la mar de nuestras miradas, las callejuelas de mi pueblo con los nobles edificios de la ciudad, transitar por caminos desiertos en la agreste naturaleza o pasear tranquilamente por las fina arena de la playa, observando aquel lucero que impenitentemente alumbra el negro cielo en la noche serena como la luna que aparece como un brillante foco e ilumina esa inmensa negritud así como la salida o puesta del sol. Me emociona ver un águila flotando en el aire o el dulce canto de un pajarillo que es el mejor canto que puedes escuchar. Abrir las ventanas por la mañana y encontrarte tu paisaje diario es motivo de ilusión para luchar en nuestros particularidad diaria.
Soy de esos que todavía piensa y cree que no todo está perdido y que a diario suceden más buenas noticias en el mundo de las que nos dicen o cuentan porque lo que desgraciadamente vende es el morbo, la tristeza, la desesperación. Para que triunfe el mal solo hay que dejar de hacer el bien y el bien se hace a diario por millones de anónimos que dan su vida por los demás para que todos sean más felices. Las guerras, las crisis, las corruptelas no tendrían cabida si todos, desde el puesto que ostentémos, actúaramos por el bien de los demás y por el bien del Amor. Creo que ese sería el mejor servicio que podríamos prestar al mundo.
Necesito orar, rezar en la soledad del Sagrario, hablar con Jesús Sacramentado el tiempo que haga falta, algunas veces pocos minutos y otras veces muchos más, ansío cada mañana el rezar y pedir por el mundo, por mi familia, amigos e intenciones, por todo y todos así como poner en las Manos de la Virgen María a la Humanidad para que ella vele por la misma durante todo el día.
Esos ratos de profunda oración, de meditaciones y reflexiones personales ante Dios las comparto con los demás porque creo que es un inmenso regalo que me da el Señor no para que me lo quede para mí solo sino para que lo comparta con mis hermanos que están en todas partes. De ahí mis reflexiones diarias ante el Señor “desde el tren” así como los post que escribo en muchas ocasiones. Es mi particular forma de evangelizar así como hacerlo desde la coherencia personal y en mis creencias.
Soy de los que digo y defiendo que no es el mismo, ni puede serlo, el trato directo y personal al virtual que está insertado en la red aunque os puedo decir, sin temor a engaño ni a la exageración, que entre los hermanos en la fe del Señor que evangelizamos en la red el trato se asemeja y mucho al directo y personal. ¡Son las cosas de Dios!
Me es necesario compartir para ser verdaderamente feliz. Una sonrisa, una palmada, un consuelo, unas risas, una mirada, una buena charla o una compañía silenciosa cuando estás leyendo o estudiando. Necesito de la persona en toda su grandeza cerca de mí para aprender y disfrutar de cada momento. Eso lo he conseguido con mi mujer, Hetepheres, y también con muchos y buenos amigos que a diario comparto la vida.
Por eso, entre otras muchas cosas, soy un enamorado de mi pueblo porque en él redundan gran parte del ideario de vida que llevo adelante donde se une la inmensidad de la Obra Creadora de Dios en todos los sentidos: La naturaleza y el ser humano.
Mi pueblo,está enclavado en un paraje natural sin igual. Sus casas están cobijadas entre las montañas que al mirarlas desde lo lejos parece que están acunadas. Se respira un aire puro que traspasa el alma y caminar por sus calles es de lo mejor que se puede hacer. En él existe todavía el trato más directo y personal ya que no ha sido sustituido por las relaciones del mundo cibernético, donde a la luz de la chimenea y una buena copa de vino se pueden celebrar interminables tertulias que tocan todos los temas y de las que siempre aprendes.
En mi pueblo la fe se vive con especial y honda devoción, como se ha hecho siempre y sin adulteraciones impuestas o impostadas.
Pureza y sencillez es lo que ya uno va aspirando en la vida que aunque entrando en la madurez ya venimos de vuelta de muchas cosas y situaciones que hace que busquemos con verdadero ahínco lo bueno que Dios nos ofrece a diario y que por nuestra ceguera y limitaciones pasan desapercibido.
Recibid un fuerte abrazo y que Dios siempre os bendiga.
Jesús Rodríguez Arias
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